El temerario

Cuando el señor José Manuel Mireles llama a las mujeres “pirujas” y “nalguitas”, probablemente no lo hace por misógino, sino por arrogante: para presumir que él es un tipo intrépido que se atreve a todo, que no conoce los límites. Es decir, nomás para apantallar a sus oyentes Mireles se las da de hereje, alguien absolutamente irreverente. Hereje, por cierto, es una de las acepciones –en países como Guatemala– de la palabra “pirujo”.

El problema es que la jactancia, cuando busca convencer a los demás de que uno es valiente hasta la temeridad, seguramente cae en la categoría de los males psiquiátricos. Y esta enfermedad emocional es la única que incapacita para desempeñar un puesto público, sobre todo en el sector salud.

Sabe que no está permitido

Lo que sea, por macho o petulante, el ex líder de grupos de autodefensas en Michoacán –lo que era, por cierto, una actividad ilegal– ha ofendido a las mujeres y debe dejar su cargo en el ISSSTE.

No se trata de castigarlo por ser “un producto de su tiempo”, como me decía alguien. Hace varias décadas, en efecto, ese lenguaje era normal. Pero desde años todos sabemos que hay palabras que deben dejar de usarse al referirse a las mujeres. Mireles, un tipo educado y preparado –es médico–, un hombre bien informado sabe perfectamente que ya no se vale –resulta hasta ilegal– hablar de “pirujas” y “nalguitas”.

En sus propios términos

López Obrador no puede como único castigo exigir al doctor Mireles que se disculpe, y ahí que quede la cosa. Cayó ya dos veces en esa conducta indebida que viola las leyes, y se ganó una sanción mayor. Si no ha habido denuncias contra el ex dirigente de las autodefensas, las habrá en cualquier momento.

Andrés Manuel, pues, debe despedirlo o, para expresarlo en los propios términos del subdelegado del ISSSTE en Michoacán, el presidente de México debe darle una patada en el culo a don José Manuel Mireles para, de esa manera, echarlo del gobierno federal.