Durante los procesos que ha vivido Morena en vísperas de una elección primaria siempre o, casi siempre, hay especulación por la metodología que se aplica en torno a la encuesta que es, hasta hoy en día, la disposición única que designa a los candidatos a puestos de voluntad popular.

No sé si sea la mejor decisión, quizá porque ha dejado un inmenso descontento de aquellos que se han percatado, o son conscientes en el instante de las designaciones, que ese mecanismo es muchas veces sesgado porque el método, a grandes rasgos, es carente de transparencia y nitidez.

Si ponemos sobre la mesa el caso de Andrés Manuel López Obrador, no hay ninguna duda que en 2018 no existía nadie que hiciera contrapeso a su inminente candidatura. Eso sucedió con Alfonso Durazo, David Monreal, Layda Sansores, Miguel Ángel Navarro y Víctor Manuel Castro Cosío en Baja California.

Todos ellos, refrendaron sosteniendo siempre la cima como favoritos ante la opinión pública, no obstante, tal parece que una decisión unilateral frenó por completo a Cristóbal Arias Solís en Michoacán que dominó por más de un año y medio 42 encuestas de credibilidad y con reconocimiento de la autoridad electoral.

Otro aspecto en el que tengo mis dudas fue la designación en Guerrero y Chihuahua donde, al final y al cabo, Félix Salgado no fue gobernador y, por un aspirante poco competitivo, dejaron ir el estado fronterizo.

Lo mismo pasó en candidaturas a la legislación federal y estatal, así como los ayuntamientos.

Se ha perdido la confianza. Con esto no quiero decir de forma generalizada: hay postulaciones que, merecidamente, hicieron valer su gran momento. Ahora en 2022 viene, quizá, otro enorme desafío si es que planean continuar con los mismos instrumentos de selección. A pesar de que el CEN de Morena tiene en sus manos esa posibilidad, se han sugerido otras alternativas que lograrían, en lo inmediato, mayor certeza y legitimidad.

Si Morena atiende esa situación y ofrece un mecanismo sobre todo transparente no habrá, por ningún motivo, señales de polarización que irrumpa en el seno de sus estructuras. A mí juicio, Morena tiene en sus manos la posibilidad de fortalecer su institucionalidad y autonomía como partido y expresión, si pone a su favor instrumentos claros.

La transparencia debe dejar satisfechos tanto a los aspirantes como a los militantes y simpatizantes que alimentan el gran momento de Morena. Existe una justificación clara para insistir en ese asunto ya que, sino se atiende a tiempo, Morena no sólo corre el riesgo de crispar al no cumplir la promesa de democratizar sus métodos, al menos, porque quedarían a merced de una hostilidad interna en el instante que Andrés Manuel López Obrador no figure en la escena pública.

Pasó con el PRD. Y mientras Morena no ponga en marcha una reestructuración e interés optando, eso sí, por metodologías que coloquen en igualdad de condiciones a los tres y únicos presidenciables que ya todos conocemos, existirá una decisión tradicional que irá destruyendo el camino que todavía hoy, luce alentador.

Considerando que hay elecciones en 2022 y Morena es el favorito en 5 de 6 entidades puede ser, hoy en día, el gran momento para dar un giro a la metodología y atienda, eso sí, las voces de inconformidad que son visibles en prácticamente todo el país.

El mayor ejemplo, hasta ahora, es la ignominia que sufrió Cristóbal Arias Solís. Si esa justicia política hubiera existido en la Comisión Nacional de Encuestas hoy por hoy, el gobernador de Michoacán sería el oriundo de Churumuco.