“Urge que los mexicanos nos veamos en el espejo de Venezuela”, dice hoy en Reforma un articulista que firma con seudónimo, Manuel J. Jáuregui —en El Norte, de Monterrey, su alias es El Abogado del Pueblo—.
Eso, mirar el espejo venezolano más importante —el de la injerencia ya militar de Estados Unidos— es lo que debe haber llevado a la presidenta Claudia Sheinbaum a su “sin comentarios” respecto de María Corina Machado.
Claudia no felicitó por segunda vez a María Corina por su Nobel, supongo, porque la líder opositora venezolana ha apoyado abiertamente la intervención de Estados Unidos en su país, y eso no es aceptable de ninguna manera, por más que Nicolás Maduro sea un dictador.
Si se aplaude que una figura opositora de otro país pida, o legitime, acciones de EEUU dentro de su propia nación, se abre la puerta a que lo mismo pueda ocurrir en México cuando así lo considere conveniente el establishment estadounidense.
Eso, darle validez moral a la intervención nada pacífica de EEUU en Venezuela, es lo que hacen periodistas importantes como Sergio Sarmiento, de Reforma, cuando justifican el respaldo de la venezolana María Corina Machado a lo que hace Estados Unidos contra el régimen de Nicolás Maduro, que será un dictador —y lo es, sin duda—, pero nada tiene de ético intentar derrotarlo con la fuerza de las armas de una potencia extranjera.
Cito a Sarmiento: “María Corina ha respaldado medidas de Estados Unidos contra el gobierno de Maduro como la confiscación de un buque petrolero. Ha declarado que el régimen está utilizando recursos ‘de actividades ilegales, incluido el mercado negro del petróleo, no para dar comida a los niños hambrientos, ni para los profesores que ganan un dólar al día, ni para los hospitales de Venezuela’, sino ‘para reprimir y perseguir a nuestro pueblo’. No sería la primera vez que se utiliza la presión económica para debilitar a un régimen autoritario. México apoyó en los setenta, recordemos, las sanciones económicas contra la Sudáfrica del apartheid”.
Sorprende que un analista tan serio como Sarmiento piense que confiscar un buque petrolero, solo con el derecho que a EEUU le da su fuerza militar, es una sanción económica. Eso es más parecido a una declaración de guerra que a una presión comercial como las que recuerda el colaborador de Reforma contra la Sudáfrica del apartheid.
Calificar de correcto y favorable a la democracia lo que hace Estados Unidos en Venezuela —y considerar paradigma de libertades a una venezolana que lo ovaciona desde los reflectores del Nobel— equivale a desacreditar el principio de no intervención y, peor todavía, a creer que es justo que las potencias extranjeras se involucren en la política doméstica de Estados más débiles.
Sergio Sarmiento no comprende que si abrimos esa puerta, cualquier día, cualquier nación más poderosa intentará cruzarla en México.
¿O de lo que se trata, querido Sergio, es precisamente de darle legitimidad a lo que hoy ocurre en Venezuela para que la oposición mexicana, si vuelve a fracasar en las urnas de votaciones —lo más probable—, recupere el poder gracias a una intervención de Estados Unidos?
Posdata: México, por la enorme frontera compartida, tiene más motivos que cualquier país para rechazar la injerencia del vecino del norte.



