El sexenio de Felipe Calderón será recordado como el periodo de gobierno donde la violencia se apoderó del país  .

De acuerdo con la cifra que dio el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), durante el sexenio calderonista el número de homicidios casi se triplicó: en 2005 había nueve homicidios por cada 100 mil habitantes, mientras que en 2011 esta cifra aumentó a 24 por el mismo número de habitantes.

Estos números explican la debacle del panismo: el ciudadano perdió la tranquilidad en gran parte del país y esto lo asocia con la torpe y empecinada estrategia de Calderón que disparó, según los números oficiales, la violencia en el país.

Simplemente la tranquilidad se esfumó. A Calderón se le advirtió, en diferentes momentos de su sexenio, que la estrategia no era la correcta, pero lejos de hacer algún cambio, molesto siempre respondió que la tarea era difícil pero que algún día veríamos los resultados. Incluso dijo que al final de su sexenio la violencia decrecería: nada más lejos de la realidad.

Hoy en agosto de 2012 vemos los resultados del experimento calderonista: lejos de que el tráfico de drogas decrezca, las evidencias apuntan a que el tráfico de drogas continúa y que los cárteles, lejos de extinguirse, crecen porque se escinden nuevos grupos para pelear las plazas o las rutas de distribución.

La editorial del periódico Le Monde del pasado jueves fue devastadora: México es hoy el país más mortífero del mundo y la cifra de muertos en este sexenio, de acuerdo con las tendencias, alcanzaría los 120 mil, lo cual representa “una verdadera hecatombe”, el conflicto más mortífero en el planeta de los últimos años, de acuerdo con el diario francés.

Destaca además que la espiral de violencia no sólo ha sido generado por la lucha de bandas de narcotraficantes, sino también por el florecimiento de nuevas industrias del crimen: el secuestro, la prostitución y el tráfico de personas, por citar algunas.

La percepción ciudadana es que el país está amordazado por los criminales y esa factura se la cobró al partido en el poder y a Felipe Calderón. Vean las cifras: el PAN sólo ganó Guanajuato este año y perdió bastiones como Jalisco y Morelos. Sin olvidar su tercer lugar en la elección presidencial y la caída de representantes en el Congreso de la Unión.

Las cifras del Inegi son frías y se escuchan como el último clavo al ataúd panista, que hoy está obligado a reinventarse para intentar convencer a los mexicanos que son una opción viable de gobierno.

Hoy llevan el estigma del gobierno de Felipe Calderón que seguirá hasta el último día de su administración convencido que su estrategia es la mejor.