El turismo de divorcios no es nuevo. No me refiero a las mujeres que, después de la separación, realizan viajes para disfrutar la vida sin el antropoide tan irracional como violento que las hacía infelices en el matrimonio. Este último caso sería turismo posdivorcio.
Por turismo de divorcios entiendo, por ejemplo, lo que ocurría en México en la década de los veinte. Aunque existía desde 1914 una Ley de Divorcio de alcance nacional, en no pocas entidades separarse era complicado. Las excepciones eran Yucatán, Chihuahua y Morelos —cito una nota de El Universal de agosto de 2023— que tenían “legislaciones muy cómodas para la disolución del matrimonio civil”. Así las cosas, entre 1920 y 1930 muchas personas viajaban a tales estados para divorciarse. Particularmente sensata era la situación en tierras yucatecas, donde “la ley de Felipe Carrillo Puerto dio libertad a muchas parejas”.
En la actualidad resulta relativamente sencillo el divorcio en todo México. Los problemas se presentan a la ahora de repartir patrimonio y de discutir la convivencia con los hijos y las hijas de la pareja.
En México, y en muchos otros lugares, son las mujeres las que pierden cuando enfrentan a maridos económica o políticamente poderosos. Lo mismo ocurre en otras naciones, como en Rusia.
Para las rusas —al menos para una rusa— afortunadamente existe la opción de buscar el divorcio en la ciudad europea de Londres, Inglaterra cuyas leyes y tribunales tienden a favorecerlas a ellas.
De eso trata un reportaje de hace unos días en el Financial Times, “Bienvenidas a Londres, la capital mundial del divorcio”, redactado e investigado por Lucy Warwick-Ching y Alistair Gray, quienes anticipan que se espera que una reciente sentencia judicial en tribunales ingleses “genere una nueva oleada de turistas del divorcio que buscan indemnizaciones más altas”.
Empieza la investigación periodística haciendo referencia a que, a principios de septiembre, Natalia Potanina, exesposa de un multimillonario ruso, obtuvo el derecho a presentar su demanda de divorcio en los tribunales de Londres, a pesar de que la separación se había formalizado en Rusia hacía más de una década. Ella estuvo casada durante 30 años con Vladímir Potanin, exviceprimer ministro de Rusia, y ha buscado “un acuerdo multimillonario” con quien es una de las personas más ricas de la nación gobernada por Vladímir Putin.
Respecto al fallo, Financial Times asegura “que allana el camino para el mayor caso de divorcio jamás visto en el Reino Unido, al tiempo que animará a un número mayor de turistas del divorcio a venir a Inglaterra en busca de indemnizaciones más favorables, consolidando la reputación de Londres como la capital mundial del divorcio.”
Asimismo, el prestigiado diario inglés destaca que este caso no solo abre la puerta al turismo de divorcios, sino también al turismo posdivorcio..., ya que, dice alguien en el reportaje, se “envía el mensaje de que quienes ya tienen un acuerdo de divorcio en otro lugar aún podrían probar suerte en Inglaterra si logran establecer una conexión”.
En la explicación de la forma y el precio con los que se presenta una demanda en Londres, el periódico abunda en que “puede ser muy lucrativo, al menos para la mitad de una pareja separada, pues el sistema legal inglés y galés resulta atractivo para la parte con menor poder adquisitivo porque se centra en dividir el patrimonio conyugal combinado a partes iguales, incluso si uno de los cónyuges era el principal sustentador de la familia”.
Además, explica Financial Times, este “enfoque difiere del de Escocia y muchos países europeos, donde las indemnizaciones económicas son mucho menos generosas y la pensión alimenticia suele limitarse a unos pocos años, con la expectativa de que ambas partes alcancen la independencia financiera”.
De esta manera, es posible que se dé una carrera por solicitar el divorcio en Londres debido a que “el cónyuge con menor poder adquisitivo intentará presentar la demanda en Inglaterra, mientras que el principal sustentador de la familia preferirá otra jurisdicción”.
Asimismo, el reportaje afirma que “no fue hasta principios de la década de 2000 que Londres se consolidó como la capital mundial del divorcio”, pues el caso histórico entre Martin y Pamela White, estableció que el matrimonio al ser una sociedad entre iguales, no debe admitir “sesgos a favor del que gana el dinero ni en contra del ama de casa y cuidadora de los niños”. Desde entonces, –subraya Financial Times–, “el punto de partida de los tribunales para dividir los bienes ha sido repartirlos equitativamente, según el llamado principio de la variante de igualdad”.
En el caso de Natalia Potanina y Vladimir Potanin, el periódico británico anota que Natalia recibió cerca de 40 millones de dólares de los tribunales rusos tras divorciarse de su multimillonario exmarido en 2014. Por lo que hace siete años, presentó una demanda en Inglaterra, con el argumento de que “el acuerdo ruso era injusto, pues no satisfacía sus necesidades dado el estilo de vida que había disfrutado durante el matrimonio”. Ella –refiere Financial Times– alegó entonces “tener derecho a unos 6 mil millones de dólares, incluyendo el patrimonio vinculado a fideicomisos y empresas en las que su exmarido es beneficiario efectivo. Tras una prolongada batalla jurisdiccional, el tribunal de apelación dictaminó en septiembre que, efectivamente, podía presentar su caso en Londres”.
Nuestro país, especialmente su capital, está lejos de ser un paraíso para las mujeres que se divorcian. Es fácil para ellas separarse en la Ciudad de México, pero nada más: cuando pelean patrimonio o la convivencia con los hijos y las hijas, llevan las de perder, como ocurre en muchos casos conocidos, como el del abuso del influyente Guillermo Sesma que ha convertido en un infierno la vida de su exesposa Regina Seemann.
Ojalá la presidenta Claudia Sheinbaum, la titular de la secretaría que atiende a las mujeres Citlalli Hernandez y la jefa de gobierno Clara Brugada promuevan reformas urgentes para que a las mujeres divorciadas se les deje de maltratar en ministerios públicos y tribunales. Estoy seguro de que contarán con el apoyo del presidente de la judicatura capitalina Rafael Guerra y de la fiscal Bertha Alcalde.
No sería malo que la Ciudad de México se convirtiera, para tantas mexicanas, en un destino preferido para pedir divorciarse con justicia y dignidad.