Los años mundialistas suelen ser excepcionales. La emoción se siente, el nerviosismo aumenta y algunos conocimientos empíricos relucen por parte de aficionados y prensa especializada.
El ciclo mundialista de 2022 está por llegar a su final y como cada cuatro años, solemos atribuir ciertos fenómenos al mismo: por ejemplo, un jugador habitual de la Selección que tiene un descenso de nivel lo justificamos con “se está cuidando para el mundial” y es que ¿Qué jugador quiere lesionarse en la recta final? Y si recurrimos a esta sabiduría futbolera muy popular podemos encontrar muchas situaciones más en que la respuesta tiene que ver con el año en que se juega el mundial.
Mientras todo sigue su camino, en Europa, existe una corriente que toma más fuerza y que se refiere a que no se percibe el mismo entusiasmo entre los fans de cara al máximo evento del fútbol. En lo personal, como gran apasionado del futbol me cuesta entenderlo, pero también veo con cierta intriga las pláticas sobremesa, los artículos especializados y alguna que otra opinión mordaz sobre como está siendo percibido Qatar dentro del contexto europeo y la mirada tan particular que tienen de las cosas.
Ya todos sabemos de las críticas existente por la forma de adjudicación de la Copa, el tema de derechos humanos y muchos otros argumentos que ya se han debatido en todo el orbe. Hay uno que me llamó la atención y se me hizo muy interesante la forma en que se está abordando.
Existe una preocupación porque la Copa del Mundo sea sostenible y climáticamente neutral. La razón principal que argumentan quienes sostienen esto, es que no se analizó debidamente el impacto que puede tener el hecho de que haya demasiados aficionados en un espacio tan reducido. En Europa, se prevé una crisis energética derivada de la Guerra en Ucrania y por ello, hay una conciencia distinta sobre el uso de las mismas.
Y es que uno de los grandes desafíos del Mundial, es hospedar y desplazar a los aficionados. Muchos aficionados aún no encuentran la mejor forma de hospedarse y aunque hay hoteles, cruceros y hasta “tiendas” en el desierto, la realidad es que se están estableciendo soluciones como el “puente aéreo” que permita a los fans trasladarse en las mañanas desde países vecinos, llegar a Doha, presenciar los partidos y regresar el mismo día por la noche. La fase de grupos demandaría 160 vuelos de enlace lo cual elevaría el tráfico aéreo y obviamente con un significativo impacto ambiental.
No solo eso, los argumentos también pasan por los venues. El tener estadios climatizados, que son un portento de tecnología e innovación, tendrán un consumo de energía por partido que equivaldría al consumo de un asentamiento de cinco a 10 mil habitantes, o eso es lo que reportan los que analizan el posible impacto ambiental.
En Alemania, por ejemplo, el tema de la sustentabilidad ambiental es cosa seria, especialmente entre los jóvenes, y por eso existe este debate; además de que no les ha encantado nada que la Copa del Mundo se haya ido al invierno, que como dicen otros, ha convertido el tema en “eurocéntrico”. Sin embargo en algo llevan razón, está siendo atípico.
La emoción está “tardando” en llegar, habrá tiempo para reflexionar muchos temas alrededor, pero cuando la pelota empiece a rodar, la pasión ahí va a estar, de eso no tengo ninguna duda.
Así se está viviendo hasta hoy el pulso en Europa rumbo a la Copa. Mientras tanto, las ligas están empezando y ya se comienzan a oír los comentarios y presagios sobre quienes podrían o no llegar a jugar en Qatar.
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