Eduardo Yáñez se ha caracterizado por tener un carácter temperamental, pero cuando recuerda a su mamá saca su lado tierno y también cuenta algunas anécdotas que pasó junto a ella.

Doña María Eugenia Luévano falleció en febrero de 2020, unas horas después de que fuera visitada por Eduardo Yáñez.

La mamá de Eduardo Yáñez vivía en una casa de retiro en Cuernavaca, pues antes era cuidada por unas personas que la maltrataban.

Recuerda que la última vez que la vio fue porque estaba trabajando en esta ciudad y aprovechó para visitarla.

Dice que se pasaron contando chistes inocentes y doña Maru, como le gustaba que la llamaran, recordó cuando estaba enamorada de John Travolta y escucharon música de los Bee Gees.

Media horas después de que se fue, le informaron que su mamá había muerto: “Ahora me cae un chorro que se haya ido mi mamá, ahora es cuando más la necesito”.

Eduardo Yáñez recuerda a su mamá y los momentos que pasó con ella

Durante una entrevista con ‘Ventaneando’. Eduardo Yáñez recordó a su mamá y cómo aprendió a vivir sin ella.

“La extraño más que nunca” dijo el actor, además menciona que en lugar de acostumbrarse de que ya no está, le hace más falta.

“Te das cuenta de cuánta falta te hace lo que antes te parecía una tontería”

Eduardo Yáñez

Menciona que en su infancia su madre lo acompañaba en la esquina para que se fuera a la escuela.

Doña María Eugenia lo perseguía por la calle con bata y tubos en la cabeza, pues lo obligaba a tomar una bebida de limón con ajo.

Doña María Eugenia, madre de Eduardo Yáñez

“Me reía mucho porque me acompañaba a las esquinas de la calle cuando yo me iba a la escuela en la mañana, ella me perseguía por toda la calle, con una bata y tubos, porque se estaba arreglando para irse a trabajar. Y salía hecha la madre: “Eduardo hijo de toda tu, te lo tomas” Era un vaso de limón y ajo, me cerraba la nariz y tómatelo”

Eduardo Yáñez

Eduardo Yáñez dice que ahora le gustaría tener a esa persona que se preocupa por su salud.

También recordó cuando su mamá lo peinaba con limón para que no se despeinara: " Son detallitos, cuántas cosas cambiaría porque volvieran a suceder, que ella lo volviera hacer y ya no está”.

Doña María Eugenia Luévano era guardia en una penitenciaría, por lo que ocasionalmente llevaba a su hijo a la cárcel.

Cuenta que las presas lo trataban muy bien y llegó a comer con los internos: “Una infancia ruda llena de detalles, como estos, que son hermosos”.

Han pasado dos años de la muerte de doña Maru y Eduardo Yáñez la recuerda con cariño, además siempre expresa lo mucho que la extraña.