Ha iniciado formalmente la carrera rumbo a las elecciones del primero de julio, y con ella resurgen con fuerza aquellos intentos por desprestigiar al hoy tres veces candidato presidencial y puntero en las encuestas: Andrés Manuel López Obrador.

Ríos de tinta han corrido aduciendo todo tipo de adjetivos a su persona, sin embargo, ha sido el intento por convertir a AMLO en un símil de Hugo Chávez, lo que sin duda ha caracterizado las campañas negras en su contra.

Altamente efectiva en 2006 cuando Antonio Solá ideó la frase “Un peligro para México”, que resultó lapidaria para el candidato de izquierda, y de nueva cuenta en 2012, este año la historia se repite y los intentos por convertir al tabasqueño en el sucesor del caudillo bolivariano no cesan entre sus adversarios.

Pero a diferencia de lo ocurrido en el pasado, esta vez la campaña sucia ha tenido poco efecto, una vez que dicho discurso se encuentra muy desgastado y resulta poco creíble para el grueso de los mexicanos, además que pareciera un déjà vu a escala internacional.

En Chile, las voces de derecha que apoyaron a Sebastián Piñera a ganar las elecciones del año pasado, lo hicieron acusando al candidato del Frente Amplio de querer convertir al país sudamericano en “Chilezuela”.

En Ecuador, la oposición de centro derecha liderada por Guillermo Laso ha ganado harta popularidad con base en un discurso apocalíptico para convencer a sus compatriotas de no seguir “el camino de Venezuela”.

En España, Mariano Rajoy y el Partido Popular reiteradamente utilizan este discurso inclusive fabricando pruebas falsas de supuestos vínculos entre Chávez/Maduro y la izquierda española, para tratar de desacreditar los esfuerzos realizados por el partido “Podemos” y su líder Pablo Iglesias. 

En Colombia, las corrientes ligadas al expresidente Álvaro Uribe hoy se montan en una cargada propagandística y mediática en contra del candidato Gustavo Petro, a quien acusan de tener un proyecto “castrochavista” que los llevará a la debacle.

En Estados Unidos, ha comenzado una campaña negra con tufos “republicanos” para tratar de convencer al electorado conservador, de que Bernie Sanders es el próximo comandante Chávez del mundo anglosajón.

Inclusive en Reino Unido los tabloides ligados a los “Tories” (conservadores), hablan de la nociva influencia que tiene Venezuela sobre el Partido Laborista y su dirigente Jeremy Corbyn.

Quienes gozan de los privilegios del status quo buscan desesperadamente “venezolanizar” la elección presidencial y volver a encerrar a AMLO en esta figura caudillista autoritaria, sin darse cuenta  que se dan un tiro en el pie cada vez que lo intentan, pues el hartazgo social justo está ligado a las pérdidas de libertades que este gobierno le ha recetado a sus propios ciudadanos.

Irónicamente ha sido el gobierno de Enrique Peña Nieto el que más nos ha acercado a convertirnos en el régimen que hoy encabeza Nicolás Maduro.

Los analistas que cubren la difícil situación que se vive en Venezuela describen que el régimen “chavista-madurista” manipula y pervierte las instituciones democráticas; en México nuestro gobierno se ha encargado de hacer lo mismo dejando acéfalas a la PGR y a las Fiscalías de Anticorrupción y de Delitos Electorales, intentado imponer a Raúl Cervantes como fiscal general, e imponiendo a Eduardo Medina Mora como ministro de la Suprema Corte o a Paloma Merodio en el Coneval.

En Venezuela se censuran a los medios de comunicación; en México sólo habría que recordar el despido de Carmen Aristegui,  los audios filtrados en contra de Pedro Ferriz de Con, o la renuncia de Leonardo Curzio para darse cuenta de la opresión que enfrentan nuestros periodistas, o el férreo control de medios con base en un derroche presupuestal en publicidad oficial de 36 mil millones de pesos como denunció el New York Times.

En Venezuela el régimen acosa a la oposición; no olvidemos que en México la PGR utilizó el software “Pegasus” para espiar a activistas, comunicadores y opositores (entre ellos Carlos Loret, Juan Pardinas, Mario Patrón o el grupo que investigaba el caso Ayotzinapa), o la amenaza de auditorías fiscales, en voz de Pablo Escudero del Partido Verde en el senado, en contra de las organizaciones de la sociedad civil que fueran críticas contra el gobierno.

En Venezuela las fuerzas armadas tienen un poder excesivo; apenas en diciembre se aprobó en nuestro país la Ley de Seguridad Interior, que permite al presidente hacer uso de las fuerzas armadas de manera discrecional, y le permiten al ejército y a la Marina autogobernarse, primeros pasos rumbo a una posible militarización del país.

En Venezuela se hace uso del clientelismo político para ganar elecciones; nada muy distante al reparto de monederos como los utilizados en Coahuila, el Estado de México o las elecciones federales de 2012, o de la entrega de televisores por parte de la Secretaria de Comunicaciones y Transportes en plenas épocas electorales.

El gobierno de Venezuela es extremadamente corrupto; sobra mencionar los escándalos de corrupción de este gobierno y que el único país latinoamericano que supera en corrupción a Venezuela, según el ranking de la organización Transparencia Internacional, es México.

Nos han dicho tantas veces “ahí viene el lobo”, cuando en realidad el lobo y toda su jauría ya están adentro y se han devorado nuestra democracia y sus instituciones.

Ya el cuento nadie se lo cree.

El autor es doctorante en Política Social en la Universidad de Edinburgh

Kevinzapata2012@gmail.com

Twitter: @KevinZapataCele