No te hagas como que la virgen te habla.<br>

Expresión coloquial

“Ni en los peores momentos de Europa había esos toques de queda (sic) y todas esas medidas. Claro que para un conservador eso es mole de olla, les fascina todo lo que es dictadura, el no confiar en la gente. Nuestro pueblo es obediente, responsable, consciente, ejemplo a nivel mundial.”<br>

AMLO

El toque de queda nos remonta a sus orígenes en la Edad Media como medida para cuidar a la población. Se impuso para evitar los incendios ocasionados por distraídos que dejaban sus velas encendidas y se iniciaba con un toque de campana; en Francia fue el couvre feu “cubre fuego”, traducido fonéticamente al inglés como curfew.

Muchos años después, en la IIGM, el toque de queda se instauró en la Alemania nazi, aunque se usó más bien en el último bastión de libertad llamado Inglaterra. También en el lejano febrero de 1945 en Nueva York por tres meses para proteger a la población después de que las fuerzas aliadas acababan de bombardear Dresden. Estados Unidos temía una respuesta por los nazis y Fiorello LaGuardia, alcalde de Nueva York, y Franklin Delano Roosevelt, entonces presidente, defensores de la libertad y la democracia no dudaron en cerrar todos los lugares de entretenimiento y utilizar el toque de queda para defender a su gente.

Solicitar al pueblo en la IIGM estar en los sótanos de sus casas o en los refugios, no eran medidas autoritarias ni represivas; era en respuesta a que las bombas caían de los aviones de la Luftwaffe, destruyendo y matando todo a su paso.

Los señalamientos hacia países europeos de que el toque de queda es un afán autoritario es desconocer la historia y, lo que es más, no entender que los gobiernos se preocupan y ocupan por proteger a su ciudadanía. ¿Cómo llamarles dictaduras cuando es gracias a su entereza que existe el mundo libre? El toque de queda puede ser utilizado para reprimir, es cierto, pero siempre será más fácil desacreditar de antemano que entender razones.

Cada día se vuelve más evidente que presumir que el pueblo de México es obediente y consciente es tan irresponsable como quienes acudieron a la iglesia de San Hipólito el 28 de octubre para festejar al patrono de los imposibles San Judas Tadeo. Ni él pudo hacer el milagro de parar a quienes no quieren entender.

La autoridad es quien precisamente debe saber qué tipo de limitantes establecer, particularmente cuando se presume que “el pueblo es mucha pieza”. Equiparar las limitantes con la coerción y las medidas punitivas es un error de concepción muy grave, una equivocación primigenia.

¿Hasta cuando se resistirá a ver lo obvio? ¿Hasta cuándo seguir mimando la irresponsabilidad de la gente? Al malcriado no lo alientas y eso es exactamente lo que está sucediendo en México en la actual crisis sanitaria mundial.

No es la primera vez que López Obrador presume de una responsabilidad ciudadana difícil de comprobar. Basta recordar la tragedia de la explosión por el huachicol en Tlahuelilpan, Hidalgo donde más de 100 personas perdieron su vida. Insistieron en extraer el inflamable líquido, aunque se había dicho hasta el cansancio de su peligro. Se les dejó a su libre arbitrio, parando a los soldados quienes quizá podían haber detenido a los irresponsables. Pero se prefirió creer en su superioridad moral, lo cual solo se coronó con muerte.

El haber parado la tragedia no hubiera vuelto al gobierno autoritario, solo hubiera probado su interés de cuidar al pueblo. Un acto de firmeza, de gobernabilidad.

Si bien no es culpa del gobierno en turno la irresponsabilidad de la población mexicana —esta lleva gestándose por centurias— sí le es achacable generar las condiciones para que seamos aún más insensibles y poco cívicos hacia nuestro prójimo. Como fue el ejemplo cotidiano de no usar cubrebocas por el titular del ejecutivo federal y del zar anticovid; no comprendieron que es una medida básica para enfrentar la pandemia.

Así, el gobierno nos quiere no solo pobres, sino también fomenta nuestro valemadrismo cuando nos hace creer en que somos un ejemplo de dechado de virtudes cívicas. Es la última burla a la irresponsabilidad. Se alienta al malcriado, se le permite tomar casetas, pintarrajear monumentos, destruir comercios, hacer de lo público —que debiera ser lo más privado en nuestro diario actuar— un cochinero.

¿Ante las procesiones que arribarán desde todos los puntos del país rumbo a la Ciudad de México para el 11 y 12 de diciembre, será entonces suficiente con avisar que estará cerrada la Basílica? Lo dudo. Llegarán, al menos algunas comitivas para encontrarse que no pueden alojarse en la Basilica. ¿Y qué harán entonces? Igual tener 4 a 6 millones de peregrinos en el Cerro del Tepeyac que dispersos por la Ciudad tratando de expresar su veneración a la Virgen de Guadalupe, como sea será una bomba de tiempo en términos de contagio. En todo caso, AMLO no podría decir que cerrar la Basílica se trate de una acto autoritario por parte del gobierno local, en este caso de la capital del país. ¿O sí?

La falta de responsabilidad, ya dije, es un problema que puede fincarse en años, en centurias porque no se educa el compromiso del ciudadano con la comunidad, pero en esta administración federal de López Obrador se tolera. La 4T da al pueblo “su mesada”, pero no le pone límites ni exige un actuar de la población dentro del marco normativo.

El evangelio de AMLO predica un pueblo controlado, respetuoso, víctima de tropelías causadas por sus contrarios, cuando no es así. Somos víctimas y victimarios de nuestra propia irresponsabilidad, y que esta sea aplaudida por la 4T en muchos ámbitos de la vida diaria solo es muestra de un gobierno tan irresponsable como las personas que dice proteger.

¿El pueblo es mucha pieza? La respuesta es no.