Ciudad de México.- Entre las calles de la colonia Roma, famosa por su actividad cultural, restaurantes y casas de principios del siglo XX, viven numerosos integrantes de la comunidad hñahñu otomí que busca regularizar sus predios y acceder a una vivienda digna.
Sus integrantes, provenientes en su mayoría de Santiago Mexquititlan en el municipio de Amealco, Querétaro, se han ido asentando en los últimos 25 años en diversos terrenos de la ecléctica colonia.
El más conocido está ubicado en la calle de Guanajuato, donde tras nueve años de gestiones, 48 familias lograron construir una unidad habitacional con todos los servicios básicos, pese a la oposición de algunos vecinos y después de arduas negociaciones con los gobiernos federal -al que pertenecía el predio- y el local.
Las señoras Brígida Ricardo Matilde y Rosa Cleofas Andrés, quienes habitan en esa unidad, narran que luego del temblor de 1985 llegaron las primeras cinco familias de la comunidad. Vivían en la glorieta de Insurgentes, prácticamente a la intemperie.
Conocieron el predio, que estaba baldío, lleno de escombro y era habitado -según cuenta Brígida-, por “puros marihuanos”, y poco a poco se asentaron más familias.



Los migrantes otomíes se adhirieron entonces a algunas organizaciones políticas vinculadas con la izquierda y posteriormente formaron la asociación civil Coordinación Indígena Otomí, que hasta la fecha funciona, y que fue la que gestionó los créditos con el Instituto de Vivienda local y llevó la negociación con el gobierno federal.
La unidad habitacional fue inaugurada el 23 de noviembre de 2003 y el proyecto recibió el Premio Nacional de Vivienda, entregado por el entonces presidente Vicente Fox. Los habitantes siguen aportando entre 500 y mil 600 pesos al mes para pagar los créditos.
Pero no todos los asentamientos otomíes han corrido la misma suerte. Existen al menos 10 más, poblados por indígenas migrantes de la misma etnia, dentro de la Roma en calles como Londres, Zacatecas y Avenida Chapultepec que buscan regularizar su situación y gestionar un proyecto de vivienda.
Lidia Vázquez y Leonardo Piña viven en un predio de la avenida Chapultepec, cerca de una cadena de restaurantes y una universidad privada. Ahí, en construcciones de ladrillo con techo de lámina, viven alrededor de 18 familias y cada una cuenta con su respectivo medidor de luz, y una toma de agua que comparten todos los habitantes.
Leonardo comenta que el servicio de agua es caro porque el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACM) aplica la tarifa común en la zona, cuando los usuarios en el predio son de bajos ingresos, muchos dedicados a la albañilería, y otras a actividades consideradas de subsistencia como limpiar parabrisas.
Una de sus necesidades apremiantes es lograr un proyecto de vivienda, gestión en la que llevan más de 10 años y en la que según comenta Leonardo han sido víctimas de “coyotes” y de algunos partidos políticos que se han aprovechado de la situación.
De acuerdo con información del Centro Interdisciplinario para el Desarrollo Social (Cides), una institución de asistencia privada que trabaja con algunas comunidades indígenas de la Roma, muchos de sus integrantes vive en marginación extrema y trabajan o están en riesgo de trabajar en la calle en actividades de subsistencia.
Por eso otra de las demandas de Leonardo y Lidia, quienes hablan en representación de su comunidad, es el acceso a mejores empleos, la capacitación en el uso de tecnologías y facilidades para que sus hijos puedan acceder a la educación media superior.
A la fecha, la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades del Gobierno capitalino, al igual que las comisiones Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHF) los han apoyado, aunque sin mejoras sustanciales para su calidad de vida.
Los integrantes de la comunidad reconocen un cambio en su visión respecto a problemas como el machismo, los derechos humanos y la importancia de una mejor educación para sus hijos, aunque resaltan que a la fecha ningún joven de este predio ha ingresado a la universidad.
El caso es diferente entre los vecinos de la unidad habitacional de la calle de Guanajuato. Al menos una persona, Ariana Martínez, de 19 años e hija de unos de los primeros otomís de la Roma, logró entrar a la UACM para estudiar Ciencias Políticas, aunque aclara que volverá hacer su examen para cursar Pedagogía en la UNAM, que considera su verdadera vocación.