En medio del relanzamiento del Partido Acción Nacional (PAN), vale la pena mirar hacia atrás y recordar el pensamiento de Carlos Castillo Peraza, quien sostuvo que la política debía ser una misión moral antes que una estrategia electoral.
“El PAN no compite por ganar el poder, sino por ganar conciencias.”
Carlos Castillo Peraza
Esa frase, pronunciada cuando el PAN era aún una minoría heroica frente al sistema hegemónico del PRI, resume la esencia de un partido que nació para formar ciudadanía y elevar la vida pública, no para repartirse el poder.
Durante décadas, el PAN fue un partido de testimonio: perdía elecciones, pero ganaba respeto. Esa siembra dio frutos en los años noventa, cuando comenzaron las primeras alternancias estatales que marcaron el inicio del fin del régimen priista.
En Baja California, el año 1989 marcó un antes y un después. Con Ernesto Ruffo Appel, el PAN ganó por primera vez una gubernatura en la historia moderna de México. Aquella victoria no solo simbolizó la ruptura del monopolio político del PRI, sino también el cumplimiento de la visión de Castillo Peraza: ganar conciencias antes que votos.
En Chihuahua, el panismo también dejó huella con figuras como Francisco Barrio Terrazas, quien en 1992 logró una de las victorias más emblemáticas. Barrio representaba el nuevo rostro del PAN: austero, combativo y decidido a gobernar con transparencia. Su triunfo consolidó al partido como una alternativa real en el norte del país y abrió paso a un proceso de democratización que se extendió a todo México.
Y en Yucatán, tierra natal de Castillo Peraza, el panismo fue construyendo un camino más lento, pero firme. La figura de Luis Correa Mena, Ana Rosa Payán y, posteriormente, Patricio Patrón Laviada, fueron piezas clave en esa transformación.
Patrón Laviada logró, en 2001, romper 70 años de hegemonía priista y convertirse en el primer gobernador panista de Yucatán, un hecho histórico que transformó el mapa político del sureste y que muchos consideraron como una herencia moral del pensamiento de Castillo Peraza.
Castillo Peraza no vio esos triunfos; falleció en el año 2000, meses antes del histórico triunfo presidencial de Vicente Fox. Pero su legado ideológico fue el cimiento de esa victoria. Él advertía que “ganar sin alma es la peor forma de perder”, porque la democracia no puede sostenerse sin valores.
El PAN de hoy enfrenta un reto distinto, pero igual de profundo: recuperar su identidad. Tras años de desgaste, divisiones internas y confusión ideológica, el partido intenta reencontrarse con sus raíces, esas que hablaban de honestidad, bien común, libertad y respeto al ciudadano.
El relanzamiento del PAN no puede reducirse a una nueva imagen o a una campaña; debe ser una renovación ética.
Debe recordar que su fuerza original no estaba en los cargos, sino en su gente: maestros, empresarios, campesinos, jóvenes y familias que creyeron que la política podía hacerse con decencia.
El mensaje sigue vigente
Castillo Peraza fue claro: México no necesita más caudillos, sino más ciudadanos conscientes. Su voz resuena hoy con fuerza en un escenario político dominado por la polarización y el desencanto.
Si el PAN desea ser una opción real para el país, debe volver a sus principios: la dignidad de la persona, el servicio público y la congruencia ética.
El panismo nació para ser ejemplo, no reflejo del poder.
Y como dijo su gran ideólogo: “Perder elecciones no es fracasar; fracasar sería ganar olvidando quiénes somos”.
Hoy, en el relanzamiento del PAN, esa frase vuelve a ser profecía. Porque si algo enseñó Castillo Peraza es que la verdadera victoria no se mide en votos, sino en conciencias despiertas.