Toda estrategia de gobierno presenta fortalezas y debilidades en el corto, mediano y largo plazos.

En el plazo en curso, la principal fortaleza de la 4T es el bono democrático, la confianza de la mayoría y la esperanza en que las condiciones personales y sociales pueden mejorar, según se ofreció en campaña. Hay fortaleza en el Presidente y en algunos de sus principales colaboradores. La hay en el propósito y deberá afinarse en los métodos deliberativos y de participación ciudadana para la toma constitucional y legal de decisiones.

Al mismo tiempo, la debilidad más notoria es la posible desproporción en la concentración de poder; la inmadurez del partido; la relativa inexperiencia del equipo, la falta de personal capacitado en cargos clave y sus tensiones y conflictos; la descoordinación de planes, programas y acciones, las variables exógenas y cualquier acontecimiento adverso contingente (de Trump al Popocatépetl).

El juego entre acciones positivas y variables adversas determinará los resultados que en el mediano y largo plazos dejará registros imborrables. En este sentido, no olvidar que el hoy forjará el mañana, y que hoy será ayer.

En el mediano plazo, más allá de seis meses, la fortaleza debería consistir en la muestra de los primeros logros tangibles y contrastables con el pasado, lo que hoy aún no es dable a contrapelo de los pasivos heredados de los sexenios precedentes.

Si el Primer Informe de Gobierno en septiembre traerá un mensaje cargado de noticias sobre reformas constitucionales y legales consumadas para afrontar la inseguridad persistente y la corrupción, y para fortalecer la economía y el bienestar social, a partir de allí se abrirá un plazo más incierto.

En el mediano plazo la estrategia deberá probar que diagnóstico y soluciones han sido correctos. Los índices delictivos no son determinantes pero sí notorios y muy sensibles. La austeridad y anticorrupción entonces ya deberán ser mensurables y sus implicaciones visibles. La estabilidad económica y fortaleza del mercado interno más vale que sean constatables. Los programas sociales diferentes deberán cobrar impacto real verificable en los derechos y el bienestar de la mayoría, incluidos sectores tales como cultura y deportes.

El mediano plazo es riesgoso y puede acentuar debilidades.

El equipo de trabajo se desgasta y mostrará desniveles. Objetivos y medios pueden ser huidizos y no apropiados. Las variables externas e internas opositoras se redefinirán y moverán con mayor contundencia. El deber y el haber serán más nítidos. Pero, sobre todo, el largo plazo sobrevendrá inexorable.

El largo plazo es el 2021.

Si las elecciones locales de 2019 no presentan mayores dificultades para el movimiento gobernante, dentro de dos años el panorama puede ser distinto. Entonces se renovará completa la Cámara de Diputados federal y 12 gubernaturas más congresos y ayuntamientos.

Para ese largo plazo lo que pase cada día y lo que se sume para 2020 construirá las condiciones de aquel horizonte.

Si se consolidan las fortalezas y baja la inseguridad, se controla y castiga la corrupción, se mantiene aceptable la economía y alivia el déficit social, entonces con o sin AMLO en la boleta revocatoria la cosecha de MORENA debería ser positiva.

Pero si ello no ocurre lo suficiente y las debilidades se acentúan, si las oposiciones se recobran y operan con eficacia, aunque AMLO esté en la boleta el resultado puede no ser tan favorable.

De allí que hoy todo cuenta y mucho: de las variables macroeconómicas a la energía y el petróleo; de la confianza en la inversión a las garantías para el trabajo (reforma laboral y T-MEC), de las acciones anticorrupción (Guardia Nacional fiscalizadora) a la política anticrimen (prisión preventiva en delitos graves, extinción de dominio capitalizable, Guardia Nacional disciplinada, fiscales y jueces fortalecidos, prisiones más controladas); de la política social con subsidios directos a la recuperación de  sectores vulnerados; de la reforma educativa a la reforma electoral en sus mejores términos.

En breve, a reivindicar el México perdido, el de 60 millones de pobres sin extraviar a otros 60 no pobres. A dignificarlo y compartir beneficios sin estropear los pilares sostenibles del desarrollo y con una democracia de mayor intensidad.

Toda estrategia de gobierno presenta fortalezas y debilidades.

Del balance entre unas y otras y su diferencial en coyunturas clave acumulado en el tiempo  dependerá la cosecha del por venir.

▪Académico y Consultor