“Imaginé así el escudo universitario que presenté al Consejo, con la leyenda ‘Por mi raza hablará el espíritu’, pretendiendo significar que despertábamos de una larga noche de opresión”<br>

José Vasconcelos

Se haya o no estudiado en la misma, la UNAM es la máxima casa de estudios de todos los mexicanos. Tan solo evocar su nombre nos lleva al campus más hermoso del planeta y a recordar la frase fraguada por Vasconcelos como lema indeleble de nuestra universidad.

La UNAM es y ha sido la oportunidad para miles de mexicanos; estudiantes recorriendo sus aulas, con maestros inigualables y a un costo irrisorio, para lograr una educación de primer mundo. Universitarios tan universales como el Nobel Mario Molina; los Oscar, Alfonso Cuarón y Emmanuel Lubezky; escritores como Octavio Paz y Carlos Fuentes; comunicólogos como Zabludovsky o Carmen Aristegui; empresarios como Carlos Slim; deportistas como Hugo Sánchez; políticos en demasía y científicos inmensurables, por tan solo hacer una breve lista.

La UNAM ha enfrentado desde siempre a grupos de choque y protesta. Algunos de ellos marcaron hitos en la historia nacional (2 de octubre, no se olvida) y otros más que valiera olvidarlos (la huelga del 99 con Mosh y compañía).

Los paros han sido siempre una herramienta para exigir mejores condiciones para los alumnos y otros actores de la comunidad universitaria, pero también han proliferado como garrote para vulnerar la rectoría y autonomía de la Universidad. Así, las huelgas que atañen en este momento a la UNAM iniciaron exigiendo erradicar la violencia, especialmente contra las mujeres, en los distintos campus de la misma. Petición loable y necesaria. Pero se han tornado en tan solo días en manifestaciones donde sólo participan encapuchados, quienes ejercen la violencia y llevan a cabo actos vandálicos en contra de la máxima casa de estudios y, lo que es peor, no atienden ni quieren entender razones.

Como muestra de los atropellos realizados por estos grupos, un puñado de personas llegaron a la torre de Rectoría el martes en la tarde y horadaron una ventana blindada de dicho edificio por donde tiraron petardos al interior del edificio. Es necesario señalar que, para perforar ese tipo de blindaje, se requiere un equipo especial.

No se trata de estudiantes los que protestan, son esbirros que desean dinamitar la libre enseñanza y la conducción institucional del Dr. Graue. Son un grupo de “desalmados sin moral” (en palabras de la 4T) a quienes no les importa la preparación de los jóvenes quienes ahí estudian. Les tiene sin cuidado que la UNAM sea la única forma que tienen muchos jóvenes de superarse y de hacerse de oportunidades... Habría que recordar que los daños no solo se miden en términos económicos.

En esta ocasión, la turba de encapuchados se dirigió a la facultad de Derecho, donde su director y un grupo de maestros detuvieron la toma de la facultad y de forma pacífica evitaron que tomaran las instalaciones. ¡Bravo a su valor y a su decisión de defender el derecho a la educación libre, gratuita y laica de sus alumnos!

Desconozco quienes están detrás de esta insistente forma de desestabilizar la vida universitaria en la UNAM. Tampoco cuál es su agenda o los fines que persiguen. Lo único que queda claro es que no son universitarios y tampoco buscan el bien común.

Si por sus actos hablara el espíritu, de este tipo de encapuchados estamos hartos; ellos no pertenecen a la raza mexicana que día a día trata de hacer mejoras basadas en el mérito y el esfuerzo.