Querétaro, ciudad de cantera y conspiraciones, nos tiene acostumbrados a mirarnos al espejo de su historia con solemnidad. Sin embargo, pocas veces se nos ofrece la oportunidad de vivirla con los sentidos, de saborearla y beberla hasta hacerla nuestra.
Eso es precisamente lo que ocurrió en el estado que puede dar una vuelta a las experiencias que se necesitan hoy en día en los destinos de forma turística.
Fue el Hotel Plaza de Armas, el lugar que albergó “La Cena de los Conspiradores”, una experiencia que desbordó la etiqueta de espectáculo gastronómico para convertirse en un ritual de memoria viva.
La iniciativa, en colaboración con Casa Concheros, no fue solo un homenaje a la Independencia, sino un ejercicio audaz de creatividad cultural. Transformar un episodio histórico en una cena inmersiva donde actores, platillos y vinos dialogan con los comensales es una propuesta única en el destino, y diría más: es una ventana a un nuevo modelo de turismo que Querétaro necesita abrazar.
Lo novedoso aquí no es únicamente la teatralidad —los actores que susurraban frases como “Callad, que las paredes oyen”—, sino la fusión magistral de historia, gastronomía y vino queretano en un mismo relato.



En lugar de escuchar a un guía repetir fechas, los asistentes conspiraron de verdad, se sintieron parte de un secreto compartido y brindaron por una patria que, por unas horas, volvió a gestarse entre cucharadas de chile en nogada.
Y qué decir del menú: la cena recorrió los sabores de la cocina queretana con respeto, atrevimiento, pero fue el chile en nogada quien se erigió como símbolo de la noche. No solo como platillo estelar, sino como metáfora: los colores de México puestos en el plato, la independencia transformada en bocado, la memoria convertida en experiencia.
Aquí el estado ha dejado ver no solo que ya hay un chef que encabeza la gastronomía contemporánea del destino como Israel Soriano, de Casa Concheros, quien estuvo a cargo de toda la cena.
Se vieron platillos de tradición como la tostada arriera, la crema de camote amarillo, el pastel de requesón con mermelada de xoconostle y la estrella el famoso chile en nogada, que además formó parte de un festival que también está dando de qué hablar del ‘Festival del Chile en nogada’ del chef Jorge Orozco.
Querétaro ha hecho de su patrimonio histórico un imán para el turismo, pero iniciativas como esta demuestran que aún hay caminos por explorar.
La gastronomía como vehículo de memoria colectiva es un terreno fértil que podría darle al destino una voz distinta, fresca y profundamente identitaria.
“La Cena de los Conspiradores” no fue una anécdota más: fue un manifiesto. Un recordatorio de que la historia no tiene por qué permanecer en museos o libros, sino que puede servirse en copas de vino, reinventarse en recetas y, sobre todo, vivirse en comunidad.
Si la independencia fue fruto de la conspiración, en Querétaro hoy podemos decir que la innovación turística nacerá de experiencias como esta.
Hoy el destino le está poniendo un ejemplo de innovación y tradición a los demás destinos y justo en un mes tan icónico como septiembre, además de demostrar su fortaleza entre la iniciativa privada y el sector público.