En el ocaso de los doce años de gobiernos del Partido Acción Nacional (PAN) se pueden sacar balances de los diferentes rubros que implica gobernar un país como México, no obstante en los últimos seis años el tema de la seguridad ha tomado un papel relevante, por desgracia se debe a un resultado en número rojos (literal) que arroja la estrategia adoptada para “combatir” la delincuencia organizada. Thomas Hobbes afirmó que el hombre es el lobo del hombre y ante el temor de morir de una forma violenta, los seres humanos cedimos una parte de nuestra libertad para conformar un contrato social que se vio cristalizado en el Estado, ente responsable de garantizar que no vamos a sufrir una muerte violenta.

Por desgracia para México las cosas no pintan así, aquel contrato social se ha disuelto ante una realidad que va alcanzado poco a poco a los ciudadanos, el miedo se ha adueñado de la cotidianeidad de muchos estados del país, la cifra oficial arroja un total de 150 mil muertos consecuencia de esta “guerra” incluyendo los mal llamados “daños colaterales”. Poco a poco el Estado ha perdido terreno frente a los grupos criminales, el “orden y la ley” se han convertido en promesas incumplidas para el ciudadano cuyo rol ha cambiado a un individuo en situación de orfandad.

El poder ha cambiado su eje y legitimidad formal-racional, ahora su presencia e impacto se mide en las diferentes organizaciones criminales, la informalidad del poder se ha “institucionalizado” y la aplicación de la justicia se ve más como una utopía. Por ello las víctimas se han vuelto diversas, es decir, que hoy no sólo las clases acomodadas pueden sufrir un secuestro, extorsión, robos, etc. la delincuencia organizada ya no respeta clase social, hoy en día hasta el dueño de un puesto de frutas en la calles es sometido a un pago por “derecho de piso”.

Este clima de violencia viene a dar al traste en un contexto donde las certidumbres de la modernidad se han ido disolviendo y sucumbiendo ante la liquidez de la realidad (en términos de Bauman), en otras palabras, el contexto político, económico y social se mantienen en constante movimiento y cambio. Hoy en día la mayoría de nosotros vive una incertidumbre laboral por lo tanto económica, educativa, de salud simplemente porque el Estado ya no es capaz de garantizar estos derechos. Pero todo esto parecen detalles “mínimos” ante una ola de violencia generalizada que vive nuestro país, las consecuencias sociales son devastadoras; se ha creado una migración motivada por el miedo y temor de morir en un hecho violento, literalmente son desplazados y refugiados de guerra.

Las reglas del juego o instituciones simplemente no han sabido responder, se vive una condición de impunidad constante, quienes pueden pagar consumen implementos que les suman un poco de seguridad y le restan temor, se rodean de cámaras de tv, contratan vigilantes, levantan muros etc. En teoría ante la falta de

una certidumbre y comodidad existencia, el ser humano se conforma con la seguridad, pero en México esta “conformidad” cada vez se ha vuelto un imposible.

Por desgracia cada vez en más común conocer o saber que algunos de nuestros familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo o escuela han vivido en carne propia el terror e inseguridad que impera en nuestro país. Ante este panorama poco alentador, las preguntas de qué hacer, hacia dónde ir, qué rumbo tomar, son inevitables; el cambio en el poder ejecutivo es poco prometedor, simple y sencillamente porque se va a recurrir a la asesoría de un militar colombiano cuyo historial brilla por lo sombrío y oscuro.

Quizás es hora de tomar los problemas de manera colectiva y en comunidad y hacer de lado a la sociedad, la cual se compone de individuos cuyos lazos de solidaridad y empatía parecen disolverse. Creo en la organización, en la movilización social, prácticas que se ven mermados por un Estado incapaz y por grupos de criminales cada vez más voraces, por el momento no veo otro camino, ojo… hago hincapié en camino, no salida…