Han corrido ríos de tinta en torno a la reforma al poder judicial. Se trata, sin temor a exagerar, una de las peores decisiones de Estado jamás tomadas en la historia del país.

Todo inició mal. Primero, el oficialismo, con la complicidad del INE y del Tribunal Electoral, se quedó con mayoría calificada en la Cámara de Diputados. Acto seguido, mediante una operación de la peor bajeza, obligaron al impresentable senador Yunes a sumarse a su bancada. Fue una vergüenza.

A partir de aquel momento el Congreso morenista comenzó a construir un batiburrillo de reforma e intereses políticos con el objetivo de que el pueblo “eligiese” a hombres y mujeres cuyos nombres son desconocidos por la inmensa mayoría de los mexicanos. Buscaban destruir – y lo han hecho – la República mexicana como se le conoce, es decir, la división e independencia de cada uno de los poderes de la unión.

Ha sido bien señalado que la reforma judicial no es más que un vulgar intento de someter a los jueces y magistrados a lógicas políticas con el propósito de que solo aquellos pre seleccionados que cuenten con la movilización de gobernadores y alcaldes alcancen el cargo .

Ha sido informada también la presencia de candidatos ligados al crimen organizado. El régimen ha buscado justificarlo con la idea de que se trata solo de un pequeño porcentaje. ¿Qué diferencia puede hacer si son –según dicen los propagandistas- apenas una veintena de juzgadores ligados a intereses oscuros? ¿Fue un error de los comités o el resultado de la voluntad de incluir a los suyos? Son ineptos y sinvergüenzas.

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La presidente Claudia Sheinbaum ha salido con una nueva. Según dijo ayer en su conferencia, basta con que cinco millones de mexicanos participen en los comicios, es decir, alrededor del 5% del padrón electoral, para asegurar que se ha llevado a cabo un ejercicio democrático. En otras palabras, según dice la jefa del Estado, habrá democracia y legitimidad mismo si los candidatos al poder judicial cuentan apenas con el cinco por ciento del “respaldo popular”.

Sheinbaum se ha lavado las manos anticipadamente. Una vez concluidas las elecciones, saldrá ufana a cantar que México se habrá puesto en la cima del mundo tras haber organizado los primeros comicios judiciales en la historia de la humanidad. Patético.