“Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema.”

Winston Churchill

“Significaría introducir en la vida jurídica mexicana el monstruo horrible del desorden y el subjetivismo, el principio de la anarquía. Creo que es lo que justamente pasaría si se sigue reivindicando una concepción de democracia como la democracia deliberativa que no está en nuestra Constitución.”

Ministra Lenia Batres Guadarrama

Durante la sesión pública del martes pasado en la Suprema Corte de la Justicia, la ministra Batres afirmó la cita que precede estas líneas, haciendo énfasis en que “la democracia deliberativa que no está en nuestra Constitución”. La expresión sugirió que en ninguna parte de la Carta Magna estaba, a lo que recibió una breve anotación por parte de la ministra Margarita Ríos Farjat en la que añadió que el artículo 26 contempla este término de forma explícita, dando lectura a que sobre la “planeación democrática del desarrollo nacional” se establece que “la planeación será democrática y deliberativa” así como que “el Congreso de la Unión tendrá la intervención que señale la ley”.

Los días siguientes, la “ministra del pueblo” insistió en que aquel término, el de “democracia deliberativa”, no aplica al Congreso ni al sistema de nuestro país. La falacia a la que recurrió fue a señalar que sus comentarios fueron sacados de contexto y que supuestamente no había afirmado la inexistencia del término en la Constitución, siendo que, en efecto, quedó documentado en la sesión transmitida en vivo que sus comentarios generalizados sobre toda la Constitución desconocieron este concepto.

En la Facultad de Derecho enseñan mucho más que leyes, tal vez por ello es tan importante egresar de lugares con nivel académico. La hermenéutica es una de las habilidades más complejas que quien desempeña la abogacía debe aprender a desarrollar. Se trata de la metodología para interpretar legislaciones, normas, principios y por supuesto, la Constitución, en conjunto y en el sentido que integra todo lo reconocido como válido dentro de un sistema, es decir, interpretación armónica y sistémica.

El mundo cambia tan rápido que el derecho nunca puede ser estático. En esquemas legales como el nuestro, las disposiciones legales además deben ser individualizadas a casos concretos y la Suprema Corte tiene como esencia aquella interpretación que, por mandato constitucional, siempre debe orientarse a los principios de progresividad, universalidad, interdependencia e indivisibilidad de los derechos humanos. Así, con este breve contexto, leer este domingo a “la ministra del pueblo”, Lenia Batres, resulta desconcertante. Por un lado, porque la democracia deliberativa es la esencia de la izquierda, aquel sector que ideológicamente ella representa y que justamente, sostiene la radical idea de que todos los ciudadanos deben ser considerados capaces de intervenir en el debate público y tomar decisiones políticas. Por otro lado, porque su insistencia respecto a un error -que bien puede cometer cualquiera- ha evidenciado que además del lapsus hay una falla en el carácter que no acepta, con humildad, las apreciaciones de sus colegas y de juristas destacados. Prácticamente, la comentocracia, pero, sobre todo, la abogacía, le dio la razón a la segunda ministra -que no parecía tener intenciones de atacar sino de esclarecer las afirmaciones falaces-.

El derecho es un camino tan democratizador que permite a cualquiera que lo estudie intervenir en la vida pública sin importar origen o clase social, es conocimiento igualador; tan es así, que ha sido la base de personajes como Benito Juárez o Sor Juana Inés De la Cruz, quienes combatieron sistemas monárquicos y eclesiásticos con la inteligencia, prudencia y justicia.

La ministra Lenia Batres ciertamente, ha enfrentado críticas duras tras su nombramiento por designación directa del presidente, sin embargo, nunca sus colegas ministros o ministras han participado de ellas. Sus pares se han mantenido ecuánimes y me parece que varias de sus compañeras, inclusive, la han acompañado con diversos consejos. Obstinada, la ministra insistió este domingo en que las críticas recibidas tuvieron que ver con clasismo, racismo, misoginia y un sinfín de recursos tendientes al victimismo, cuando en realidad, se trata de una ministra que cuenta con toda la facultad, en su caso, de disentir con argumentaciones jurídicas válidas y presentar un voto particular para explicar su interpretación.

Sus letras en El Universal parecían manipulación a lo que en realidad sucede en la Corte, en la que no hay “embaucadores” sino una intención del constituyente, que es preservar un sistema representativo, participativo, deliberativo y respetuoso de las leyes que se dictan dentro del mismo. Sería maravilloso que la ministra Lenia Batres pudiera recordar el artículo 40 de la Constitución a la luz del artículo 26, así como estas dos fundamentales cosas:

La primera: Que la desaparición forzada de Rosendo Radilla Pacheco en 1974, en Guerrero, cometida por el Ejército, logró llegar a la Corte Interamericana condenara al antiguo gobierno de la Guerra Sucia, ese que tanto combatió la izquierda que propuso a la ministra. Con el caso Radilla Pacheco VS México, el Estado Mexicano fue condenado a realizar un control de convencionalidad de oficio de las leyes respecto de la Convención Americana de Derechos Humanos, determinación que fue muy criticada por los más conservadores positivistas debido al progresismo que implicaba dejar de aplicar leyes que se hubieran aprobado en el régimen mayoritario priísta tan sólo por ser violatorias a Derechos Humanos.

Entonces, en el expediente 912/2010 históricamente, determinó aclarar el mecanismo para realizar el control de convencionalidad ex officio en un modelo de control difuso de constitucionalidad, o sea, que toda disposición respete a la Constitución y a los tratados internacionales suscritos por México en materia de derechos humanos.

Es un error pensar que hay pleitos personales con López Obrador cuando la ley es muy clara: tanto el proceso legislativo contemplando los debates en las Cámaras protegen el derecho humano de todos los mexicanos a la representación democrática, a la legalidad y Estado de Derecho. La realidad es que aquellos se han violentado en las leyes que se aprobaron al vapor. Las leyes que se han invalidado siguieron una discusión en la Corte, no fue un proceso fácil ni directo, como afirma la ministra en su texto publicado en El Universal: tres sentencias, fundadas y motivadas, en el sentido de inaplicar y después, un proceso calificado con voto de al menos 8 ministras y ministros para la declaración de invalidez. Todo porque al momento en que fueron legisladas, atropellaron al pueblo por las fallas en el proceso o bien, por sus contenidos violatorios a derechos humanos.

La segunda: Asegurar contundentemente que la Constitución no contempla la democracia deliberativa sí es manipulación. Sugerir que hay una dinámica de discrecionalidad también lo es si tomamos en cuenta el largo litigio interamericano, los debates y discusiones, los años de búsqueda y defensa que tuvieron que pasar las víctimas de desaparición forzada, así como tantos jaloneos entre actores de la vida política que se resistieron al sistema de convencionalidad para lograr criterios de invalidez de leyes allá, en el año 2010 cuando fue notificada esta resolución.

Tener humildad para reconocer los errores es casi tan importante como tener la humildad para mejorar y aprender de ellos. La ministra Margarita Ríos Farjat únicamente precisó que en la Constitución sí se contempla aquel principio, que el mismo aplica para el Congreso y ya. No realizó juicio de valor que fuera ofensivo. Es de grandes personas reconocer el error y tal vez, comprometerse con discreción a corregir. Retorcer la verdad o tratar de manipular lo que se dijo en la sesión del Pleno, distorsionando la respuesta que se le dio sobre su error, es innecesario.

POR CIERTO. Es desafortunada la ironía sobre Hitler porque justo debido a ese nefasto episodio de la historia es que se desarrolló el mismo sistema interamericano que fue la base para el criterio de inaplicación de leyes, cuando estas no se ajusten a la Constitución o violenten derechos. Ni redacción de su texto fue armónica con el uso de la expresión “CPEUM” que además de ser cacofónica, resulta desconocida para una gran parte de mexicanos.

Lo que no puede ser desconocido ni pasar desapercibido es el nivel tan bajo en el que Xóchitl Gálvez cayó durante el segundo debate presidencial cuando, desde el machismo y el patriarcado que siempre culpa a las madres, esposas e hijas por los actos de sus patriarcas o maridos, trató de manchar la intachable reputación de Claudia Sheinbaum refiriéndose a los actos de su ex marido. Al mencionarlo, inclusive se atrevió a sostener que “su marido había robado dinero”, siendo que la vida privada de las candidatas no está a debate y la simple sugerencia tuvo entre líneas disminuir e invisibilizar a la mujer candidata que aspira a gobernar. Tan grande es la misoginia de Gálvez, que también sugirió que Claudia “obedece a López Obrador”. La emancipación le es desconocida.

Bien sostenía Benito Juárez que “el insulto es el último recurso de aquel que se ha quedado sin argumentos, pues se siente derrotado”. La ofensa es el último golpe del incompetente y ante la falta de propuestas, solo puede ofrecernos vituperios.