Muy poco faltó, para que el suscrito terminase creyendo la falacia que los agoreros de la historia también han querido vender a las nuevas generaciones.
Se debe reconocer de parte de quien esto escribe, que se cometieron sensibles errores en torno al significado para la historia patria y la interpretación misma, de lo que fue el movimiento revolucionario de 1910.
Se ofrece desde este espacio una encarecida disculpa, por las veces -quizá no más de dos- en que se escribió de forma apurada e irresponsable, asumiendo a la Revolución Social Mexicana como una simple Guerra Civil entre facciones de políticos norteños -disfrazados de militares- con intereses y ambiciones deliberadas como desmedidas; que como resultado solo se obtuvo una sangrienta cifra de decenas de millares de muertos, y cuya escenificación se dio casi exclusivamente en entidades del norte del país, “solo con algunas pinceladas trágicas y esporádicas en la Ciudad de México”.
Quiso el suscrito encaramarse a la cresta de la ola, del simplismo aturdidor de muchos nuevos estudiosos de la historia que, sin pudor alguno, explican y ordenan cómodamente, los sucesos de la historia, dándole a estos un sentido acorde con su idea propia de las motivaciones que tuvieron los protagonistas y la semiótica del ideal político del conglomerado social de la época. Pero, lo impredecible del pensamiento humano y de la naturaleza misma de la raza humana (inapropiadamente llamada especie), una vez más nos corrige y nos da una “bofetada de realidad”, que nos avienta hasta el sitio preciso donde comenzamos, a fin de que reiniciemos nuestra ruta epistemológica de forma correcta, desechando falacias, sofismas y datos inexactos, dándole el valor que tiene a la información comprobable, que imperturbablemente ha trascendido de forma perenne y que responde a la lógica del sentido común, para interpretar nuestro origen y seguir modelando nuestro destino como sociedad.
La Revolución Social Mexicana tuvo un capítulo de suyo, fundamental, para explicar la consistencia misma del movimiento “revolucionario” mexicano, dicho sea propiamente: el primero de esa naturaleza en el siglo XX, antes del de la Rusia Zarista y el de la China post-imperial e inestable.
Este capítulo se escenificó en el central Estado de Morelos y, por sí solo, este escenario revolucionario mexicano, no solo puede, sino que debe invocarse necesariamente y con una preponderancia jerárquica tal, que se encuentre por encima de cualquier otro suceso acontecido y compilado por la narrativa oficialmente reconocida, pues le da la dimensión per se, de movimiento de revolución social, a ese gran movimiento de nuestra historia.
La crítica cómoda -y de orientación no liberal, conservadora pues- argumenta en su lógica construida con silogismos pueriles (Si “p” es “q”.:. “q” también puede ser “r”) y no, definitivamente, en este argumento no se comprueba ese silogismo, porque la “magnesia” y la “gimnasia” no son lo mismo: efectivamente las revoluciones sociales de Rusia y de China, terminaron por voltear las pirámides sociales y ponerlas de cabeza de tal suerte que, a la cabeza del poder se pusieran los liderazgos de la clase obrera y campesina respectivamente, derrocando del poder o lanzando hasta el sedimento de la pirámide a las viejas estructuras de las oligarquías rusa y china… en esos casos los zares en Rusia… y los “señores feudales que hacían la guerra defendiendo el interés regional de sus poderíos a la caída de la dinastía Qing en 1912, en el caso de China”.
En México, podría decirse que, tras la revolución social de 1910, los Limantour, los Reyes, los Arango, los Garza Sada, los Bailleres, los Larrea, los Terrazas, los Corral, los Redo, los Orrantia, vamos, la abrumadora mayoría de la oligarquía porfirista siguió siendo la misma; con las mismas familias oligarcas del ‘porfiriato’. No arribaron los campesinos ni los obreros al poder, sin embargo, el movimiento, que es a todas luces un proceso inacabado aun en México un movimiento trunco, un producto no terminado; no solo sembró la semilla de la dinámica revolucionaria y afán de justicia social como de desarrollo en el ideal zapatista del reparto agrario y en el espíritu mismo del Plan de Ayala.
El genuino movimiento agrarista verificado en el Estado de Morelos, consignado de manera simultánea -o como catalizador mismo- en los albores del movimiento de la Revolución, surgió a raíz de los cambios impulsados en el campo mexicano desde mediados del siglo XIX.
En honor a la verdad, pues en el terreno de la historia debe aceptarse sin “satanizaciones ni beatificaciones” de personas; con la objetividad que reconozca en todo momento la naturaleza misma de la motivación humana fueron las medidas de aquel presidente Benito Juárez, liberal radical, con todo el ímpetu producto de aquella su agónica juventud, quien logró heredarle su ideal a aquel Ignacio Comonfort liberal moderado, y a sus consecuentes sucesores, incluido el principal defensor y discípulo de Juárez, el también oaxaqueño , el general Porfirio Díaz Mori.
Díaz se dedicó a custodiar la herencia de Juárez: hacer que prevalecieran todas las históricas medidas producto del movimiento reformista y liberal, identificado con la Constitución de 1857.
Por eso el despojo inmisericorde -aplicado por Juárez como buen liberal radical, el criterio “tábula-rasa” para expropiar todos los grandes terrenos propiedad de terratenientes y prestanombres de terratenientes y señores de la iglesia, con el fin de que dejaran de estar ociosos y sirvieran para alimentar al pueblo de México, tan necesitado de esa producción para solventar la hambruna sin contemplación alguna; medida que afectó a medianos y hasta a pequeños productores morelenses, a los campesinos precaristas mismos los afectó desde entonces, pues la entidad federativa que hoy corresponde a Morelos ha sido desde entonces a la fecha, una que se dedica a la extracción de recursos del sector primario, dígase concretamente a la agricultura.
Por eso, desde aquí nuestro genuino reconocimiento a un Augusto Gómez Villanueva quien, sin necesidad de nombramiento burocrático alguno, vuelve a tomar las banderas por la justicia social y la reivindicación de los sectores desprotegidos de la sociedad en aquel Estado central de la geografía mexicana.
Sobreponiéndose a sus limitaciones propias de la edad, más no de la convicción libertaria y fraternal con el prójimo, con el desposeído con el hermano el licenciado Gómez Villanueva, acudió el pasado 28 de noviembre, a un llamado de la Comisión de Fortalecimiento Partidario y Cohesión de la Militancia, de su partido, el PRI, para instalar la Comisión Estatal de Fortalecimiento Partidario en Morelos; misma que estará presidida en el Estado por el diputado Eliasib Polanco, presidente del Comité Directivo Estatal del PRI en Morelos, el propio Adán Augusto, el legislador federal Samuel Palma César, presidente nacional de la Fundación Colosio Cambio XXI, la senadora también tricolor Anabel Ávalos y el licenciado César Augusto Gómez.
En ese acto, se rindió un homenaje al general Emiliano Zapata en conmemoración del 114 aniversario de la promulgación del Plan de Ayala. Destacó la presencia, como muy pocas veces se destaca y se reconoce ya en la actualidad y sin excepción de región territorial, de los descendientes del general Zapata, Jorge, Gerardo y Nadia, quienes, a su vez, manifestaron su solidaridad con los reclamos de los campesinos de México frente a la insensata actitud del gobierno de la 4T en su política agropecuaria, así como con los transportistas, los jóvenes de la Generación Z del país.
Esas son, desde hace varios siglos, consignas revolucionarias; rasgos distintivos de cambio al interior del curso de la historia.
Las razones aludidas, los reclamos por demás válidos, forman parte de un paquete de demandas urgentes, neurálgicas, que un partido solo por su cuenta o por su propio impulso, puede ni debe asumir en la lucha política o idealista.
Hay un saldo enorme de revolución de reivindicación, de búsqueda de igualdad de todos frente a la ley, de justicia social, de democracia y hasta de libertades perdidas, para la enorme mayoría ciudadana del México de nuestros días, que deben ser respaldadas en su legítimo reclamo, en su prudente oferta electoral de los próximos procesos, por todos los partidos sin excepción preferentemente coaligados en un frente común.
Por eso resultan plausibles, las intervenciones que tuvieron en ese acto Don Jorge Zapata, consanguíneo descendiente del general Emiliano Zapata; como el destacado abogado y maestro universitario, don Alfredo Ríos Camarena, en representación de la Comisión Nacional de Fortalecimiento partidista (del PRI); como del líder de la Liga de Comunidades Agrarias Mauricio Rodríguez y las voces históricas de la mujer campesina representada en las voces de Leona Morales y Pilar Trujillo; y también la de Ricardo Flores Magón, presidente de la Comisión Conmemorativa y descendiente consanguíneo del ínclito ideólogo del movimiento revolucionario del mismo nombre; quienes simultáneamente les tomaron protesta a los jóvenes que integrarán la Tribuna de la Juventud Revolucionaria, para lo cual se nombró coordinador al joven Licenciado Aldo Alcón.
Y también resulta -no solo plausible- sino encomiable, admirable, que oradores y asistentes manifestaran su solidaridad con la férrea lucha que despliega el actual dirigente nacional del PRI, el senador Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas quien, contra viento y marea, contra enemigos de dentro y fuera de su partido contra inercias de su propio grupo de colaboradores, pero, sobre todo, contra malas costumbres y vicios del pasado de generaciones de políticos del pasado reciente.
Sí, es por demás encomiable también, que "Alito" sepa asumir con gallardía, con valor y congruencia, el peso de su responsabilidad histórica al frente del partido más importante en la historia del país y, particularmente en defensa de las causas sociales del pueblo de México y de repudio a la política autoritaria del actual gobierno de la 4T.
Precisamente cuando todo mundo se le ha volcado encima al dirigente priista… cuando la propia 4T vuelta gobierno ha enderezado de manera más radical en los últimos días, una campaña de desprestigio a través de la revista Proceso, donde se pretende revivir una vieja especie periodística falaz, donde ha quedado demostrado que fue por demás lícita como legítima, la forma en que el exgobernador Moreno Cárdenas adquirió bienes inmuebles en su natal Campeche.
Porque, ciertamente, la revolución social mexicana no ha sido un proceso terminado… pero es de elemental justicia que se termine y que cuyo proceso, se lleve a cabo con la honestidad y la integridad que el pueblo de México demanda y merece.
Y porque también, ciertamente, esta búsqueda de reivindicación social, propia de una revolución inacabada, debe ser buscada por todos los actores políticos nacionales con registro en la actualidad, en una coalición única, sin precedentes, para poder derrocar a un régimen plagado de ambiciones y deshonestidad.
Hoy, quienes buscan desde el extremo conservador, ir al margen del PRI y del resto de los demás partidos en la próxima contienda electoral, solo denotan un auténtico desprecio por las causas de la población política, social y económicamente desprotegida de nuestro país.
El “bien común” se alcanza también luchando en comunidad.
La estrategia que presenta el PAN en su supuesto “relanzamiento”, donde pretende romper con la alianza hecha en el proceso anterior con el PRI, es francamente cuestionable y hasta preocupante.
El decir “Patria, Familia y Libertad”, como repitiendo un eslogan publicitario de alguna pasta de dientes en la radio o la televisión, no llegará al corazón ni a la ideología de los mexicanos, porque no conecta con el axón de sus células más sensibles.
Ya solo falta ver a Jorge Romero o a Federico Döhring, ponerse un sombrero tipo bombín y usar bigote abultado de cuadro, tipo Hans Kelsen o hasta tipo Adolfo Hitler, o a la propia Kenia López Rabadán, bajarse de un Cadillac modelo 1929 y ponerse a defender la honorabilidad del “Cártel Inmobiliario” y la pertinencia de la pastilla del día siguiente.
Hoy más que nunca, la población mexicana espera que todos los partidos se constituyan en frente común y luchen conjuntamente por la defensa de sus instituciones, de su historia de desarrollo como nación en sus años recientes de vida; requiere que se salga unido en la demanda de igualdad de todos los ciudadanos frente a la ley requiere que se le grite a una sola voz a este gobierno insensible, que los mexicanos queremos vivir en paz, sin privilegios para los criminales.
Porque hoy más que nunca, ningún partido, y ningún dirigente valiente y comprometido con su causa estorba o sale sobrando.
¡Hace falta -por lo menos- un par de Alitos más en el concierto de la política mexicana actual, que sepan encabezar la lucha del pueblo mexicano, en su camino aun largo y escabroso hacia la consolidación de la Revolución Social Mexicana!.
¡Hace falta la fe y el amor a México de un Augusto Gómez Villanueva, pero en el alma de cada uno de los mexicanos de hoy!
Y aunque con días de retraso: ¡Qué viva por siempre la Revolución Social Mexicana en cada mexicano! Como un proceso permanente e inacabado de mejora continua y de evolución, en el plano personal y como miembros de la sociedad.
Héctor Calderón Hallal: @pequenialdo; @CalderonHallal1



