“O no hay alma, y mi muerta ya no existe

(conforme el duro y cruel polvo serás)...

O no puede venir, y está muy triste;

pero olvidarse de mi amor, ¡jamás!

si de lo que ella fue sólo viviese

un átomo consciente, tras la fría
transmutación de los sepulcros,

¡ese
 átomo de conciencia me amaría!”

AMADO NERVO, DILEMA

Por un lado, Arturo Zaldívar, presidente de la SCJN, afirma que, en una ocasión, policías federales de Genaro García Luna lo encañonaron. Esto durante el sexenio de Felipe Calderón; que éste se enteró y no hizo nada al respecto. Por el otro, en una trama que ya parece de telenovela barata (o ni tanto), el expresidente niega lo que dice el ministro. Este último insiste en que todo fue cierto y, lo que es más, que Calderón lo supo en su momento.

¿A quién creer? Por una cuestión meramente pragmática, quisiera pensar que el hoy presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es quien dice la verdad. Digo, en razón de que está en funciones y tutela no cualquier responsabilidad, sino la del Poder Judicial en México.

Mas lo veo difícil simple y sencillamente por sus silencios estos cuatro últimos años y lo que de su parte más bien se asemeja a una absoluta sumisión al Poder Ejecutivo federal. Ciertamente la credibilidad de Zaldívar no pasa por su mejor momento.

Estamos, entonces, en que la cabeza de la Corte hace esas declaraciones —y sin presentar prueba alguna, que conste— acusa al michoacano de que este lo amenazó cuando era mandatario, de que la policía comandada por García Luna lo encañonó y de que él tuvo que guardar silencio para no violentar la relación entre poderes. ¿Será por eso que Arturo Zaldívar ahora nada dice sobre el amago de Palacio en contra del juez de distrito que suspendió temporalmente la aplicación de la prueba piloto del nuevo modelo educativo?

Tal vez dentro de algunos años veremos al ex ministro decir que en el sexenio de López Obrador alguien del gobierno lo amenazó y que el hoy presidente lo sabía y que él (Zaldívar) prefirió guardar silencio.

Pereciera más bien, francamente, que alguien sugirió al constitucionalista seguir las mismas tácticas de López Obrador para estar en el ánimo popular. Lo que sus asesores olvidaron es que se trata de dos personajes distintos (Zaldívar y López Obrador) y que lo que le funciona a uno, en el otro es vil imitación.

El enemigo que hizo popular a AMLO —en parte al menos— es Calderón. Más allá de ser su némesis, también ha sido su sparring. Zaldívar sigue el mismo libreto: le echa la culpa al pasado en lugar de encarar los asuntos de SU competencia en el presente. Total, que nace una nueva “víctima” del calderonismo…

Las malas y polarizantes formas de Morena se aprenden, después de todo. Y hoy estamos ante el dilema de saber si el presidente de la suprema corte miente o lo hace el expresidente de la nación. Mentir para justificarse, le llaman.

La diferencia fundamental, creo yo, es que a Calderón el tiempo en la Silla del Águila se le acabó hace casi diez años, mientras que a Zaldívar se le termina su presidencia en la Suprema el 31 de diciembre de este año. Y todo indica que va tras otro puesto en la administración pública.

Zaldívar, en su última columna en Milenio, señala de manera puntual los movimientos de derecha anti-derechos, sin embargo olvida mencionar los muchos movimientos de la izquierda anti-derechos democráticos, como es el constante azote al INE que se vive en el país.

Nos entra la duda, pues. Quizá las expresiones de Zaldívar sean una forma de posicionarse para ese otro puesto después del 31 de diciembre o, bien, una forma de “defensa” (aunque, eso sí, muy diferente a la que dejó al descubierto el hackeo de GuacamayaLeaks: en los papeles expuestos de la Sedena, se sabe del permiso de portación de arma de fuego otorgado a Felipe Calderón desde el 2020).

¿“Defensa” para callar lo que pasa hoy en el Poder Judicial? ¿Distracción a la discusión nacional sobre el libro El rey del Cash?

Al igual que se solicita que dicho escrito ofrezca pruebas, sería importante que Zaldívar presente pruebas de sus dichos. En este caso —el ministro lo debe saber muy bien—, el que acusa es el que debe probar. Es una de las máximas del derecho.

Pero hay otra máxima jurídica que Zaldívar ha decidido pasar por alto: ante los medios ya declaró culpable a García Luna (y, de paso, a Calderón). Él sabe mejor que nadie, que un juez —o un ministro o un hombre de leyes en funciones— jamás puede emitir una suposición a modo de juicio, ¡máxime cuando el juicio de García Luna en Estados Unidos ni siquiera ha iniciado y cuando el gobierno de México supuestamente está aportando evidencias en el caso!

Juzguen ustedes. Uno de los dos miente. Zaldívar, en funciones y con ánimo de tender a otro puesto (algunos suponen la Fiscalía General de la Nación, otros más lo vislumbran buscando un cargo de elección popular) o Calderón, quien ya se fue (Claudia Sheinbaum, dixit). Zaldívar como cabeza de la fuerza de impartición de justicia en México o Calderón como simple ciudadano.