Continúan muy bien los números de López Obrador hacia el 2018. Pero el líder opositor no ha sido del todo afortunado en sus más recientes declaraciones. Y él, que casi siempre está en el centro del debate político del país, da la impresión de que en ciertos momentos coyunturales debiera ser más cuidadoso, por más seguro y cierto que se sienta en sus planteamientos. Ya se sabe que su perfil es el del político honrado que quiere a México y que lo único que ha procurado durante su vida política es el bien de la nación y de la sociedad; sobre todo, que ha luchado por modificar las condiciones de desigualdad que privan desde hace décadas. Como lo demostró cuando fue gobernante. Y sin embargo, no todo lo que declara es bien recibido incluso por seguidores o simpatizantes.

Por ejemplo, se equivocó al decir que el asunto del plagio académico de Peña Nieto fue una cortina de humo para evitar los temas fundamentales. Por el contrario, la raíz ética que subyace en la acción del actual encargado del ejecutivo cuando se tituló como abogado por la Universidad Panamericana, revela el espectro de lo que sería el comportamiento futuro que hoy lo tiene en una grave crisis que, ante la ausencia de responsabilidad consecuente, hunde también al país en los abismos de la impunidad. Este escándalo a quien beneficia en el fondo es al propio López Obrador, así que mejor habría sido para él callar si no iba a agregar un elemento positivo al debate en torno al hecho. Pudo haber continuado su discurso y señalar el asunto en cuestión a su favor, incluso.

Tampoco le fue bien con su declaración “3 de 3”, pues mucha gente no le creyó o utilizó en contra suya el hecho de que haya sido incompleta. Por mi parte, dejando de lado el descuido de que fuera incompleta, sí he creído que no use tarjeta de crédito y chequera (como millones de mexicanos, ya sea por decisión o pobreza) y que haya repartido los bienes entre sus hijos. Sin embargo, en términos de percepción no supo manejar el tema aunque haya tenido razón. Bastaba con decir: que se me investigue, y si tienen pruebas, procedan; así de simple (con el agregado que sí realizó: que se investigue también a los de la mafia del poder; sin comillas).

Propuesta de Buscaglia contra la de AMLO

Un asunto aún más importante que ha generado polémica es el contenido de su discurso de Acapulco en agosto pasado, “Cambio y Porvenir de México (Una visión hacia el 2018)”, que en general es propositivo para modificar la actual política en el país. No obstante, el concepto de “amnistía anticipada” allí sustentado ha causado malestar y ataques innecesarios entre sus simpatizantes y entre quienes se asumen como críticos analistas; incluso de izquierda. Me parece que no ha sabido explicar a fondo y aclarar la polémica.

Amnistía Anticipada:

“…les decimos a los integrantes del grupo en el poder que, a pesar del gran daño que le han causado al pueblo y a la nación, no les guardamos ningún rencor y les aseguramos que, ante su posible derrota, en 2018, no habrá represalias o persecución para nadie.

“Declaramos esta amnistía anticipada porque lo que se necesita es justicia, no venganza. No odiamos a nadie. Sencillamente deseamos lograr el renacimiento económico, social, político, pero, sobre todo, moral de México. Dicho de otra forma, se trata de inaugurar una etapa nueva de la vida pública del país, con un presidente que no esté subordinado a ningún grupo de interés creado y que solo tenga como amo, al pueblo de México.

“Respetamos a quienes sostienen la máxima de ni perdón ni olvido, pero no la compartimos. Podríamos decir: olvido no, perdón sí. En esta virtud, igual que en la honestidad, reside la esperanza de un mejor porvenir. Si hacemos a un lado el odio y optamos por el perdón, podremos caminar con el emblema de la honestidad hacia una sociedad mejor.”.

 

 

Justicia Transicional

Hubo una reacción airada de muchos frente a esa propuesta (por lo general, sacándola de contexto). Dejando de lado la parte “negativa” de su crítica por el momento, el reconocido analista Edgardo Buscaglia ha sido uno de los más feroces opositores a semejante planteamiento haciendo al tiempo la propuesta de una “Justicia Transicional”:

“…ante un poder judicial colapsado corrompido y desprestigiado hay que instaurar mecanismos de #justiciatransicional para extirpar a la mafiopolítica de #Mexico.

“La justicia transicional posee la gran ventaja de constituirse a través de bases sociales democráticas como entes juzgadores legítimos para generar sanciones y perdones siempre con reparación del daño para víctimas inocentes. Aqui no hay perdones emitidos por políticos que se comportan como señores feudales emitiendo, sin consenso social previo, estas ‘amnistías anticipadas’ para delincuentes organizados

“Cada delito de Estado al estilo #Ayotzinapa debe ser procesado caso x caso por este tipo de JUSTICIA TRANSICIONAL.” (cita tomada de su cuenta de Facebook; 22-08-16).

Y me parece que si existieran ahora las condiciones políticas en México, si la sociedad a nivel nacional tuviera la capacidad de organización, movilización y demanda, la propuesta de Buscaglia sería más que plausible; la considero pertinente y con simpatía. Pero no es factible aun.

Por su parte, el problema con el planteamiento de López Obrador es que ha sido, primero, descontextualizado del resto de su discurso que en realidad se trata de toda una propuesta de gobierno. Segundo, que, descontextualizada, ha sido descalificada a priori con base en una interpretación y/o especulación por parte de los descalificadores.

Como he escrito en twitter, la idea de amnistía anticipada ofrecida puede ser debatida, criticada y aun rechazada, mas parece que sus críticos la han usado como arma de ataque (otra más) contra López Obrador.

Buscaglia dijo de entrada, antes de establecer su propuesta de Justicia Transicional frente a la del político, que la “amnistía anticipada” es una “apología del delito que fomenta más pactos de inpunidad mafiopolíticos”. Añadió: “Clara apología de la #corrupción de #AMLO para continuar con el pacto de impunidad política que asesina a #Mexico”. Y equiparó de manera forzada eventos disímiles: “En un #Mexico donde (en promedio) el 80% del dinero que financia campañas políticas es de origen ILEGAL, en este sucio contexto, las ‘casitas blancas’ y las ‘amnistías anticipadas’ de facto ya abundan con total #impunidad política.”. Para decirlo claro: acusa al objeto de su crítica de apologeta de delito y la corrupción, continuador del pacto de la impunidad política que asesina a México. ¿Es así en realidad, “todos son iguales”?

Entró en áspero debate con el prestigiado académico John Ackerman, quien argumentó que tergiversaba el concepto de amnistía por sacarlo de contexto (es decir, una interpretación errónea o manipulada); la respuesta fue poco amable de parte de Buscaglia.

A los planteamientos del presidente del Instituto de Acción Ciudadana para la Justicia y la Democracia AC, han seguido tenaces ataques de otros supuestos críticos de izquierda, puristas que, siguiendo al analista, concluyeron, absurdo, que AMLO compraba así, con la “amnistía anticipada”, la elección del 2018 incorporándose a la mafia del poder, etcétera.

El discurso de Acapulco empieza así: “…la crisis de México no podrá enfrentarse sin cortar de tajo con la corrupción y la impunidad, lo cual implica cambiar el actual régimen y establecer un orden político nuevo, democrático, con honestidad, justicia y apego a la legalidad.”. Cortar de tajo con la corrupción y la impunidad: es clave.

Quienes han interpretado la “amnistía anticipada” como una complicidad de López Obrador con la mafia del poder, han creído que el perdón a ésta iría más allá de lo moral y que incluiría lo judicial. Pero esto es una interpretación, como bien pudiera ser otra a partir de otras palabras claves del discurso de Acapulco: Justicia, no venganza. Y esto supone también especulación: ese perdón, esa ausencia de venganza y de odio lo establece López Obrador a título personal hacia quienes le han hecho daño en el pasado. Pero eso no quiere decir que el perdón conlleve la ausencia de justicia. Una cosa es prometer que no habrá “cacería de brujas”, otra es que no habrá justicia. Y regresando a la cita de Buscaglia, en ningún momento López Obrador ha dicho, como él sugiere, que graves casos como el de Ayotzinapa vayan a quedar impunes. La acusación perseverante de Buscaglia pretendería descalificar a López Obrador a partir de una interpretación. Y si así fuera, si el único político en verdad opositor es depositado con el resto de la mafia del poder, no sé a qué habría que atenerse. ¿Estará pensando Buscaglia, como Enrique Krauze, en el resurgimiento de un político “independiente” o, mejor, en espera de ese efebo surgido de la nada como redentor del país? (planteamientos de Krauze en entrevista con El País el 12 de mayo pasado).

La propuesta inicial de López Obrador, en caso de que la sociedad mayoritaria vote por él y el grupo en el poder le deje ganar la elección, no es desgastarse en la persecución per se, anticipada. Pero es obvio, o tiene que serlo, que la sociedad demanda y demandará justicia. Y en los casos que haya injusticias claras, López Obrador y su posible gobierno tendrían que actuar en consecuencia e incluso considerar con seriedad una propuesta como la de Justicia Transicional. Tendría que ser un trabajo simultáneo de sociedad agraviada y gobierno legítimo y legitimado por la misma sociedad.

La crítica, el debate y las propuestas deben de ser bienvenidas; lo extraño es cuando se convierten en un pretexto, un mero instrumento para denostar y atacar. Y como se ve, las palabras de AMLO sobre la amnistía y la justicia se prestan a crítica y especulación. De allí que él mismo o alguien cercano tendría que explicarlas a detalle en el contexto del contenido de las “Siete grandes decisiones” planteadas en Acapulco (Rescatar al estado hoy en manos de la mafia; Acabar con la corrupción y la impunidad; Terminar con los privilegios en el gobierno; Lograr el renacimiento económico y social de México; Hacer realidad el Estado de Bienestar;…), -o establecer que el ofrecimiento ha sido en realidad mal interpretado o reconocer que se trata de un error- para evitar así descalificaciones y ataques prolijos que se vuelven obsesivos y se colocan, voluntaria o involuntariamente, en el absurdo nivel del odio pertinaz ya bien conocido por todos.