LA POLÍTICA ES DE BRONCE

No tenemos una bola de cristal. Pero en política, como en la historia, hay tendencias que se advierten con suficiente anticipación. El 2026 será un año bisagra para México, no solo por la cantidad de eventos, sino por la profundidad de sus consecuencias. Tres hechos marcarán el rumbo: la renegociación del tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, la reforma político-electoral y la realización parcial del Mundial de futbol en territorio nacional.

El primer gran tema es la renegociación del T-MEC. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca volvió a colocar a México en una posición de vulnerabilidad estructural frente a su principal socio comercial. Trump ha demostrado que su política exterior no se rige por reglas multilaterales, sino por impulsos electorales, presiones internas y una lógica de fuerza. Migración, seguridad y aranceles seguirán siendo utilizados como monedas de cambio.

El escenario es incierto y las rutas son varias. Una renegociación agresiva, donde Estados Unidos busque imponer condiciones aún más favorables a sus intereses; la caducidad del tratado, como el propio Trump ha insinuado; o el tránsito hacia acuerdos bilaterales separados con México y Canadá, lo que fragmentaría la integración regional construida durante décadas. Cualquiera de estas opciones implicará costos económicos y políticos. El reto para México será no negociar desde el miedo ni desde la subordinación, sino desde una estrategia de Estado que combine firmeza, diversificación comercial y defensa de su soberanía económica.

El segundo gran acontecimiento del 2026 será la reforma político-electoral. La Comisión Presidencial encabezada por Pablo Gómez ha prometido entregar una propuesta a inicios del año, luego de múltiples mesas de diálogo con actores políticos, académicos y sociales. Se trata de una reforma compleja, con implicaciones de largo plazo para el sistema democrático mexicano.

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Dos temas concentran la atención de todos los partidos, en especial de los aliados de Morena: la reducción del financiamiento público a los partidos políticos y la desaparición o disminución de los legisladores plurinominales. Ambas propuestas conectan con un sentimiento ciudadano legítimo de hartazgo frente a los excesos de la clase política. Sin embargo, también entrañan riesgos. Reducir el financiamiento sin reglas claras puede abrir la puerta al dinero ilegal; eliminar plurinominales puede debilitar la representación de minorías y concentrar el poder. El desafío será equilibrar austeridad, representatividad y equidad democrática, sin convertir la reforma en un ajuste coyuntural dictado por mayorías circunstanciales.

El tercer gran eje del 2026 será el Mundial de futbol, organizado por Estados Unidos, México y Canadá. En los hechos, la mayor parte de los partidos se jugarán en territorio estadounidense, pero México será sede de la inauguración y de 11 o 12 encuentros de la primera fase de la Copa Mundial de la FIFA 2026. El impacto mediático será enorme y la derrama económica, significativa, especialmente en la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara.

Pero junto al espectáculo vendrán las críticas. Los altos precios de los boletos, la inaccesibilidad para amplios sectores de la población y la mercantilización extrema del evento exhibirán, una vez más, las profundas desigualdades sociales. El Mundial será una fiesta global, sí, pero también un espejo incómodo de quiénes pueden pagarla y quiénes solo pueden mirarla desde fuera.

Así, el 2026 no será un año de fuegos artificiales, sino de decisiones difíciles. Comercio, democracia y espectáculo se entrelazarán en un contexto de tensiones internas y presiones externas. No hay certezas absolutas, pero sí una advertencia clara: México no puede darse el lujo de improvisar. Porque en estos tres frentes no solo se juega el presente, sino buena parte del futuro inmediato del país.

Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce.

Posdata. ¡Un Gran Año 2026, para los lectores de SDP!