Me refiero en este espacio a dos medios de comunicación abiertamente contrarios a la autoproclamada 4T: Latinus y Atypical TV. Como se sabe, el primero cuenta con analistas destacados, tales como Jesús Silva-Herzog, Denisse Dresser, Lorenzo Córdova, entre otros, mientras que el segundo es el canal de YouTube dirigido por el publicista Carlos Alazraki. Si bien son distintos en sus tareas, ambos comparten el hecho de convocar analistas ostensiblemente críticos del régimen.

Latinus y Atypical TV han sido capaces de hacer crecer sus audiencias. La dirección de Carlos Loret de Mola al frente del primero ha hecho posible la identificación del “antiobradorismo” con este espacio. ¿No fue el propio AMLO quien convirtió al propio Loret en un cuasi enemigo del Estado mexicano?

El canal de Alazraki, por su parte, ha aumentado considerablemente los números de sus audiencias. En días recientes él mismo ha anunciado que tendrá participación en Canal 40 de TV Azteca, a la vez que contará -según lo ha hecho público- con una plataforma transmitida directamente desde Estados Unidos.

A pesar de los avances de estos medios en términos de número de visualizaciones y suscriptores, el problema central permanece: no han sido capaces de penetrar en el electorado morenista.

Un votante de Morena, claramente identificado con la 4T, difícilmente estaría dispuesto a tolerar cinco minutos de Brozo o de Javier Lozano, o de Lorenzo Córdova o de Ángel Gurria. Estos personajes son, al parecer del simpatizante del partido oficial, una pandilla de impresentables que no buscan otra cosa más que “recuperar” sus privilegios, retomando la absurda línea propagandística del obradorismo.

En suma, el puñado de canales de comunicación de oposición han sido incapaces - estimo- de convencer a un solo votante morenista. A la luz de los sondeos de opinión y de los propios resultados de las pasadas elecciones, la oposición está obligada a no solo conservar la fidelidad de sus simpatizantes a través de los citados canales, sino de atraer, aunque sea con números incipientes, a los votantes del oficialismo. No lo han hecho, y por tanto, la propaganda oficial continúa adelante en la lucha por la “legitimidad pública”, y muy probablemente se verá de nuevo en las urnas.