Los problemas que enfrenta Morena de cara a las seis elecciones estatales que se realizarán este año, son prueba de la descomposición política que se avecina en la lucha por la sucesión presidencial del 2024. Una sucesión presidencial operada por AMLO, que podría resultar muy similar a la de 1994, mal-operada por Carlos Salinas de Gortari.

La sucesión de 1994 operada por el presidente que fue considerado el más poderoso en la era del PRI, se descompuso por los juegos palaciegos, la violencia política y social y los enfrentamientos a muerte entre los diferentes grupos, alentados por el propio Salinas y que terminaron por salirse de sus manos. Con AMLO, un presidente muy poderoso, inclusive más que Salinas, las cosas son similares y, de forma preocupante, parece que ya se escapan de su control.

Al interior de Morena

En Morena y el Gabinete se están dando con todo, unos, queriendo quedar bien con el mandamás de Palacio, otros para alcanzar posiciones que les permitan apoyar a su gallo presidencial y otros más, por sentirse traicionados. El caso es que los conflictos y enfrentamientos actuales, nos recuerdan a los que terminaron por estallarle a Salinas en la cara.

Apenas este fin de semana vimos como en Durango le llovieron huevos y acusaciones de corrupción al líder de Morena, Mario Delgado. El reclamo fue por la imposición de Marina Vitela, como candidata única, al igual que sucedió en Oaxaca, Aguascalientes, Quintana Roo, Hidalgo y Tamaulipas, es decir, en los seis estados, Morena se lanzó a los golpes, impugnaciones y descalificaciones.

Aparte están los pleitos irreconciliables entre los dos punteros por la candidatura presidencial, Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum. Ambos se atacan con todo y por todos los frentes, desde intentar responsabilizarse uno al otro por la desgracia de la Línea 12 del Metro, hasta por quién aventaja en las encuestas. Los dos utilizan la mañanera para golpearse, sin embargo, en esa trinchera hay una clara ventaja para la Jefa de Gobierno, que cuenta con el apoyo del vocero Jesús Ramírez, quien se encarga de alinear a los seudo reporteros para golpear a la cancillería.

Qué decir de los pleitos entre el zacatecano Ricardo Monreal, también aspirante presidencial y/o para la CDMX, en contra del gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García. Estos personajes ya pasaron incluso, a las manos y mucho más allá. Uno metió a la cárcel al operador político del senador y después, como se dice, que en política no hay coincidencias, se han presentado sucesos lamentables en ambos estados que han dejado muertos por todos lados.

Cuitláhuac, aliado de Claudia, organizó un mega evento en favor de la secretaria de Energía, Rocío Nahle, aspirante a la gubernatura de Veracruz, donde se vieron escenas que parecían ya superadas y enterradas en los pasajes más tristes de la historia de México. Camiones llenos de acarreados para vitorear a Nahle en un evento realmente grotesco, del que habría estado orgulloso el populista asesino Luis Echeverría.

Salinas - López Obrador

Hay grandes similitudes entre los dos presidentes más poderosos de la era moderna del país, son casi como dos gotas de agua.

Llevábamos al menos 24 años transitando por la “normalidad democrática”. Los votos se contaban (y bien) por parte del IFE/INE, los partidos políticos disputaban el poder por la vía electoral, hubo alternancia en estados, municipios y en la presidencia de la República. Sin embargo, tristemente, la tendencia para la elección de 2024 representa un franco retroceso, tanto por los partidos, como por la participación directa y decidida del presidente de la República en favor de su candidato.

Luego de que a Carlos Salinas se le fastidió la oportunidad de reelegirse, quiso imponer un “Maximato” al estilo de Plutarco Elías Calles, bajo la premisa de defender el proyecto de nación que instauró, para ello, manejó “con las patas” una sucesión que le costó la vida al candidato Luis Donaldo Colosio, quien tenía un proyecto de nación completamente distinto al de Salinas.

AMLO está igual, insiste en que va a dejar los candados suficientes para evitar que muera su legado. Para eso necesita forzosamente de un incondicional a quien le pueda seguir ordenando, porque, lo que queda de su gobierno, ya no le alcanza para modificar la Constitución.

Pero, entre sus preferidos, Ebrard, Sheinbaum o su tapado, Adán Augusto, y una oposición nula que dividirá el voto en contra, veremos una batalla sin cuartel y de pronóstico reservado al interior de la 4T que podría generar una crisis política peor que la de 1994.