En medio de la polémica reciente en torno al fallo de la Suprema Corte en relación con la deuda fiscal de Ricardo Salinas, el empresario y un buen número de comentaristas en redes sociales han alzado la voz para acusar al Tribunal de haber virado hacia el comunismo. Nada más fuera de lugar y de toda proporción.

México no es único en el mundo, sino que esta retórica ha estado en boca de los partidos denominados “de derechas”. De igual manera, se han opuesto a cualquier idea de reforma fiscal dirigida a que los más acaudalados paguen una tasa impositiva mayor, mientras que las clases medias disfruten de beneficios fiscales.

No saben lo que dicen. La recaudación es el principal instrumento de financiamiento de un Estado. Éste, por su parte, debe ser responsable de una utilización adecuada de los recursos. Debe evitarse el dispendio (al estilo Noroña y demás impresentables) y asignar el dinero hacia áreas estratégicas tales como seguridad, educación y salud.

Las prácticas vergonzosas de los gobiernos en relación con el dinero público parecen ofrecer incentivos para que el contribuyente busque, por distintos medios, evadir sus responsabilidades fiscales. Si México fuese como Dinamarca (haciendo alusión al país favorito del obradorismo), donde existen altos impuestos pero hay servicios públicos de calidad, la evasión fiscal sería menor, y los mexicanos tendrían acceso a una vida digna.

Sin embargo, la crisis de seguridad, la tragedia educativa, el estado de las calles, la falta de medicinas, el quebranto de Pemex y la pauperización del sector salud, entre otros indicadores, apuntan hacia una irresponsabilidad absoluta en el manejo del dinero público, lo que promueve naturalmente el descontento entre los contribuyentes.

Las columnas más leídas de hoy

No, el mal uso de los recursos públicos por parte del gobierno en turno no es una justificación para evadir las responsabilidades fiscales, pues representa una violación del marco legal y un atentado contra el Estado de derecho. Lamentablemente. Si bien todo ciudadano no quisiera ver el dispendio, el lujo desmedido de los políticos, el paupérrimo estado de la educación, la putrefacción de la clase política y el control del crimen organizado, la obligación persiste: aunque duela, se debe cumplir con las obligaciones.

En suma, el castigo de los contribuyentes contra un Estado que gasta mal no está en la evasión fiscal ni en el recurso de la informalidad, sino en las urnas y la exigencia efectiva de tener un mejor gobierno.