La heroicidad por sí misma es poco común, adquiere relieve cuando una conducta ejemplar se hace presente en la circunstancia adversa, cuando el sentido del deber se antepone a todo, especialmente a lo más preciado, la vida. Así debe contemplarse la conducta del contralmirante Fernando Rubén Guerrero Alcántar, quien era director general de Recaudación de Aduanas. Debió dolerle profundamente ser testigo de la descomposición en casa y resolvió presentar denuncia a su superior, almirante Rafael Ojeda, el 14 de junio de 2024, señalamientos ratificados el pasado 10 de octubre, ante el nuevo titular de la Marina, Raymundo Pedro Morales.
La conducta del marino Guerrero Alcántar es ejemplar. Denuncia a los sobrinos protegidos por el almirante secretario Ojeda ante él mismo. Como es conocido, después de la entrevista con el secretario Morales da a conocer su ubicación para que sicarios días después lo ejecutaran. ¿Quién filtró la información de su paradero? Es asunto por investigar de parte de la Fiscalía a cargo de Alejandro Gertz Manero.
La indagatoria sobre el homicidio se ha integrado al expediente del contrabando de combustibles mal llamado huachicol fiscal, que ha llevado a la detención de uno de los sobrinos del almirante Ojeda y el otro está prófugo, además de otros señalados, marinos, funcionarios y empresarios. Pesa sobre la Marina actuar para superar la herida profunda que, por comisión u omisión, propinó el almirante Rafael Ojeda, con la complacencia del presidente López Obrador y del titular del Centro Nacional de Inteligencia, general Audomaro Martínez.
La presidenta Sheinbaum ha tenido el valor de abrir el caso, aunque pesa el fallido e inocuo intento de exculpar al almirante Ojeda. No importa, la investigación sigue su curso y como tal es muy encomiable y explicable la postura del almirante secretario Raymundo Pedro Morales, quien refiere un golpe de timón para salvar a la institución orgullo de México, al tiempo que ratifica su compromiso con la verdad.
Encomiable y explicable su postura, pero más que todo, obligada. La gravedad de la situación lleva a reconocer la descomposición de la Marina a la que le llevó López Obrador. La corrupción es generalizada, en el sentido de que requirió el contubernio de otros mandos marinos, funcionarios, empresarios y hasta grupos criminales, como se expone en la denuncia del contralmirante Guerrero Alcántar, documento del conocimiento público, para bien del país y de la misma Marina si se considera que esa conducta hace pensar que son muchos los oficiales allí y en las Fuerzas Armadas que rechazan la venalidad que se ha extendido en todo el servicio público y, desde luego, en las Fuerzas Armadas, por un presidente que hasta antes del cargo las denostaba.
El documento es un ejemplo de valor, dignidad y entereza que mueve y conmueve a todos. No es el silencio sino la denuncia lo que corresponde. Que haya sido un miembro de las Fuerzas Armadas revela el patriotismo que allí persiste a pesar de la descomposición. No hay precedente en estos siete años de conducta semejante; complicidad y silencio es lo que acompaña al cáncer de la corrupción (existe la versión no documentada de que el director de aduanas Rafael Marín también comentó al respecto al presidente López Obrador sin consecuencia alguna). Por esta consideración debe reconocerse a la presidenta Sheinbaum, al almirante secretario Morales, al fiscal Gertz y al secretario García Harfuch.
El proceso inició y será imposible acotar la responsabilidad a mandos medios. Las responsabilidades están al más alto nivel del gobierno y de la Marina por las dimensiones del negocio ilícito de contrabando, la compleja red de complicidades, el perfil de los involucrados y el tiempo en que tuvo lugar.
Las palabras del almirante Morales de este 16 de septiembre son un reconocimiento de que la verdad, por dolorosa que sea, es necesaria para encarar los actuales problemas; efectivamente, “era imperdonable callar”. No hay razón política que se sobreponga a la justicia y a la necesidad de limpiar a las instituciones del oprobio de la venalidad. Sus palabras son obligadas ante la heroicidad del marino caído en el cumplimiento del deber. Las autoridades habrán de actuar en consecuencia y llevar a la justicia tan lejos como se requiera para sancionar el abuso y las conductas criminales. Como bien se ha dicho, la causa originaria de la corrupción es la impunidad. Abatirla es deber de todo buen mexicano.