¡Vaya!, sigo sin salir de mi asombro; los medios de comunicación norteamericanos matizan la noticia de la siguiente manera: “… Boeing presenta una presencia discreta mientras continúa la investigación del accidente”. Y queda claro que no van a reconocer el estrepitoso fracaso de Boeing en este gran evento de aviación, donde la finalidad es colocar sus equipos entre las distintas aerolíneas del mundo.

El evento es un gran escaparate para mostrar “lo más reciente” y cautivar a los posibles clientes, por eso el París Air Show tiene además de una exhibición estática, también tienen vuelos de “muestra”. Durante varios días las aeronaves realizan vuelos para dejar en claro a los posibles clientes las maravillas de sus equipos.

El fracaso de Boeing no es sólo por el recién accidente fatal de Air India, sino los años de trabajo desprolijo, en aras de obtener mayores ganancias; es el resultado de la avaricia de quienes manejan a la fabricante norteamericana, y hoy -como su imperio-, se hunde irremediablemente.

No puedo dejar de lado lo que sucede en el mundo, y ver cómo se refleja en la aviación. Hoy el gran imperio norteamericano ha dejado de ser ese referente de “libertad” que tanto cacareaba, una imagen que fomentó sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial y durante el periodo de la famosa “Guerra Fría” contra el bloque de los países soviéticos.

Hay que resaltarlo: la tecnología norteamericana que se vendía en el mundo era “de punta”, la más moderna y novedosa. Evidentemente la aviación no se quedó atrás, y Boeing fue una gran fabricante; en el año 1910 del siglo pasado, fueron verdaderos pioneros en la aviación, de la mano de su fundador William E. Boeing.

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Con aviones que originalmente se fabricaban en madera, y en la década de los años treinta comenzaron a fabricar aviones completamente de metal, mucho más resistentes, como el Boeing 200/221/221A Monomail, una de sus primeras aeronaves de pasajeros, con una capacidad para transportar 6 personas (modelo 221) y 8 pasajeros (modelo 221A).

Ya en la década de los años 50, innovaron con un avión de reacción, el B707, que volaba con cuatro motores a reacción (que generan empuje expulsando un chorro de gas a alta velocidad), y aunque no fue el primero, fue el más popular hasta bien entrada la década de los años 70.

Después fabricó al primer “caballito de batalla de la aviación”, los famosísimos B727, que comenzaron a operar en 1963. Ideales para vuelos comerciales de corto y mediano alcance, este modelo de avión fue sumamente utilizado en el mundo.

Hoy podemos seguir viendo a esta aeronave surcando los cielos, pues está tan bien construida que sigue operando, aunque ya no como parte de flotas de líneas aéreas comerciales, salvo casos muy concretos en países como Colombia, Kenia, Malasia, El Congo, Uruguay, Nigeria, Yibuti, Venezuela, y sí, aunque ustedes no lo crean, en los Estados Unidos de Norteamérica.

México también tiene los B727 que alguna vez pertenecieron a Compañía Mexicana de Aviación, pero ahora dando servicio en la Guardia Nacional. Recientemente les dieron mantenimiento y los sacaron “a dar una vuelta”, un avión majestuoso, pero sobre todo, bien construido.

Lo mismo podemos hablar del “gigante de los cielos”, el famosísimo B747, que ahora ya nada más presta servicios como avión de carga. Desde su fabricación en 1966, fue la indiscutible nave reina para los viajes transoceánicos durante varias décadas, algunos fuimos afortunados en viajar en estos aviones gigantescos de doble pasillo.

Y en 1967 salió otro gran caballito de batalla para Boeing, el B737. Hoy sigue siendo una de las aeronaves más utilizadas dentro de la industria aeronáutica. Lo que realmente llevó a Boeing a su decadencia, fue su fusión con la también estadounidense fabricante de aviones McDonnell Douglas, en 1996.

Todo ha sido una espiral hacia abajo, pues una de las cosas que más se les criticó en su momento a los administradores de la McDonnell Douglas fue el poner en mayor rango a las ganancias económicas, por encima de la seguridad. Todos hemos sido testigos de ello.

En lugar de crear un nuevo “caballito de batalla” para la industria -ansiosa de nuevos aviones- decidieron modificar al B737 y lo convirtieron en el MAX. A los dueños de Boeing no les importó engañar a medio mundo diciendo que se operaba exactamente igual que los antiguos B737, y que no se requería de “adiestramiento extra”; el resultado fueron dos accidentes fatales que hundieron como nunca a Boeing.

Bache del que por cierto no termina de salir, porque cuando creía que ya veía la luz al final del galley, vivieron un nuevo incidente: el desprendimiento de la puerta/tapón de un B737MAX de Alaska Airlines. Esto puso en duda la calidad en la fabricación de las aeronaves.

Y luego surgieron más cosas, se hizo público que Boeing prácticamente había perdido la decencia y carecía de controles de calidad y seguridad aérea; los propios trabajadores, algunos de forma anónima, denunciaron las malas prácticas en la fabricación de las aeronaves, pues lo único que les interesaba a los directivos era que sacaran cada vez más rápido los equipos para entregarlos a las líneas aéreas que estaban en lista de espera por un avión.

Este año fue la primera vez -en toda la historia de Boeing- que no pudo colocar un solo avión en el París Air Show, y eso señores, es verdaderamente dramático. Porque como lo dije al principio, esto no se debe únicamente al fatal accidente del vuelo AI171 en un B787Dreamliner, sino a todo este historial de problemas que llevan varios años arrastrando.

Lo peor que le puede ocurrir a un fabricante de aviones es la pérdida de la confianza en sus equipos, pues siempre se busca que cada vez sean mejores, más seguros, para garantizar la seguridad de los vuelos.

Mientras, el principal competidor de Boeing, la fabricante de aviones francesa Airbus logró colocar 394 aeronaves en distintas líneas aéreas, durante los cinco días que duró el evento. En el mismo tiempo, la brasileña Embraer, negoció favorablemente 216 aeronaves, y la fabricante francoitaliana ATR encontró lugar para 25 de sus aviones. Boeing no logró convencer a un solo cliente de adquirir sus equipos.

Lo más patético es ver cómo se aferran a un clavo ardiente, que les quema la mano pero no lo sueltan; se escudaron en que no harían ningún anuncio de sus “ventas” como muestra de su sensibilidad por los fallecidos en el accidente de Air India; incluso en la entrada de su pabellón, colocaron un arreglo floral con la leyenda “En honor a todos los afectados por el vuelo 171 de Air India”.

Así como el imperio norteamericano se hunde, Boeing es el fiel reflejo de su país, no levanta cabeza y la pérdida de confianza es monumental, y de verdad es una lástima. Ahora, con una guerra en ciernes, veremos cómo se reacomoda el mercado aeronáutico. Por el momento veo que se aproxima una nueva crisis en la aviación.