Escribo esta reflexión después de leer la columna de Aldo Campuzano “Limón a la herida”, en la que este respetado encuestador afirma que a Lía Limón la agredió la policía capitalina por “mujer, por alcaldesa, por opositora y por ciudadana”. No estoy de acuerdo con el talentoso colaborador de SDPNoticias.

Seamos serios, Lía Limón buscó y logró que la agredieran. Así lo quiso, y se salió con la suya. Una pena que haya confundido a bastantes personas que analizan las cosas de buena fe.

Mi primera reacción fue de enojo. Algún policía había agredido a la alcaldesa electa de Álvaro Obregón, lo que era inaceptable. Dije en Twitter que alguien debía ser castigado por ello.

Mi segunda reacción fue de sorpresa ante la justificación que dio el secretario de gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres: negó las agresiones y consideró como “un error de algunos alcaldes de oposición buscar la confrontación”.

¿Habían agredido, o no, a Lía Limón? ¡¡¡No, desde luego que no!!!

Revisé con cuidado videos de redes sociales acerca de lo ocurrido y queda claro que la señora alcaldesa electa de Álvaro Obregón buscó con su violenta actitud que alguien la dañara, y así ocurrió.

De inmediato pensé en lo que escribió hace unos días Carlos Arribas, en El País, sobre una etapa de la Vuelta a España que había llegado a “las raíces del Chava”, una localidad llamada El Barraco, “en la que nació hace 50 años el escalador más indómito y admirado, la figura trágica del ciclismo” de aquel país.

¿Por qué figura trágica? Por una enfermedad emocional que le diagnosticó el psiquiatra, la personalidad disocial.

Su psiquiatra había descrito José María Jiménez, el Chava, sin piedad: “una persona que necesita sentirse más fuerte que su entorno, sin sentido de la responsabilidad, con autoadmiración y narcisismo permanente sin calado reflexivo”, alguien adorable y, a la vez, repudiable, “capaz de una gesta y una putada al mismo tiempo”.

Durante la pasada campaña electoral dije que Lía Limón iba a generar problemas serios si se quedaba con la alcaldía Álvaro Obregón. Describí su inestabilidad política, su pésimo desempeño en la administración pública y, para dejar que mejor opinara una figura del panismo, cité a Mariana Gómez del Campo, a quien Lía acusó de pertenecer a una “pandilla de cuatreros”. Cuando la señora Limón, en 2012, traicionó al PAN para apoyar la candidatura de Peña Nieto, priista, Gómez del Campo solo dijo: “Al final del día, la caca flota”.

Comenté en aquel artículo que Lía Limón, desde la alcaldía Álvaro Obregón, iba a trabajar para Felipe Calderón, otro enfermo de personalidad disocial, sí, alguien que “necesita sentirse más fuerte que su entorno, sin sentido de la responsabilidad, con autoadmiración y narcisismo permanente sin calado reflexivo”.

Furioso porque la 4T ha exhibido todo lo que hizo indebidamente durante su gobierno, Calderón ha decidido enviar a la guerra a una inestable Lía Limón. Sí, y en primera instancia contra el gobierno local más identificado con AMLO, el de la Ciudad de México.

Pretende Calderón, de esa manera, que si hay consulta de revocación de mandato, Andrés Manuel pierda, si no es posible en todo el país, al menos en la capital mexicana. Toda la fuerza de la oposición, no hay la menor duda, se lanzará contra Claudia Sheinbaum. Ya empezaron.

Debemos prepararnos para más escándalos de Lía, alentados por una mente perversa, la de Calderón, y con el mismo trastorno disocial que evidentemente afecta a la alcaldesa electa de Álvaro Obregón.