Quienes nos dedicamos a impartir talleres de crisis y entrenamientos de medios, repetimos en nuestras presentaciones a nuestros clientes que cualquier eventualidad o situación adversa puede convertirse en una oportunidad, siempre y cuando el vocero que enfrente a la prensa esté lo suficientemente capacitado o tome en serio su rol.

El gobierno actual del Estado de Veracruz, a ojo de muchos analistas y comentaristas políticos, ha sido considerado el peor en toda la historia de la entidad por una horda de escándalos que sus funcionarios no han sabido atajar de manera adecuada, pero también porque no han tomado en serio a los medios de comunicación y a otros vehículos igual o más importantes como son las redes sociales.

Al parecer, el gobernador Javier Duarte prefiere desaparecer a los reporteros más que enfrentarlos. Prefiere realizar cambios en su plantilla de comunicación social más que ejecutar un verdadero gabinete de comunicación política y relaciones públicas que realice actividades de fondo, más no de forma como podría ser la promoción turística de tan bello Estado. Él mismo es una caricatura frente a los medios de comunicación tanto tradicionales como no tradicionales, como lo demostró en su visita a Orizaba donde ignoró a Araceli Salcedo, madre de una joven desaparecida.

El ejemplo más patético del Gobierno de Veracruz de cómo NO abordar una crisis es el tratamiento del caso de la joven Daphne Fernández y los bautizados “banda de los Porkys”. El vocero designado para atender a los medios de comunicación, el fiscal Luis Ángel Bravo, ha caído en una retórica cantinflesca, intentando justificar el por qué no emitió desde hace cerca de un año orden de aprehensión o incluso investigación para la “banda de los Porkys”.

¿Y cómo se comporta este fiscal cuando ofrece entrevistas a líderes de opinión? Por ejemplo, en la réplica a Luis Cárdenas, de MVS la semana pasada, no dejaba de tutearlo y llamarle “tocayo” en cada respuesta, como si estuviese anunciando una gran inversión en el Estado o la conclusión de una gran investigación sin explicar por qué no realizaba su trabajo de abrir una carpeta de investigación hacia los muchachos violadores, para darle algo de justicia a los familiares de Daphne.

Se nota que durante su capacitación de entrenamiento de medios, se le sugirió al fiscal exagerar en su lenguaje verbal y no verbal. Sus manoteos en las conferencias de prensa son exagerados, sus respuestas al teléfono tratando de caer bien a la audiencia, tienen el mismo tono y el mismo ritmo que el de un actor o un cantante, más que un político enfrentando una crisis. Habla de Daphne González y de su padre sin una pizca de compasión, sin el sentido común que debe tener un vocero en una situación de ese tamaño.

Sus mensajes clave son débiles, incoherentes e inoportunos. No pueden usarse en entrevistas términos como “manoseo”, “caso complicado” o cualquier otra connotación negativa que ha usado el fiscal en un caso tan grave e indignante para la sociedad mexicana.

La crisis política y mediática que vive el Estado de Veracruz es terrible, y al parecer se necesitarán toneladas de recursos económicos y tecnológicos para intentar revertir esa imagen en el último tramo del gobierno de Javier Duarte. ¿Qué podría aconsejar? En principio, que el gobernador haga un mea culpa, aceptar errores abiertamente y realizar entrevistas a nivel nacional haciendo balances y abordando abiertamente lo negativo.