Chernóbil, considerado por años como el lugar más peligroso del planeta para la vida, se ha convertido en un oasis para la flora y fauna de la zona, al grado de favorecer el resurgimiento del caballo mongol salvaje, especie equina que por años estuvo en peligro de extinción.

Tras el accidente ocurrido en la central nuclear de Chernóbil, Ucrania, el 26 de abril de 1986, el territorio se convirtió en una zona de exclusión donde las personas tienen prohibido pasar, debido a la contaminación radiactiva.

A 33 años de los hechos, esto tuvo un efecto colateral inesperado: el caballo de Przewalski, última subespecie restante de caballo salvaje en todo el planeta, que estuvo a punto de extinguirse a mediados del siglo XX, ha convertido los edificios abandonados en sus refugios, particularmente los graneros.

Esto ha sido documentado por Peter Schlichting, ex investigador postdoctoral en el Savannah River Ecology Laboratory, quien utilizó cámaras activadas por movimiento para capturar más de 11 mil imágenes de los caballos.

Esta rara especie, conocida también como caballo de Przewalski, se caracteriza por tener cuerpos de pelaje que va del marrón rojizo al beige oscuro, además de vientres y hocicos blancos distintivos. De acuerdo con investigaciones previas, es la última subespecie restante del caballo salvaje.

La Universidad de Georgia informó que hace unos 15 años, 36 caballos de Przewalski fueron llevados al paisaje restringido que limita con Bielorrusia y Ucrania, en un intento de que la especie aprovechara la ausencia de los humanos para reproducirse. En 2008, la población casi se había duplicado.

“El objetivo de los programas de conservación es mantener la mayor diversidad posible y prevenir la endogamia, asegurando que una población pueda soportar los cambios en el medio ambiente y sobrevivir a largo plazo".

Peter Schlichting, investigador de la Universidad Estatal de Arizona.

Aunque las noticias son positivas, Schlichting, quien junto con un equipo de especialistas da seguimiento al desarrollo de los equinos en la zona, dijo que esas cifras probablemente sean demasiado bajas para mantener a una población.

En tanto, James Beasley, autor principal del estudio, destacó que señalar el uso frecuente de las edificaciones por parte de los caballos es vital.

“Estas estructuras pueden servir como puntos focales importantes para la investigación y el manejo para obtener información demográfica clave como la edad, la proporción de sexos, el tamaño de la población y la estructura genética”.

James Beasley, profesor asociado de la Escuela de Recursos Forestales y Naturales de Warnell

El equipo también detectó otros mamíferos, de tamaño medio a grande, que utilizan las estructuras durante el verano: liebres marrones, ciervos, alces, jabalíes, zorros rojos, perros mapaches, linces y lobos euroasiáticos, así como varias especies de aves y murciélagos.

Con información de EFE y En Punto.