Desde 2020 la situación mundial cambió drásticamente. Primero la pandemia del Covid-19 paralizó al mundo y generó la caída de todas las economías y después vino la invasión de Rusia a Ucrania a provocar un problema de inflación del que nadie se ha escapado.

Para salir de estos problemas cada país ha tomado diferentes medidas. En el caso particular de México, el reto está en saber si la estrategia de AMLO ha sido la correcta o si nuevamente estamos inmersos en un discurso demagógico lleno de mentiras.

Puras promesas

Durante la crisis de la pandemia y con la economía mundial paralizada, AMLO anunció con bombo y platillo que, para reactivar la economía se detendrían los despidos de trabajadores y la puesta en marcha de un primer plan de infraestructura que nunca se realizó, luego, ante la permanencia de la pandemia, se anunció un segundo plan de infraestructura con cientos de proyectos y millones de dólares en inversión que tampoco se llevó a cabo. Eso sí, a diferencia de otros países, el presidente dejó claro que su gobierno no gastaría un solo peso para apoyar a familias y pequeños negocios.

Como resultado México quedó como el segundo peor país (España es el último), en términos de recuperación entre las 20 economías más grandes del mundo.

No hubo proyectos nuevos, solo se han ejecutado “a palos de ciego” los que ya estaban anunciados, sin planeación y sin objetivos claros de desarrollo e impacto económico, además, como el gobierno ha mantenido una postura de desprecio hacia el sector privado, el resultado han sido obras mal ejecutadas, con sobrecostos y que se otorgan mediante adjudicaciones directas a proveedores que se constituyeron nada más para obtener contratos, vamos, puros amigos de los funcionarios de la 4T.

La Auditoria Superior de la Federación, Hacienda y la Función Pública así lo han demostrado: Dos Bocas va casi al triple de lo presupuestado, pasó de 8 mil a más de 20 mil millones de dólares. El Tren Maya va por el triple, el AIFA, más del doble y lo mismo pasa con otros proyectos del gobierno de la 4T.

El dinero

En esta administración se han mantenido empresas sobre las que existen sospechas de que son grandes lavanderías del crimen organizado sin que la UIF o el SAT vayan por ellas y a pesar de que entran a cuentas manejadas por empresarios mexicanos.

Pero, curiosamente, la mayor fuente de ingresos del país no se genera en México, sino en Estados Unidos. Son las remesas que nada tienen que ver con las políticas económicas de AMLO, aunque sí hay algo que agradecer, porque el país vecino le da empleo a millones de mexicanos que hacen su mejor esfuerzo para que sus familiares puedan vivir dignamente en nuestro país.

En cuanto a la industria manufacturera y su enfoque exportador -que desde las épocas neoliberales venía funcionando muy bien- aunque es un tema que afortunadamente AMLO no ha tocado, hay que decirlo, con la pandemia y los efectos de la guerra y, sobre todo de la guerra comercial con China, el sector pudo haber crecido al menos al doble, pero claro, hacía falta un poquito de visión.

Los beneficiarios, los de siempre

El conjunto de todo lo anterior favoreció a la clase rica, a empresarios mexicanos de la oligarquía de la 4T como Ricardo Salinas, Carlos Slim, su compadre Miguel Rincón, el ex superdelegado de Jalisco Carlos Lomelí, Carlos Hank González, Bernardo Gómez Martínez, Marcos Shabot Zonana y a la nueva clase empresarial que está surgiendo en la 4T.

Además de un número creciente de funcionarios de la 4T que se han unido a los oligarcas de antaño y han logrado incrementar su riqueza. Entre ellos, Manuel Bartlett y su patrimonio inmobiliario y los contratos para sus hijos e Ignacio Ovalle y sus transas con financieras colocando dinero del pueblo en instrumentos bursátiles.

Considerando lo anterior y comparado con los países del G-20, los resultados son altamente preocupantes. De acuerdo con la OCDE, la mayor parte de los países del G-20 ya lograron recuperar los niveles del PIB previos a la pandemia, con excepción de Alemania, España, Japón y México.

Nuestro país, después de tener más de una década con crecimientos, en 2019, primer año de gobierno de AMLO, sin pandemia ni guerra, tuvo un decrecimiento del -0.1% y ni siquiera de esta recesión creada por AMLO nos hemos podido recuperar.

En su reporte de crecimiento en los países del G20, la OCDE señala que Alemania continúa por debajo de los niveles previos a la pandemia con 0.9% y Japón con 0.6%, pero el país que más lejos está es México con 2.1%.

En su discurso demagógico AMLO empieza a reconocer que se avecinan problemas en la economía, pero lo hace como siempre, sin aceptar que se equivoca: “La economía ya venía mal desde el periodo neoliberal”, sin embargo, la realidad es que en esos 30 años México creció, redujo la pobreza e incrementó de manera importante su infraestructura; se amplió más del 97% la cubertura eléctrica y hubo un aumento de más de 25 puntos porcentuales en la cubertura en los servicios de salud y los programas sociales eran más eficientes.

A la llegada de AMLO y su 4T se registró recesión, desmantelamiento del sector salud y de programas sociales, además por desconfianza, la inversión se ahuyento.