Érase una vez un pequeño pastor. Empezó a gritar: ‘Socorro, ahi viene el lobo’. La gente del pueblo fue a auxiliar al pobre pastorcito, pero descubrieron que todo había sido una broma. Los aldeanos se retiraron enfadados. Y el pastor repitió su chiste: ‘Que viene el lobo’. La gente volvió a creerle, pero era otro juego. Se enojaron mucho más. A la mañana siguiente un lobo de verdad atacó al pastor. Gritó pidiendo ayuda pero ya nadie le creyó. El lobo se comió a todas las ovejas. Caro pagó el bromista sus chistoretes.

Pedro y el lobo; fábula

 

 

Condenable

Más de 10 horas tuvo para desmentirse, para responderle a su familia y sacarlos de la zozobra y para darse cuenta del revuelo que estaba causando, y no lo hizo, pues no le importó. Todos los que hemos sufrido en carne propia o a través de allegados un secuestro o un asesinato, estamos muy conscientes de la importancia de las primeras horas para dar con la persona desaparecida.

Así, en esta ocasión, como en muchos otros casos, la voz de alarma corrió como reguero de pólvora. Y, ¡cómo no esperar eso! ¡Cómo no apoyarlo! Con la tasa de feminicidios diarios que tenemos y la violencia que nos rodea, la movilización de la ciudadanía fue más que ejemplar para solicitar la ayuda en la búsqueda de Karen.

El haber implementado la alerta de género en la capital (las fotos de Karen y su historia se volvieron virales) permitió empezar la búsqueda por las fuerzas del orden antes del tiempo reglamentario para ello. No puede ahora nadie —ni autoridades, ni organismos, ni la aludida o su familia— pedir que la sociedad no se movilizara y criticar ese acto.

Pero, ¡oh sorpresa! La mujer apareció en su casa en estado  inconveniente  al día siguiente de que todas las alarmas habían sido encendidas y que la búsqueda ya era viral.

Y, así, con la misma prontitud en redes sociales para buscarla y solicitar apoyo a diversas instancias, una solidaridad solo vista ante catástrofes nacionales, el asunto se tornó en hipocresía, o cuando menos contradicciones, al momento de saber que Karen sólo andaba de parranda.

Algunos usuarios de redes sociales, comentaristas, organizaciones feministas y hasta una que otra autoridad se tornaron en férreos defensores de una mujer que puede irse de copas... Aducen que la crítica que se hace de Karen es un típico comportamiento misógino; el oponerse a la libertad de la mujer. ¡¡¡Nada más falso!!! El punto cuestionable no es (ni será) si una persona puede o no irse de juerga, eso sería absurdo. Mismo, tampoco, que una mujer mienta para hacerlo.

No, señoras y señores. Lo medular aquí son los costos sociales y gubernamentales de la falsedad, de la irresponsabilidad de hacerlo y de que no haya castigo. Costos que se revierten contra el movimiento feminista y la igualdad de género que supuestamente algunas voces dicen defender. Veamos por qué:

 

Costos sociales

-Su familia. No quiero siquiera imaginarme el dolor de sus padres quienes imaginan a su hija raptada. Las horas pasadas esperando lo peor, no se le desean a nadie. El clamor de sus hermanos solicitando apoyo para buscarla, alcanzó niveles insospechados, llegando a ser TT en Twitter. El apoyo demostrado por amplios sectores de la población, fue un ejemplo de cómo, más allá de ideologías, al momento de apoyar, se puede hacer de forma desinteresada e integral.

-La alerta en el gremio taxista por encontrar quien podía ser o si era un “pirata” disfrazado de taxista. Sin olvidar el costo que cada desaparición, cada muerte tiene sobre todos los trabajadores del sector.

-La participación de la policía de la Ciudad de México, cumplió con los protocolos instaurados a partir de la alarma de género y se vieron como una unidad profesional que sabe realizar su trabajo. Lo cual incluye a los miembros del C5 (las cámaras de seguridad de la ciudad) y a todos los funcionarios públicos que se dedicaron a buscar a una mentirosa.

Pero los costos no terminan ahí:

-Significó al menos un feminicidio más, pues el tiempo dedicado a su búsqueda, se traduce en haber encontrado ya sin vida a Cintya Gabriela en un taxi en la ciudad de México. Nunca sabremos si de haber contado con esos policías en esta búsqueda habría hecho que la encontraran con vida.

-Los recursos humanos, materiales malgastados en su búsqueda, seguro suman miles de pesos.

-La desconfianza otra vez sembrada en las mujeres, en los taxistas, en las redes sociales, en las fuerzas de seguridad…

Tal vez el costo más alto generado por Karen será para la próxima mujer raptada o desaparecida, cuando los tiempos de búsqueda institucionales volverán a ser los establecidos (24-48 horas). Cuando las redes sociales, que sirvieron en esta ocasión, se vuelvan insensibles para la siguiente que en verdad lo amerite.

 

¿irresponsables?

Alguien soltó que somos irresponsables por el uso de las redes sociales. Nada más equivocado; no fuimos irresponsables por generar la alarma ni la difusión, como tampoco la CDMX por actuar en congruencia.

Grupo Imagen (que no la procuraduría capitalina) no fue irresponsable tampoco al dar a conocer los videos que mostraban a la desaparecida conviviendo con su pareja a expensas de la preocupación social.

La única irresponsable se llama Karen y se apellida Espíndola. Su falta, merece más allá del escarnio público, el pago de una pena por los daños ocasionados a la CDMX, a las instituciones y a la confianza social. Una multa en metálico y que lleve a cabo algún tipo de servicio a la comunidad.

Entre más pronto aprenda la lección y nosotros con su ejemplo y haya sanción, más pronto habrá también mayor seriedad ciudadana en general. Esto no puede abonar a la impunidad jurídica, y es eso es precisamente lo que está ocurriendo.

Karen no es víctima. Las víctimas somos todos los otros; incluyendo las que están muertas o desaparecidas.