Recompensaremos y alentaremos a los gobiernos, partidos políticos y movimientos del hemisferio que estén alineados, en términos generales, con nuestros principios y estrategia. Estrategia de Seguridad 2025 US.
Complicado, muy complicado no solo para la presidenta Sheinbaum y su partido, sino para México, la nueva estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos dada a conocer casi al tiempo que se celebraba el primer encuentro con el presidente Trump en Washington, en el marco de las actividades del Mundial de Futbol 2026 que los medios lo presentaron en tono festivo y hasta triunfalista para la presidenta. La Estrategia 2025, reivindica expresamente la doctrina del presidente James Monroe, que a principios del siglo XIX reclamó para Estados Unidos el derecho sobre todo el continente americano. En la nueva versión, la preocupación central es China, y el documento plantea, igual que antes, exclusividad económica, militar y política en la región.
Para México, el mensaje es ominoso. El gobierno norteamericano afirma: “Todos los funcionarios estadounidenses que trabajen en la región deberán conocer el panorama completo de la influencia externa nociva y aplicar simultáneamente presión, incentivos y mecanismos diplomáticos para proteger nuestro hemisferio”. Los objetivos para el hemisferio occidental pueden resumirse en “Incorporar y Expandir”. “Incorporaremos a amigos ya establecidos en el hemisferio para controlar la migración, detener los flujos de drogas y fortalecer la estabilidad y la seguridad en tierra y mar. Expandiremos nuestra influencia cultivando y fortaleciendo nuevos socios, al mismo tiempo que reforzamos el atractivo de nuestra propia nación como el socio económico y de seguridad preferido del hemisferio”. El intervencionismo ahora es política de Estado: está por escrito y firmado por el presidente norteamericano.
Es evidente que México es considerado un “amigo establecido” y que las exigencias básicas son controlar la migración, neutralizar a los cárteles, fortalecer la estabilidad y la seguridad, reubicar cadenas de manufactura cerca de Estados Unidos (nearshoring) y desarrollar economías privadas locales. Como si se tratara de una postura aplicable por a Brasil o México, el documento expresa disposición a trabajar “con gobiernos con visiones distintas, con los que, sin embargo, compartamos intereses y deseen trabajar con nosotros”. El mensaje es inequívoco: alinearse a cambio de los beneficios de la vecindad con la economía más próspera del mundo.
Ahora adquiere sentido la manera como el presidente Trump se ha arrogado el derecho de intervenir en los comicios de Argentina y, recientemente, en los de Honduras, y cómo hace ver que la intervención en Venezuela obedece más a objetivos políticos que al combate al tráfico de drogas. Esto significa que no basta con el fortalecimiento de la democracia como tal, sino que se privilegian los proyectos políticos afines a la visión del mundo del trumpismo: la hegemonía económica, política y militar de Estados Unidos en su versión más retrógrada, racista e intervencionista. A Trump no le interesa tanto promover la democracia en Venezuela; va por el petróleo.
Bajo la doctrina Monroe, EU apoyó la independencia de Texas bajo la idea de impedir interferencias europeas. Entre 1846 y 1848 la integró a su territorio. Fueron los mexicanos quienes derrotaron y expulsaron a las fuerzas invasoras durante la intervención francesa. No fue casual que el golpe de Estado contra Francisco I. Madero fuera orquestado por el embajador norteamericano Henry Lane Wilson. En 1914, Estados Unidos ocupó el puerto de Veracruz y posteriormente invadió territorio nacional para perseguir infructuosamente a Francisco Villa. En otros países de la región, en el marco de la Guerra Fría, sirvió a las peores causas, como los golpes militares contra gobiernos civiles electos democráticamente, particularmente en 1954 al derrocar a Jacobo Árbenz Guzmán en Guatemala —por oponerse a los intereses de la United Fruit Company—, y en 1973, al apoyar el golpe contra Salvador Allende en Chile.
Es probable que el ciclo del trumpismo como política internacional y doméstica se vea acotado tras las elecciones intermedias de noviembre del próximo año. El escenario apunta a una derrota electoral estrepitosa. Sin embargo, existen determinaciones que trascienden a los gobiernos, como los acuerdos comerciales. Por su parte, la postura de la presidenta Sheinbaum para lidiar con el gobierno norteamericano ha probado ser la correcta. El objetivo es ganar tiempo. Trump será presidente formal durante tres años más, pero se convertirá en menos de once meses —como se dice en el argot político estadounidense— en un lame duck, pato lisiado.
