El reciente intento de asesinato contra Miguel Uribe Turbay, candidato presidencial colombiano, revive los fantasmas más oscuros de la política latinoamericana: la violencia como método para interrumpir procesos democráticos. Aunque sobrevivió, el atentado no solo pone en alerta a Colombia, sino que sacude la memoria de todo un continente que ha visto a sus líderes caer bajo las balas del odio.

Colombia no olvida a Luis Carlos Galán, asesinado en 1989 mientras lideraba las encuestas para la presidencia. Su lucha frontal contra el narcotráfico y su propuesta de una política limpia le costaron la vida. A Galán lo mataron en una plaza pública, con la complicidad de sectores del Estado infiltrados por el narcotráfico. Su muerte dejó una cicatriz profunda en la historia del país, y marcó el inicio de una década de horror e impunidad que aún tiene repercusiones.

México también carga su propia tragedia: el asesinato de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994, en Lomas Taurinas, Tijuana. Colosio, candidato del PRI, representaba una posibilidad de renovación dentro del régimen. Su famoso discurso del 6 de marzo, donde reconocía que “México [tenía] tiene hambre y sed de justicia”, lo colocó como un símbolo de esperanza y cambio. Su ejecución pública, aún bajo circunstancias confusas, selló un capítulo de dolor y desconfianza en la política mexicana.

Ambos crímenes tienen puntos en común: candidatos carismáticos, promotores del cambio, asesinados en plena campaña. Y aunque los contextos históricos son distintos, el mensaje de fondo sigue siendo el mismo: cuando la violencia política se impone, es la democracia entera la que se desangra.

Hoy, lo ocurrido en Colombia nos recuerda que las heridas no han cerrado. Que los poderes fácticos, las mafias y los sectores antidemocráticos siguen actuando cuando se sienten amenazados. Pero también nos recuerda que los pueblos no olvidan, y que la memoria de Galán, de Colosio, y ahora el ataque a Miguel Uribe Turbay, deben fortalecernos en la exigencia de garantías, justicia y protección para quienes deciden competir por el poder en las urnas y no en la sombra.

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