Por sus obras los conoceréis.<br>

Mateo 7, 15-20

Como a las autoridades les gana el protagonismo, estas se comprometen con fechas fatales que obedecen a un sentido político y no científico. Allá ellos. Parafraseando al apóstol, digamos que “por tus pronósticos te juzgarán”.

Así, el gobierno federal ha anunciado el fin de la Jornada Nacional de Sana Distancia, lo cual no es sinónimo de que sea seguro salir... De hecho, su verdadero significado es “quédate en casa”. ¿Así o más contradictorio?

Explíquenle, ahora, a una ciudadanía ignorante esa paradoja creada por el propio gobierno federal. Difícil, ¿no? Y todo porque a un puñado de servidores públicos lo que en verdad les gusta son los reflectores y prometer lo que está fuera de su alcance cumplir.

Quitar la “jornada de la sana distancia” con los números crecientes de contagio, no augura nada bueno. Hugo López-Gatell enfatizó que no se termina la epidemia, por lo que continúan las restricciones, pero que “a partir de mañana las entidades federativas tomarán en sus manos las disposiciones que ayuden a reducir los contagios”.

Compruebo que esa era la intención. Ahora sí que el ejecutivo federal “se lava las manos” (jabón incluido) del problemón que es la evolución de la pandemia a nivel nacional y le traslada la responsabilidad a los gobiernos estatales, lo cual será mejor o peor dependiendo de los cuidados de cada mandatario local.

Ya podrá, el gobierno nacional, culpar a las entidades que no se sumaron al Insabi y a los esquemas de salud federales, pero también a los que sí lo hicieron. La Secretaría de Salud federal simplemente dirá que aplicaron mal las directrices por ellos dictadas.

¿Cómo termina la “jornada” si es el peor momento para salir? ¿Por qué entonces nadie tiene el tino, el ánimo o la responsabilidad de mantener dicha iniciativa?

Supuestos hay muchos, desde el cumplir con la petición del presidente Donald Trump de abrir la economía el 1° de junio y así ir al unísono de la estadounidense, hasta la de cubrir la necesidad de Andrés Manuel López Obrador de salir de gira, más allá de los peligros que esto supone para él y para todos quienes asistan a sus eventos. El pésimo ejemplo del presidente de la nación, al hacer la necedad de viajar por carretrera hasta Cancún por más de 19 horas SIN CUBREBOCAS para inaugurar las obras del Tren Maya manda el mensaje de que se puede salir con normalidad.

Y no, que no ose a comparar su viaje con los viajes de Benito Juárez. Iniciando porque el benemérito tenía una guerra en el país, enfrentando a ejércitos extranjeros. No había ningún tipo de pandemia, ni razón por salud para que toda la población se mantuviera enclaustrada. Con un asegún además: Juárez no podía viajar en tren porque las vías eran insuficientes para ir a muchos puntos de la nación.

Terrible palpar el nulo compromiso del gobierno federal con su población. Porque no lo olvidemos, más allá si se votó o no por el actual ejecutivo federal, una vez en el poder, es gobierno para todos los mexicanos y como tal, debería cuidar a toda la sociedad.

La disonancia entre la política de “se acabó la sana distancia”, pero “quédense en casa”, con el desapego de hacerse cargo como gobierno federal, trasladando la responsabilidad del manejo de la pandemia a las autoridades estatales, solo refleja aquella triste rifa del avión sin avión.

Por ley y mandato popular, López Obrador es responsable de hacerse cargo. Por decisión, ha cedido la responsabilidad, pero no el cargo.

Ojalá la población haga más caso a las alarmas y semáforos estatales que a la cansina necedad de quien traiciona la voluntad y confianza de sus gobernados.

Quien juega con la salud de su población, provoca la peor transformación del país: una de pobreza y de muerte. Una rifa/no rifa de la responsabilidad asumida. En esta rifa, no se gana nada, solo hay incongruencia y desolación.