Criar niños felices es lo que todos los padres buscamos para nuestros hijos; Alberto y Mariel lo están haciendo muy bien a pesar de haber vivido la peor pesadilla a la que los mexicanos le hemos cerrado los ojos: el secuestro.

En el contundente y emotivo testimonio que Alberto de la Fuente ha hecho en la presentación de su libro, La Caja. Crónica de un secuestro de 290 días, nos permite ver que cómo el objetivo se ha cumplido, ello a pesar de haber vivido en carne propia un delito de lo más bajo que nos puede pasar a los seres humanos, la privación de la libertad, un relato de cómo, de un momento en un día que parecía normal, su vida quedó confinada a una caja, cuyas dimensiones no rebasaban apenas el 1.5 por 2 metros. Una cruda, pero emotiva narración de la forma en que el amor de su familia estuvo presente y lo acompañó en cada momento del cautiverio y en su prisión porque al secuestrar físicamente a Alberto, secuestraron a sus seres amados emocionalmente.

A pesar de las circunstancias, él y su esposa han logrado criar a dos niños que sonríen y que son felices. Lograron hacerles creer que nada pasaba, cuenta cómo su esposa se encerraba con los pequeños en su cuarto para poder protegerlos y que no supieran lo qué pasaba, pero ella, valiente, les decía que estaba de viaje. Lo lograron, por eso, dice el autor, este libro es un testimonio que dedicado a sus hijos, donde les platica cómo pudo vivir nueve largos meses encerrado en una caja, sin contacto con ningún ser humano.

La presentación en Madrid

Desafortunadamente en nuestro país el secuestro ocurre un promedio de cinco veces al día y afecta a todos los estratos económicos y en todos los niveles de nuestra sociedad. Este libro, es un legado para que sus hijos algún día entiendan por lo que pasó, pero también responde a la necesidad de efectuar una denuncia que, huelga decir, todo el mundo necesita escuchar, por eso lo presentó en España en un auditorio abarrotado de gente, superando por mucho las expectativas, acudieron personas provenientes de diversas partes del mundo a verlo, para abrazarlo, aplaudirle esperando que, desde España, el mensaje no se normalice.

Todos con lágrimas en los ojos escuchábamos atentos, palabra por palabra lo que Alberto nos platicaba, de sus agradecimientos, de anécdotas de lo que en realidad fue una terrible experiencia que pasó durante nueve meses, pero lo más importante, es de cómo su experiencia lo marcó con un nuevo objetivo, asegurarse de reponer cada día por tres, cada uno de los segundos qué pasó preso en una caja.

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Infamia

México vive una situación dramática en cuanto al incremento del delito de privación de la libertad con fines de extorsión. Aunque es uno de los delitos más atenuantes, las autoridades no han sido capaces de implementar políticas públicas eficaces para reducir los altos niveles que mantiene desde hace décadas.

De acuerdo con cifras de la organización Alto al Secuestro, de las 252 víctimas que se presentaron en el mes de enero de 2023, las autoridades apenas registraron 56, es decir, dejaron fuera al 77.7 por ciento de las víctimas.

De ahí que las autoridades hayan anunciado una disminución del delito en los primeros meses de este 2023, sin embargo, las cifras obtenidas por la organización muestran lo contrario.

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Fuente: www.altoalsecuestro.com.mx

Alberto de la Fuente es un empresario, originario de Puebla, vicepresidente de la Asociación Justicia Ciudadana, dedicada a brindar apoyo y asesoría a víctimas de este delito, desde que en 2016 sufrió un secuestro de larga duración, se ha dedicado a compartir esa experiencia con el propósito de ayudar a otros, su tercer libro: La Caja. Crónica de un secuestro de 290 días, logra ser una ventana que logra trasmitir al lector la experiencia de un superviviente, de este, el más infame de los delitos y que lo logró por mantener un solo objetivo: volver a abrazar a su familia.

Más allá de la experiencia que logra trasmitir y de la enorme fuerza de voluntad y amor que le permitió sobrevivir, la de Alberto es una historia más en un país muy lastimado por este flagelo, al que algunos -haciendo alusión al “profesionalismo” de quienes lo ejecutan, lo llaman la “industria del secuestro”- es una denuncia de la impunidad, un darnos cuenta de que quienes lo ejecutan siguen en libertad, una que no merecen por el simple hecho de haber privado de ella a otro ser humano, pero siguen sin castigo, “como auténticos fantasmas” dice Alberto, que cuando lo dejaron libre en un terreno baldío, respiró al fin aire fresco y sintió “como que lo abrazara Dios”.

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