Donald Trump está totalmente rebasado en el aspecto geopolítico. Su decisión de imponer aranceles del 50% a todas las importaciones brasileñas revela un intento desesperado de salvar el pellejo del criminal expresidente Jair Bolsonaro.

Lejos de responder a los desequilibrios económicos de Estados Unidos, el castigo comercial es un vulgar intento de represalia por el juicio contra su aliado Jair Bolsonaro, acusado de intentar anular las elecciones de 2022.

Bolsonaro intentó dar un golpe de Estado, corrompió el poder judicial de su país y fue responsable de cientos de miles de muertes durante la pandemia de inicios de esta década. Es, bajo cualquier parámetro, un vulgar criminal. Y ningún arancel, ni ninguna amenaza contra una de las tres potencias económicas de este continente (junto a México y el propio Estados Unidos) va a detener el avance de la historia.

Por lo pronto, miles de ciudadanos ya se manifestaron en Brasil a favor de Lula y en contra de los aranceles de Trump. De poco servirán estas bravatas del presidente estadounidense: a estas alturas, el principal socio comercial de Brasil es la República Popular de China. Y mientras más se complementen las economías del bloque de los BRICS y del nuevo orden multipolar, menos pesarán las bravatas de Trump y de Estados Unidos.