El asesinato del activista Charlie Kirk en Utah ha sacudido a la opinión pública. En un acto atroz cometido frente a cientos de personas un tirador terminó con la vida de un ferviente conservador que representaba el rechazo de una parte de la sociedad estadounidense hacia los movimientos radicales de izquierda conocidos como el wokismo.
Kirk, al lado de otros personajes como Matt Walsh, Megan Kelly y Tucker Carlson, encarnaba los ideales de una población conservadora que buscaba refutar mediante argumentos los postulados ultra liberales –y asaz controversiales– tales como la interrupción ilegal del embarazo en cualquier etapa de su gestación, el movimiento trans y la migración masiva.
La muerte de Kirk es un signo de la profunda polarización que se vive en Estados Unidos; unas diferencias ideológicas marcadamente enraizadas. Sin embargo, el debate público no tiene lugar en el marco de un contexto de paz y libertades, sino en medio de un espiral de violencia que hoy sacude a ciudades como Baltimore, Los Ángeles y Chicago, entre otras.
De igual manera, hace unos días se difundió el video donde un hombre afroamericano asesina cobardemente a una mujer blanca ucraniana en el transporte público en Charlotte, Carolina del Norte. Este hecho ha reavivado el discurso en torno a los números que claramente indican que la mayoría de los crímenes cometidos en Estados Unidos son perpetrados por individuos de minorías negras y latinas, atizando así el discurso de odio racista por parte de la mayoría blanca estadounidense.
Estados Unidos no es más una nación. Es un Estado fuerte y sólido, pero no una nación. Los radicalismos ideológicos de derechas y de izquierdas, representadas por el movimiento MAGA y el wokismo que se ha apoderado de bases del Partido Demócrata, respectivamente, han puesto al país al borde de una “guerra fría ideológica” marcada por la voluntad de cada parte de imponer, por medios violentos si resulta necesario, su visión de una sociedad estadounidense que cada día se desmorona como un castillo de naipes.
El presidente Trump no ha vacilado en buscar ventajas políticas de los sucesos de Utah y Carolina del Norte. Ha acusado a los demócratas de abrazar a la izquierda radical y de haber motivado los asesinatos de Kirk y de la chica ucraniana. Los demócratas, por su parte, están obligados a buscar consensos entre sus votantes “woke” y los moderados que buscan sacudir al país de la violencia verbal presentada tanto por el trumpismo como por los radicales de izquierda.
Algunos analistas han identificado un punto de tensión sin precedente en Estados Unidos desde la Guerra Civil. No se trata ahora de la discusión en torno al futuro de los esclavos, sino de la concepción misma de los valores fundacionales de la sociedad estadounidense.