Tiene lugar un proceso de integración y alineamiento hacia el gobierno por parte de instituciones de todo tipo, así como de críticos y opositores. El gobierno impera y tiende a dominar o colonizar al Estado.

Personajes del gobierno y de su partido pretenden asumirse como intocables e inescrutables, por eso la demanda que promovió quien fuera presidente de la mesa directiva del Senado, para que quien se atrevió a encararlo y denostarlo tuviera que rectificar su postura de manera pública y, en caso contrario, ser sancionado. Tuvo que acudir al propio recinto del Senado quien fue reconvenido y, en ese escenario, manifestar su rectificación.

Otro tanto sucedió con la gobernadora de Campeche al detonar una demanda para que un periodista que la criticaba, fuera judicialmente impedido de hacerlo. Atreverse a criticar tiende a convertirse en delito, los agentes del gobierno no deben ser señalados y las consecuencias de hacerlo pueden ser graves en el marco de una judicialización que llama a rectificar, y en caso contrario ser sancionado. La libertad de expresión vive uno de sus momentos más difíciles, pues múltiples hechos señalan que el oficialismo no tolera la crítica y, de ocurrir, está lista para ponerle amarras.

Se encuentra en marcha una vía que conduce al pensamiento único (el oficial) y para la satanización de quien toma otro sendero. El control de la instancia investigadora y de la sancionadora, es decir de las fiscalías y del poder judicial, asegura que los que disienten paguen un alto costo, y que quienes cometen algún delito en el desempeño de tareas públicas, realicen un abuso o falta, no se les aplique ninguna sanción en tanto gocen de la protección del gobierno.

Se ha dicho que no se conoce de alguna investigación que esté en curso respecto del senador Adán Augusto López, muy a pesar de haber nombrado en la Secretaría de Seguridad Pública a quien ahora está prófugo por eludir una orden de aprehensión que emana de la autoridad ante las evidencias con que se cuenta en cuanto a su involucramiento con la organización más conocida, en Tabasco, de la delincuencia organizada. Quien lo nombró lo protegió y toleró sus complicidades, máxime que lo conocía desde hacía buen tiempo, y en ese tiempo Hernán Bermúdez estuvo involucrado en algún acto ilícito.

Las columnas más leídas de hoy

El senador morenista es arropado por su grupo parlamentario y, es obvio, se espera que el tiempo borre la atención pública que tiene el tema; en esa misma dirección operan declaraciones y asuntos que pretenden distraer el seguimiento que se hace del caso. En la división maniquea entre los buenos y los malos, el gobierno, las instituciones que lo integran, su partido y las personas que los representan están asignados, forzosamente, al primer grupo; la otredad que forma quienes opinamos distinto estamos, por necesidad, en el segundo. Aquellos tienen la razón, los demás estamos equivocados.

Ahí tiene lugar la persecución grosera al presidente del PRI, Alejandro Moreno, mientras se encubre, también de manera burda, al coordinador morenista del Senado.

Se introduce una permisibilidad resuelta a quienes están adscritos al gobierno y su partido para que tengan y conserven el respaldo fundamental que los hace permanecer, aunque existan razones y datos para propiciar su remoción. No importa que en Sinaloa se escuchen los gritos de fuera Rocha, fuera Rocha, ¿para qué prestar oído a tales reclamos si el gobierno ha decidido mantenerlo en su cargo a pesar de su desfiguro político?; sin importar el erróneo desahogo de un asesinato, de la persistencia de la inseguridad en la entidad y del tremendo costo social que tiene todo esto para los sinaloenses.

Dentro de la lógica de no admitir errores, ni comisión de delitos o faltas a quienes gozan del manto protector del gobierno, se mantiene al senador Adán Augusto López en su condición de coordinador del grupo parlamentario de Morena en ese órgano legislativo, pues debe retribuírsele los servicios prestados para lograr que en la sesión de aprobación de la reforma constitucional al poder judicial pudiera obtener los votos que faltaban, aunque ello fuera a través de métodos inconfesables de intimidación, corrupción y alineamiento de voluntades. Por eso las voces -tímidas, por cierto- que en la Asamblea de Morena decían no estás solo, no estás solo y que, a pesar de ser una frase repetida, no logró formar coro, lo que da cuenta de que sus propios correligionarios dudaron en respaldarlo abiertamente.

Es probable que para prevenir el desmantelamiento moral de Morena fue que promovieron un código de comportamiento de sus integrantes, de modo que la austeridad y la moderación fueran evidentes, para, en fin, que se orientaran en su comportamiento apegados a la honrosa medianía del precepto juarista; pero han sido evidenciados los viajes y visitas a establecimientos de gran lujo en el extranjero por parte de destacados integrantes del movimiento morenista. Exhiben lo superficial de los preceptos que dicen defender, al tiempo que lucen sus gustos exquisitos y placer de viajar que sólo atinan defender con el argumento de que son visitas y gastos pagados por ellos mismos. El dinero manda, pero falta saber cómo lo obtuvieron.

La percepción de corrupción ha venido creciendo en el país, y todo indica que esa apreciación es un reflejo de la realidad; pero se trata de una corrupción que debe ser protegida porque evidentemente es tolerada. La narrativa de Morena debe ser blindada, deben acreditar que a pesar de todo les asiste la razón y, para lograr que así sea, han construido un marco institucional para garantizar que la razón tiene dueño.

La desaparición de instancias autónomas y el alineamiento de los poderes judicial y legislativo operan, precisamente, en torno a la idea que la razón tiene dueño. En ese andamio habrá de colocarse la próxima reforma electoral para debilitar a la pluralidad y disminuir a la oposición.