Hay una parte de mí que se conmovió al ver tanta gente reunida en la marcha del presidente, porque aunque él la llame “del pueblo”, todos sabemos que fueron los XV Años que toda quinceañera quisiera haber tenido.

Hubieron cientos de chambelanes. Y damas de honor. Los demás fueron los invitados a comerse una torta y un refresco.

El presidente bailó su vals entre el vaivén de las olas de gente que lo empujaban...

El presidente con su ropa intacta. Y su cabello… su piel pálida aunque estaba asoleado.

Y todos aplaudían…

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Las porras y vítores se escuchaban

El vals de Obrador fueron sus XV años que nunca celebró.

Y es que aunque la fiesta de XV años es típica de las mujeres, los hombres siempre han querido que también se les celebre.

Fue su festejo de  XV años. No hubo padrino.

Él fue el Padrino.

No hubo madrina. Él era el todo. No necesitaba de nadie. Y no necesitó de nadie.

Pocas fans pudieron tocar a su ídolo. Sólo los consentidos estuvieron cerca. Como la película de El Padrino…

Y ya. Ya pasaron más de 24 horas de la marcha.

El presidente sigue igual. El país sigue igual. Claudia Sheinbaum sigue igual. Mario Delgado sigue rogando por atención y Marcelo Ebrard es el niño perdido.

Sigue enojado y muy enojado porque hoy se pospuso la votación para la reforma electoral porque los de Morena, esos que la apoyan, la echaron para atrás porque ellos mismos ya no saben cómo pelear por lo que su líder les pide.

Me imagino al presidente manoteando y diciendo para sus adentros “bola de inútiles, déjenme que lo haré yo” por lo tanto se encuentra preparando 6 leyes secundarias que va a presentar.

Imagino que para el presidente está famosa reforma al INE lo debe de tener harto.

Pero si suelta el tema, siente que pierde.

Los XV años del presidente fueron un éxito, pensó la familia y los seres queridos.

Los gorrones habrán dicho que fue maravillosa también.

Pero al día siguiente llegó la cruda… cientos de personas cansadas e insoladas viajando en camiones ahí a su suerte…

Ya habían hecho bola. No importaba lo que sería de ellos después.

Mi respeto para el presidente porque salió con saldo blanco de su marcha. Admiro que tanta gente lo ame, sí: demostró que lo adoran.

No sé si eso nos ayuda como país.

No sé si el que lo adoren tanto abone en algo al país y supla y cubra las necesidades que sangran a la nación.

Ya tuvo sus XV años, y luego querrá su festejar sus bodas de aluminio, de plata, de incienso, de oro… y así.

Cientos de millones de pesos se nos irán en que el presidente sea visto.

Él necesita ser visto. Vive de ser visto.

Pero ya se está cansando , y ya todos estamos cansados...

Él dice que es feliz…

Yo solo lo observo de lejos… y ahora ya camina lerdo… viejo mi querido viejo, como diría la canción.

Me duele verlo tan lejano a mí. Como si fuera un presidente de otro planeta. Pero no el mío, y eso es porque él no me quiere, porque yo no lo quiero.

Pero no se esfuerza en ser querido por aquellos que no lo terminamos de entender.

Yo no asistí a sus XV años… me hubiera dado mucha angustia ver a un hombre mayor siendo aplastado. Pero él me hubiera dicho si me conociera “no… no me están aplastando, están bailando conmigo”.

Así mira al presidente a los que le aplauden.

Y ya, insisto, ya pasaron más de 24 horas de la marcha y nada ha cambiado.

El vals sigue… la música de fondo... Los vítores y porras…

Mi país sigue igual.

¿Cuántas fiestas más se necesitan para que algo cambie en verdad?

¿Cuánto dinero más invertido en estas fiestas vamos a permitir que se distribuya?

En fin…

Escribo para desahogarme, porque nada cambia.

Pero me desahogo y eso es ganancia.

Gracias por leerme, gracias por permitírmelo.

Es cuanto.