En 1988 comenzó una de las investigaciones más esperadas a nivel internacional, y es que el hallazgo de mil 200 huesos humanos de al menos quince seres humanos diferentes en el sótano de la casa de Benjamín Franklin en Londres, lo puso bajo la mira e incluso, se llegó a pensar que era un asesino serial.

Franklin, quién fuera Político y padre fundador de los Estados Unidos, también estuvo involucrado en la ciencia y en la masonería pero, por si no lo sabes, gracias a él hoy tenemos gafas bifocales, las aletas de nadador, entre otras tantas…

Entre 1757 y 1775, Franklin vivió en Londres como embajador que defendía los intereses de las colonias norteamericanas ante la metrópoli, lo que lo llevó a intervenir con su habitual elocuencia en la Cámara de los Comunes. Durante 16 años, su residencia estuvo en una casa del número 36 de Craven Street, a un paso de la estación de Charing Cross y cerca del Támesis. El edificio georgiano es hoy un museo que lo recuerda y sitio donde se encontró el macabro hallazgo.

Los huesos fueron encontrados en el sótano de la propiedad, dentro de un pozo con un metro de profundidad y uno de ancho, lo que desató una serie de teorías y desde luego, una investigacion a cargo del doctor Simon Hillson, del Instituto de Arqueología del University College de Londres.

Hillson salvó la reputación de Franklin al determinar que los huesos pertenecían a otro científico,  William Hewson, considerado el padre de la hematología, el estudio de la sangre.

En 1770, Hewson se casó con Mary Stevenson, hija de la casera de Franklin en Craven Street. Poco después, el científico rompió con los hermanos Hunter, por una discusión sobre quién era el auténtico autor de sus experimentos en común. Franklin medió en la polémica y acabó ofreciendo a Hewson que se mudase a vivir con él en su edificio georgiano de Craven. El invitado abrió allí su escuela de anatomía y su laboratorio. Los huesos están tratados de un modo que da fe de que fueron objetos de experimentos: un fémur cortado en limpio, una calavera trepanada. También había restos de animales: vacas, caballos, cerdos y hasta tortugas.

Las disecciones de este tipo eran por entonces ilegales. También se da por descontado que Hewson burlaba la ley a la hora de conseguir los cadáveres para sus experimentos. Probablemente Franklin conocía lo que allí hacía, aunque disfrutaba de una segunda vivienda y no siempre estaba en Craven. Lo cierto es que los trabajos del sótano dieron sus frutos. Hewson fue el primero en concluir que la sangre estaba integrada por glóbulos rojos, blancos y plasma. También reveló la proteína clave para la coagulación.

Con solamente 34 años, el anatomista murió en 1774 por una septicemia, una infección de la sangre, su campo de investigación. La causa fue una herida que se hizo accidentalmente en el transcurso de sus disecciones.

Con información de ABC.