“El caos es amigo mío.”

BOB DYLAN

López Obrador se ufana de tener todo bajo control dentro de la 4t; en lo político-electoral y hacia dentro de Morena, particularmente. Pero el anuncio de que adelantará la(s) encuesta(s) para definir abanderado presidencial dice otra cosa.

Sus corcholatas se encuentran desbocadas. Y eso ha llevado a expresiones tan diversas como estas: Claudia Sheinbaum afirmando que las corcholatas no se pelean; Ricardo Monreal bajándose de la encuesta, Marcelo Ebrard pidiendo claridad en las reglas para la definición de la candidatura; Adán Augusto López presumiendo ser el as bajo la manga, y Gerardo Fernández Noroña quejándose del presidente AMLO (“el camarada está peor que el INE”).

Mandatario y electores habríamos de tener presente que en ocasiones ‘del plato a la boca se cae la sopa’ o, lo que es lo mismo: en un abrir y cerrar de ojos podría darse un proceso interno de sucesión mucho muy desaliñado en el partido en el poder.

Morena ‘es movimiento’; carece de la institucionalidad de los partidos. Está conformado por tribus y quizá el aglutinador de todos sus miembros no se dé abasto. Los tiempos se le adelantan y tal vez con eso está provocando el desmoronamiento.

Señales existen; no será tan sencillo que se aglutinen en la unidad que pidió López Obrador en Palacio Nacional el viernes 28 de abril pasado. No hace ni un mes de ello y hoy algunos maquillan las fuertes tensiones que existen.

Tal vez por eso la insistencia del jefe del Ejecutivo de construir un enemigo común a las corcholatas; mantenerlas unidas en contra de un objetivo (el INE, el INAI, ahora la SCJN). Mas las corcholatas no son tan obtusas; los “adversarios” convencen cada día menos y destinar tiempo y esfuerzo a combatirlos solo les resta atención para enfocarse en sus propias aspiraciones y proyectos. Poco a poco el presidente AMLO pierde control sobre sus pre candidatos.

Más allá de Fernández Noroña, quien siempre estuvo fuera de los tejes y manejes de Regeneración Nacional —y quien se encuentra ligado al PT y a otra corriente radical de izquierda no precisamente de Morena—, cada vez suena más la posibilidad de un rompimiento de parte de Ebrard y de Monreal.

De muto propio, el senador se baja de las encuestas a la Presidencia, si bien se barrunta que eso no significa dejará el barco de Morena ya que buscaría la candidatura a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Otros suponen que su intención es impulsar la candidatura del hoy canciller a la Presidencia. ¿A qué juega el legislador? ¿A ser el “hijo pródigo” que vuelve al redil, recapacita y ayuda a López Obrador, aconsejando prudencia a Ebrard? A ratos pareciera que eso es lo que hace, aunque dejando siempre un pie fuera por si decide salir corriendo. Las mismas previsiones hace Ebrard.

La salida de una sola corcholata no haría grandes destrozos en la 4t, pero tres ya sería otra cosa. Una suerte se efecto dominó; una protesta y otra y otra.

El escenario de efecto cascada cada día se asoma más y eso apura a López Obrador de sobremanera.

Pareciera que Morena se va partir exactamente por la mitad. Ni un poco más ni un poco menos. Se identifican dos bandos claramente: Claudia Sheinbaum con Adán Augusto (este último está para apoyar a la jefa del gobierno capitalino aunque, si se presenta le oportunidad de meterle el pie a ella, lo hará) y los amigos y compañeros, Marcelo Ebrard con Ricardo Monreal.

Si eso sucede, que puede ocurrir, significaría que todos, absolutamente todos los escenarios que se han analizado (y no me refiero solo vía encuestas de opinión, aunque también), se vienen abajo. Hay espacio para un cambio radical en el escenario político electoral.

López Obrador lo sabe y por ello los esfuerzos y las millonadas de pesos invertidas a plantearle al elector (y a las corcholatas perdedoras que considerarían emigrar) como inevitable el triunfo de Morena en el 2024. Lo repiten como mantra esperando la profecía se auto cumpla.

En lo particular, yo no le deseo al país una continuidad con el obradorismo, por lo que espero que el rompimiento en Morena sea el inicio de la caída de la 4t.

Cabe una pregunta, no obstante. Y esa es la que en lo personal me altera y mortifica: ¿será que López Obrador, en caso de darse el rompimiento en su partido, aproveche confusión y pugnas para ejercer su influencia más allá del 2024?

El señor ya ha avisado que no quiere soltar el poder. Ya sabemos también que no respeta reglas ni leyes. Razones de más para, de darse la necesidad, pulverizar el poco poder que tienen los hoy precandidatos de la 4t a la Presidencia de la República.

El atole se le hace engrudo, pero AMLO buscará la manera de no ahogarse.