Si la del domingo 27 de noviembre de 2022 no ha sido la última marcha en la que participa Andrés Manuel López Obrador, a partir de ahora cada una que se agregue, si se agrega, será también la última antes de que se vaya a La Chingada. Y se irá a la Quinta de Palenque, Chiapas, no sólo porque así lo ha dicho reiteradamente, sino porque al iniciar su informe en el Zócalo –después de casi seis horas de marcha, de lenta caminata dilatada por la participación del pueblo-, ante las voces y gritos de “reelección”, AMLO interrumpió la lectura para subrayar enfático y enérgico: “¡No! No a la reelección. Nosotros somos maderistas. Sufragio efectivo, democracia efectiva: ¡No reelección!”.

Es decir, pese a muchos deseos y clamores, en el futuro de López Obrador está la Quinta La Chingada. Está el estudio y la escritura de su libro sobre el pensamiento conservador en México, tal cual ha sostenido consistentemente.

Después del recorrido del triunfo glorioso del 1º. de julio de 2018, de la Alameda al Zócalo (entonces, el presidente electo viajó en auto, la gente lo siguió a pie), no había sucedido otra marcha convocada acaso por el hombre que más ha marchado en el país (más allá de su caminar por el mismo como elección política para hacerse conocer, querer y elegir). Sui generis manifestación la de este 27 de noviembre, porque los ríos auténticos de gente con sus ramales y bifurcaciones adyacentes no lograron expresarse del todo en la plancha monumental del Zócalo.

Y es que la marcha acusó un problema: falta de organización a detalle o exceso de libertad. Un problema de lentitud por amor, digamos. Millares de saludos, sonrisas, manos, abrazos, besos, fotos individuales o colectivas de la gente con AMLO contuvieron el avance del contingente. Este aletargamiento duró casi seis horas. Así, miles de los que marchaban como de los que esperaban en Zócalo con anticipación, se retiraron. Así lo han expresado innumerables testimonios tanto de ciudadanos como de periodistas que acompañaron el acontecimiento. Desde mi perspectiva, se trató de un éxito mal organizado o dejado en absoluta libertad.

Porque si en vez de ocupar seis horas la marcha se realizaba en dos, si la vanguardia lograba cubrir la totalidad del tramo en dos horas cuando mucho, los que estaban en el Zócalo no se habrían retirado ni los que marchaban a la retaguardia y a los costados del río principal habrían desistido de llegar a la Plaza de la República. Pienso que fue el caso de la mayoría.

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El testimonio de periodistas como Páez Varela, Hernández López, Arreola Castillo o Delgado Gómez, confirman que la inmensidad de gente y la consecuente lentitud, les hizo desistir. El primero, a la altura de la ex estatua a Colón; el segundo, se fugó a la colonia Juárez; el tercero se estancó por la Alameda; el cuarto, cortó en el Hemiciclo a Juárez. Y así otros. Lo cierto es que si no todos, la mayoría expresó dificultades de conexión a internet, desconocer en qué punto del recorrido iba el presidente y la convicción de que sería casi imposible llegar al Zócalo.

En mi caso, usé una estrategia distinta a la de sólo marchar, que significa ir al frente, al lado o tras la línea principal de avance. La he realizado en otras ocasiones cuando se trata de escribir sobre el evento. La camino a contracorriente. Así, a las 9:15 de la mañana caminaba desde ex glorieta a Colón hacia el Ángel de la Independencia para después regresar el recorrido y encontrarme con la vanguardia de nuevo. En algún momento me crucé con el avance de López Obrador y sus cercanos. Continué hasta el Ángel y retorné. En todo el trayecto tuve los mismos problemas y reflexiones que los periodistas citados. Decidí desprenderme de la marcha cuando un mar de gente, no un río, impedía prácticamente el paso en el entronque de Reforma y Avenida Juárez. Había caminado y observado poco más de dos horas. Consideré asimismo que sería imposible llegar al Zócalo donde pronto arribaría el presidente. Pero no, aún le faltaban poco más de tres horas de interacción con el pueblo que atendió su convocatoria.

Ahora considero que el remolino, el mar de gente a la altura del “Caballito” de Sebastián, no era otra cosa sino el avance lento del presidente, a quien se le ofreció en un momento determinado subir a un auto para llegar pronto al Zócalo. Decidió no hacerlo, pues habría quizá sido una suerte de afrenta a quienes le rodearon y siguieron hasta el punto final de encuentro; también para quienes lo han seguido durante lustros y decenios.

En mi recorrido y observación, la multitud incontable fue evidente. La manifestación celebratoria en vítores, cantos, bailes, pancartas, representaciones, fue la característica. Si como algunos han dicho, hubo asistencias obligadas e involuntarias, habrán sido las menores, pues el entusiasmo y los testimonios captados por periodistas y youtuberos expresan la convicción y la franqueza.

Cuando llegué a casa, AMLO aún no arribaba al Zócalo. Cuando inició su informe dijo, “son las tres en punto; bueno, me da mucho gusto estar con ustedes. Ya saben, lo que decía Martí, ‘amor con amor se paga’”. Faltaba todavía alrededor de 1 hora cuarenta para concluir una jornada de alrededor de 8 horas, para López Obrador, de muchísimas más para los que pernoctaron en el Zócalo o el Ángel, y aún más para los que viajaron desde los Estados del país o vinieron del extranjero.

Lo cierto es que la Marcha, con mayúscula, tiene dos niveles: el físico y el psíquico. El primero, el del esfuerzo; el músculo, las horas, el tiempo, la voluntad. El segundo, el de la convicción. Este segundo comienza desde el día en que se realiza la primera marcha para abrazar la lucha por la democracia, para protestar contra la injusticia, para demandar paz y tranquilidad, para alcanzar la libertad responsable. ¿Cuál ha sido su primera marcha lector? ¿Aún permanece intacta?

En una conferencia matutina reciente y en el contexto del movimiento feminista histórico, López Obrador citó una frase de Simone de Beauvoir, la compañera y amante del también filósofo “padre” del existencialismo, Jean Paul Sartre: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”.

Una vez muerto Jean Paul, Simone relató sus diez últimos años de vida compartida en La ceremonia del adiós. Quizá ha sido casualidad la referencia a la filósofa en la famosa “mañanera” del presidente mexicano, pero coincide con esta marcha que acaso sea la última, -y tantas que protagonizó-, de Andrés Manuel López Obrador: la marcha del adiós.

Marcha del adiós

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo