“El mayor espectáculo del mundo es un hombre luchando contra la adversidad.”

OLIVER GOLDSMITH

“Ya no hay valores, nadie sabe qué cosa es buena, qué cosa es mala, qué cosa es bella, qué cosa es fea. Vivimos en una de las épocas más confusas de la historia.”

MARIO VARGAS LLOSA

Luces, cámara y ¡acción! El juicio penal en contra de Donald Trump ha comenzado. ¿Show o justicia? Podrían ser ambas cosas; no son excluyentes. El señor clama que se trata de una cacería de brujas (si acaso, más bien, de esperpentos naranjas…) y otros ven que la justicia allá en ese país sí se cumple, mismo cuando se trata de un expresidente de los Estados Unidos y de alguien quien busca regresar a la Casa Blanca.

Como sea, apuesto que el personaje, muy para sus adentros, disfruta del espectáculo. Trump lleva más de seis meses usufructuando la conjunción que significa ser el virtual candidato presidencial de los republicanos y al mismo tiempo estar siendo acusado de diversos cargos. Se ha beneficiado al presentarse en mítines y en las redes sociales como la víctima de “procesos penales por motivos políticos tendientes a descarrilar su candidatura”...

Somos testigos del primer juicio penal contra un expresidente de los Estados Unidos, en el cual se le acusa de alterar registros financieros para encubrir pagos hechos con el objetivo de silenciar noticias sobre su vida sexual. Y no será lo único, pues vienen otras actas acusatorias por delitos que van desde el tener en su poder documentos confidenciales del gobierno (en uno de sus baños, de hecho), hasta conspirar para anular una elección…

Trump domina a la perfección eso de retratarse como víctima; ¡un hombre contra el sistema!

Pero el asunto es que ha tenido éxito, lo cual es indicativo de nuestra equivocada noción del quehacer político y social. Una distorsionada visión de lo que se espera del compromiso cívico de la población. Este, más volcado en el entretenimiento que en el genuino compromiso con el desarrollo de la democracia. La madurez social completamente ausente.

A estos personajes, detentar todo el poder no les es suficiente. En un juego muy perverso hacen creer que solo ellos pueden cambiar al país; así, sin instituciones, sin contrapesos, sin diálogo con los críticos, con la disidencia o con los “adversarios”. Esto es, sin considerar a una buena parte de la población…

Trump sabe su rollo. En el juzgado se sentó en la mesa de los acusados junto a sus abogados. En el colmo del cinismo ahí, en ese espacio, vende biblias (59.99 dólares) que incluyen la Constitución, la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos y el himno nacional. Pide que “América rece de nuevo”. Algo así como López Obrador promocionando su más reciente libro…

Viniendo de un violador, de un defraudador y de quien es acusado de conspiración, debería ser un insulto para los evangélicos que lo secundan y que financian sus ambiciones políticas. Otra muestra de lo hipócritas que se han vuelto nuestras sociedades.

Sin embargo a Trump no se le acusa —no en estos momentos al menos— de ir contra su patria: intentar asirse al poder o intentar destrozar a la Suprema Corte de Justicia o de embaucar al Congreso (aun hoy a la fracción republicana). O de torpedear las instancias que sirven de contrapeso al poder ejecutivo. Se le acusa de soborno, de defraudación y de obstrucción de la justicia.

Mismo si fuese encontrado culpable, al pueblo norteamericano le quedará a deber lo más importante. Ser procesado por mitómano. Por creerse y ufanarse de ser el “mejor” presidente del orbe. Por vender a sus fanáticos la idea de que él todo lo podía arreglar. Mismo hoy sigue con su mitómano discurso: “si yo fuera presidente, el conflicto entre Israel e Irán no hubiera estallado” (¿algún fundamento para sostener esa afirmación?). Por señalar de hipócritas y desleales y por exponer a periodistas que cuestionaban su actuar; que cumplían con su profesión de interrogar al poder y de mostrar las incoherencias y pifias de cualquier gobierno.

Por dar, desde la presidencia, información privilegiada a sus hijos y a su yerno y que con ello hicieran negocios al amparo del poder. Por haber dejado sembrada la duda sobre las elecciones del 2020. Por azuzar a fanáticos para tomar el Capitolio, cuando entrevió que la voluntad de un aspirante a dictadorzuelo vale más que la votación de toda una nación…

Por despreciar a las instituciones que sirven de contrapeso al poder ejecutivo; por promover ahora un complot imaginario para que, de perder en las elecciones de este año, él pueda vociferar: ¡Fraude!

La punta del iceberg de tropelías, corruptelas y hoy apenas un atisbo de justicia para quien se considera superior a todos los electores.

Así se socavan las democracias.

Giro de la Perinola

1. ¿Suena conocido? ¡Por supuesto! Si usted al leer este artículo pensó en López Obrador, le digo: está en lo correcto. Él y los obradoristas han jugado la carta de víctimas toda su vida. Incluso a pesar de ser violadores seriales de la ley, declarados criminales y otras cosas peores. Igualito que Trump.

2. Arturo Zaldívar busca implementar esa misma estrategia (que al tabasqueño le guste o no que el ministro en retiro quiera equipararse con él, es otro asunto…). Como buen cuatroteísta, a Zaldívar le corresponde ponerse el disfraz.

3. El premio a la incongruencia norteamericana es para quienes piensan votar por Trump porque no apoya el aborto pero pasan de largo sus fraudes, su desprecio por la vida humana (especialmente si son migrantes o mujeres).