Teatro es sinónimo de comedia. Sin público, el teatro o la comedia serían nada más manifestaciones artísticas. Con público alcanzan una categoría adicional: la del espectáculo.

Lo menciono porque la democracia ha hecho de la política un show; es la realidad y debemos aceptarla.

En el show de la democracia gana el actor —o la actriz— que más aplausos recibe. En efecto, en la comedia de la política los aplausos son votos y estos significan poder.

Israel Elejalde, actor español, seguramente molesto por la competencia desleal de la gente dedicada a la política, analizó muy críticamente esta actividad y la calificó como mala obra de teatro. Lo cito:

  • La política: “Un espectáculo que busca el entretenimiento”.
  • La política: “Una especie de obra de teatro dogmática, una mala obra de teatro”.
  • Un teatro, el de la política, que “nada tiene que ver necesariamente con la realidad sino con aquello que nos interesa que sea la realidad”.
  • El público dice a los actores del teatro de la política: “Yo creeré aquello que me interese”.
  • Y el actor político, el que quiere avanzar, responde a su público: “Yo pronunciaré las palabras que quieres oír”.
  • “Los políticos cada vez más se parecen a actores que representan papeles… Estudian sus movimientos, cuidan su vestuario, estudian oratoria, analizan la gestualidad de las manos, las inflexiones del discurso”.
  • Así vista, en la comedia de la política “no hay relación con la verdad”.
  • Pero “debería ser importante intentar acercarse a la verdad. Intentar desarrollar una ética en la política”.
  • Shakespeare en Ricardo III: “Desde que cualquier estúpido puede ser noble, todos los nobles se han vuelto estúpidos”.

Lo positivo de la comedia política

¿Puede evitarse que todos los actores y todas las actrices de la política caigan en la estupidez diagnosticada por Shakespeare? En mi opinión, se puede y se debe.

Nada impide que, sin dejar de buscar el aplauso del público, los políticos —y las políticas— sean inteligentes, sinceros y apegados a la ética.

Un genio, Lope de Vega, supo escribir para el vulgo y dejó obras de arte que son patrimonio de la humanidad. Son famosos sus versos de 1602 en el Arte nuevo de hacer comedias:

“Escribo por el arte que inventaron

los que el vulgar aplauso pretendieron

porque, como las paga el vulgo, es justo

hablarle en necio para darle gusto”.

Lope de Vega

Sin duda se puede hablar en necio y hacerlo bien, hasta con sabiduría, como Lope de Vega. La política no dejará de ser teatro o comedia, así que quienes a tal oficio se dedican no dejarán de expresarse en necio para que la masa entienda. Y es que la masa es ignorante. Inclusive la persona muy preparada, cuando se deja atrapar por la muchedumbre, cae en la necedad.

Es cierto. En el graderío de un clásico de futbol es imposible no aplaudir una jugada espectacular aunque sea inútil y hasta perjudicial para alguno de los equipos y, por lo tanto, más bien merecedora de abucheos. En un concierto masivo de Luis Miguel seguramente el experto en canto no podrá evitar emocionarse cuando 10 mil personas ovacionen al intérprete, aunque técnicamente hablando esté fallando.

Lo mismo pasa en la manifestación política: se acude para gritar consignas y para sentirse parte de la multitud, no para estudiar objetivamente la realidad. Es lo que ocurrirá el próximo domingo: incluso personas absolutamente talentosas y dotadas para el análisis se dejarán llevar por el gentío y caerán en la irracionalidad de las cuentas alegres: hablarán de cientos de miles de asistentes y aun de más de un millón de hombres y mujeres. El odio a AMLO generará una aritmética absurda. Claro está, lo mismo ocurrirá en la siguiente marcha encabezada por Andrés Manuel.

Ojalá después de las marchas de ambos bandos, sin dejar de elogiar cada quien la suya, la objetividad aparezca y se presenten argumentos racionales y muy claros para justificar lo que se diga. Estamos necesitados de una discusión de altura en términos sencillos porque involucra a toda la nación.

“Al teatro le sobra el público”

Se supone que eso lo dijo el novelista y actor español Fernán Gómez. O quizá lo expresó de otro modo: “Me retiré del teatro porque los espectadores me molestaban”. Supe todo eso por un artículo de Jorge Fernández Bustos. Este escritor relacionó las palabras de Gómez con una expresión del poeta Horacio: “Odio al vulgo ignorante y me alejo de él”.

Con respeto a quienes integran la Suprema Corte de Justicia de la Nación, creo que a veces caen en la actitud altiva de Fernán Gómez: les estorba el público. Lo demuestran al nunca expresarse en términos que la gente no solo entienda, sino que también, al escucharlos o leerlos, a la gente entretengan. ¿No podrían ministros y ministras en sus sentencias, además de simplemente publicar el acostumbrado choro mareador de tesis, leyes, artículos, jurisprudencias, etcétera, igualmente darlas a conocer en versiones vulgares, comprensibles y amenas? Conste, no hablo de los boletines de prensa que el personal del área de comunicación social del poder judicial manda a los medios, que a veces son más insondables que lo redactado por los y las juristas. Hablo de explicaciones sencillas y breves… y, de preferencia, deleitables como material de lectura.

Hubo hace poco una sentencia en el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México que involucra a un menor de edad, cuya familia demandó a alguna compañía aseguradora. La jueza que le dio la razón al niño en la primera instancia tuvo la buena idea de redactar una versión especial para el pequeño en lenguaje perfectamente comprensible. Un economista de los buenos, con estudios de doctorado en su disciplina, dijo después de conocer la versión infantil de esa sentencia: “Es la primera vez que leo una resolución jurídica y la entiendo”.

Petición a los y las siguientes personas de la corte suprema:

  • Norma Lucía Piña Hernández, presidenta de la SCJN.
  • José Mario Pardo Rebolledo, presidente de la primera sala
  • Alberto Pérez Dayán, presidente de la segunda sala
  • Arturo Zaldívar Lelo de Larrea.
  • Ana Margarita Ríos Farjat.
  • Yasmín Esquivel Mossa.
  • Javier Laynez Potisek.
  • Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena.
  • Loretta Ortiz Ahlf.
  • Juan Luis González Alcántara Carrancá.
  • Luis María Aguilar Morales.

Aquí la petición atenta a la SCJN: ¿Sería mucho pedir que imitaran a Claudia Díaz Zepeda, jueza decimoquinta en materia civil del proceso oral del TSJCDMX y, después de que decidan lo que tengan que decidir acerca del plan b electoral, nos entreguen a mexicanos y mexicanas una “sentencia en formato de lectura fácil para el menor”, esto es, para que lo entienda todo el mundo?

Digo, por lo menos para que no queden dudas acerca de las razones que les lleven a declarar inconstitucionales —o no inconstitucionales— las reformas a la legislación electoral que defienden AMLO y la 4T. No es tan difícil escribir en forma sencilla, para el vulgo, para los necios como yo alérgicos al lenguaje jurídico.

Porque, en caso de que consideraran inconstitucional el plan b electoral, ministros y ministras si no fuesen claros al comunicar sus argumentos, perderían fácilmente el debate frente a un experto en el arte de hablarle al público, el actual presidente de México, que se las arreglaría —apuesto lo que quieran— para ligar esa posible sentencia de la corte con el juicio a Genaro García Luna en Estados Unidos y con la necesidad de que Felipe Calderón confiese sus complicidades con el cártel de Sinaloa.

Andrés Manuel sin duda es un genio para hablarle a la gente. Su único problema es que solo busca agradar a una de las tribunas, la de sus simpatizantes. Eso es bueno para su causa, pero malo para el país, que necesita más unidad.

En fin, ojalá la corte, además de la jerigonza leguleya que difundirá para justificar lo que decida sobre el plan b, ofrezca una “sentencia en formato de lectura fácil para el menor”. El ministro Pérez Dayán, a quien le tocó la papa caliente, es muy listo y podrá hacerlo.

Si no tiene tiempo, que la versión para todo público la redacten:

  • Una excelente escritora —poeta ella— que es ministra, Margarita Ríos Farjat.
  • O podría hacerlo Arturo Zaldívar, cuyos artículos en Milenio sobre temas complejos son fáciles de entender.
  • Supongo que Pardo Rebolledo tendría capacidad para elaborar un comunicado simple, ya que el tema lo ha reflexionado desde muchacho: de eso, de la reclamación electoral ante la corte, trató su tesis de licenciatura; no la plagió y, seguramente, se esmeró en escribir con toda corrección acerca de un asunto que tanto ha cambiado desde que él era estudiante, cuando todavía no había democracia en México.
  • Por lo demás, es una tarea que podría encomendarse a sí misma la presidenta de la SCJN, Norma Piña, quien publica en Excélsior textos feministas bastante claros. Por cierto, la columna de la ministra presidenta tiene un nombre, Extramuros, palabra que con varios significados, pero uno en particular viene al caso: fuera de la ciudad amurallada. Es decir, ella para cumplir como columnista del periódico de Olegario Vázquez Aldir abandona no tanto el recinto de la corte, sino la jerga legal para lograr escribir con sencillez y que se le entienda.

Hablar en necio, pero con talento

No se trata de que ministros y ministras de la corte le ganen el debate a AMLO, que no se lo van a ganar. Lo que propongo es que en el teatro o en la comedia de la política mexicana se siga hablando para la gente, pero con inteligencia y ética, a la Lope de Vega, esto es, con maestría para hablar en necio al vulgo, que es el que paga —impuestos, por cierto—, y desde luego el que paga manda. Esta ley neoliberal no hay manera de echarla abajo.

Leí en El País una entrevista a Frank Doelger, productor de Juego de tronos, obra maestra de la televisión. ¿Cómo hizo algo de tanta calidad? Fácil: “Piensa en el espectador y ya está”. Nada de odi profanum vulgum. ¿Queda claro, señores ministros, señoras ministras?

Todas las personas que participan en la comedia de la política deben agradar al público o, al menos, ser muy claros acerca de lo que hacen. No es correcto encerrarse en sus muros ideológicos o jurídicos.

Debe todo el mundo actuar como Andrés Manuel: a la gente. Y, aprovechando la ocasión, al presidente le suplico que vuelva a su obra de arte de la campaña de 2018: hablarle a toda nuestra sociedad, no solo a la izquierda.

Lo mejor que AMLO puede hacer ahora, al final de su sexenio, ya concretadas sus principales reformas, es trabajar para legar a quien llegue a la presidencia condiciones para unir a un México que sin duda está excesivamente polarizado.

Posdata

Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard a diario hablan a la gente, al menos lo intentan. Se esmeran en que el público les entienda. Si la jefa de gobierno encabeza las encuestas de preferencias electorales se debe a que lo hace sin irse al extremo de la zafiedad, que el canciller no ha podido eludir en sus demasiadas apariciones chistosas de TikTok. La templanza es importante. Adán Augusto López no habla a la sociedad, sino a la clase política: busca que la candidatura presidencial le llegue por presión de gobernadores de Morena e integrantes del gabinete presidencial; como en los viejos tiempos, sí. Ricardo Monreal logró hablar a la ciudadanía que rechaza a AMLO, pero sus palabras no fueron congruentes con sus acciones y terminó por ser considerado traidor tanto en Morena como en la oposición. Gerardo Fernández Noroña confunde hablar como la gente con ofender a quien se le ocurra; le ha funcionado para ser conocido, pero no para ser plenamente aceptado como presidenciable. En la oposición, Lilly Téllez como estrategia optó por el estilo Noroña: no le ha ido mal en términos de hacerse notar, pero ha incrementado bastante su déficit de credibilidad. De Santiago Creel lo único que se espera, en lenguaje culto o vulgar, es que se lance contra Felipe Calderón; se deslindó Creel de García Luna, pero este no habría podido trabajar para el narco si Calderón no se lo hubiera permitido.