OPINIÓN NO PEDIDA

Gog y Magog son una referencia bíblica que describe una batalla apocalíptica en el fin de los tiempos. La profecía se encuentra en los libros de Ezequiel y en el Apocalipsis; en los escritos del Antiguo Testamento, el profeta Ezequiel habló de Gog y Magog como fuerzas desatadas contra el pueblo elegido. Describe una batalla apocalíptica en el fin de los tiempos donde un ejército formado por una coalición de varios pueblos encabezados por el rey Gog, atacó a Israel pero terminó derrotado por Dios.

La profecía de Ezequiel se encuentra también en el Nuevo Testamento, en el Apocalipsis, como ya se mencionó, donde se retoman esas mismas imágenes para describir el fin de los tiempos: naciones enteras convocadas contra Jerusalén, como si la historia universal se tensara hacia un clímax en el que los poderosos y los débiles, los cómplices y los inocentes, serían arrastrados a un juicio ineludible, que marca el comienzo de una nueva era de paz, después de una batalla final entre el bien y el mal.

Hoy, esas metáforas bíblicas parecen cobrar sangre y muerte en la Franja de Gaza. El genocidio perpetrado contra el pueblo palestino por el Estado de Israel evoca la misma imagen de devastación y resistencia: una multitud aplastada por armas modernas, bajo la mirada del mundo, como si los viejos nombres —Gog y Magog— se tradujeran en nuevas potencias y ejércitos que siembran destrucción en lugar de justicia.

Y, sin embargo, la ironía se multiplica: Israel que un día fue víctima del exterminio en Europa, se ha convertido en ejecutor de un pueblo cercado y despojado. Las ruinas de Gaza parecen un eco invertido de los guetos del pasado, donde la tragedia de ayer se transforma en el abuso de hoy, abuso que hace apenas unos días, Netanyahu presumió en el foro mundial de la ONU un mapa regional señalando a Irak, Irán, Siria, Líbano y Gaza, asegurando que “Israel ha aplastado la mayor parte de Hamás”.

En tal escenario, la historia se reescribe por ahora en la arena diplomática. Así, más de cien naciones en la ONU han levantado la voz en favor de un Estado palestino, mientras Estados Unidos y su decadente imperio global, se alza como escudo de Israel, enfrentado a la mayoría del planeta. Allí está el nuevo símil: la potencia que concentra su poderío contra la multitud de pueblos que claman justicia. Un solo país contra decenas, como Gog y Magog enfrentados en la profecía, anunciando el fin de los tiempos que ya no solo es bíblico, sino histórico, político y humano.

Porque si el Apocalipsis habla de una gran batalla que marcaría el destino final, hoy asistimos a otra: la del derecho internacional contra la impunidad, la de la memoria contra el olvido, la de un pueblo sitiado contra la indiferencia efectiva del mundo. En ese choque, lo que está en juego no es únicamente el futuro de Palestina o de Israel, sino la credibilidad y racionalidad de la humanidad entera.

Y quizá allí radique la razón del apoyo incondicional de Estados Unidos: no solo lazos históricos o intereses estratégicos en Medio Oriente, sino la convicción de que sostener a Israel equivale a preservar su propia hegemonía militar y económica. El envío de armas no sería entonces un gesto de amistad, sino un cálculo frío: mantener a un aliado como muro de contención en la región, aunque ese muro se construya sobre la sangre de inocentes.

PONTE XUX

1. Los líderes de unos 70 u 80 países en la ONU, abuchearon a Netanyahu y abandonaron el auditorio de conferencias.

2. Trump en la ONU: ¡Sus países se están yendo al infierno!

3. A Petro, ¡le cancelaron la visa de EUA!

4. Trump dice que un Estado palestino es un PREMIO a Hamás y, Netanyahu, dijo que seria un suicidio para Israel.

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