Los tacones tienen un lugar icónico en la historia, su origen fue en la realeza. En aquel momento, los tacones los usaban los reyes como un símbolo de poder, de distinción y de "alteza", el primero que los usó fue el Rey Luis XIV. Aunque el calzado con tacón propiamente fue utilizado por los egipcios  para el manejo de caballería, fue el Rey Luis quien cargó a esta prenda con el significado de separar al noble del suelo que pisan todos sus inferiores. Y tantas vueltas da la vida, que aquel icono de poder hoy se convierte en un icono de opresión y violencia simbólica en contra de las mujeres. 

En su columna publicada por El Universal, este jueves, Carlos Loret de Mola cuestiona “¿Quién es el alto funcionario del SAT que prohíbe a sus nuevas colaboradoras usar tacón bajo?”.

Y aunque parezca un absurdo, Loret asegura que en las oficinas del Servicio de Administración Tributaria hay un funcionario que prohíbe a las mujeres que trabajan en aquella dependencia de gobierno utilizar zapatos bajos o sin tacón. Después de eso, Federico Arreola, director de SDPNoticias, alegó que aquel acto era un acto de "discriminación". 

Dijo que el SAT está para cobrar impuestos, no para jugar a imitar a Coco Chanel, la leyenda que pedía “mantener los tacones, la cabeza y los estándares altos”; y hasta le hace un llamado a   José Antonio Meade, aspirante a la candidatura presidencial y, secretario de Hacienda, para poner orden en esa casa de modas.  El asunto es que "discriminación" significa, según la Real Academia Española,

"Dar trato desigual a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo". Pero en este caso, no se trata solo de discriminar mujeres sobre hombres o tacones alto ante tacones bajos, se trata de una imposición unilateral sobre la vestimenta de una o varias mujeres. Eso, es violencia. 

Y yo pregunto: ¿Acaso no es escandaloso y estúpido que estemos centrando un debate sobre los tacones y las prendas que pueden o no usar las mujeres? 

Aquí hay bastante materia para tener indignación. Primero, porque esto no se trata de discriminación, sino de un acto de violencia de género tan evidente como molesto. Es un abuso de poder que un funcionario mande o disponga sobre la vestimenta de las mujeres, y hay que hacer hincapié en que no está hablando de calzado en general, sino de tacones que como tal, se asocian a una imagen sexualizada y sensualisada de las mujeres. 

Y ahí nos vamos al siguiente punto. 

¿Acaso para hacer bien su trabajo, las funcionarias del SAT tienen que usar tacones? ¿En qué momento una dependencia de gobierno se convirtió en una agencia de modelos, en donde pareciera que no importan las capacidades y habilidades sino el tamaño de los tacones? Esta ofensa es una ofensa directa contra la inteligencia de las mujeres, es una de las expresiones del grado máximo de objetivización. Y hasta ahora tan solo se ha dado a conocer el tema de que se trata de tacones... pensemos en varios escenarios. ¿Y si también les están exigiendo faldas cortas? ¿Estamos dispuestas a quedarnos calladas solo por conservar un trabajo dentro del posible equipo ganador de la contienda rumbo a la presidencia? Me van a disculpar, pero la dignidad no tiene precio. 

Tal vez, como bien escribe Federico Arreola en su columna, Meade no deba hacer de los tacones un tema de campaña, pero tampoco es algo ante lo que pueda hacerse ciego. El asunto de la igualdad de género, el combate a la violencia contra las mujeres, la promesa de prevención y combate a feminicidios, esos sí son temas de campaña. Y es que el imponer una prenda es lo mismo que impedirle a una mujer que se vista como guste, uno de los signos de violencia en la pareja. Peor cuando quien impone o impide es un jefe. Violencia laboral. 

Las mujeres, todas, tienen la libertad para decidir cómo vestir y qué usar. Y tampoco nos hagamos del oído sordo, sabemos bien que en ocasiones, hay ámbitos tan exigentes y competitivos como el corporativo o el político en donde este tipo de nimiedades no se convierten en una razón seria como para perder un trabajo y más que un trabajo, una razón para perder el lugar en un equipo, pero justamente estas pequeñas acciones de jefes ignorantes son lo que crean los famosos "techos de cristal", contra los que nos enfrentamos día con día. 

Aunque el señor Osvaldo Antonio Santín Quiroz, jefe del Servicio de Administración Tributaria le dijera a Don Arreola que el SAT "no exige a nadie usar tacones ni altos ni bajos", y que supuestamente "en  esa institución se respeta la libertad de todos y todas las personas", hay que recordar que este tipo de acusaciones son de aquellas por las que hay consecuencias graves. 

Así es que en vez de esperar la denuncia de las víctimas de violencia de género en el trabajo, invito respetuosamente a Osvaldo Santín y a José Antonio Meade a que hagan una junta con todos los jefes y altos funcionarios de su institución para prohibirles categóricamente este tipo de actos y por supuesto, a las víctimas a que se acerquen a denunciar... pero no ante la misma autoridad que las está violentando, sino a los medios. 

Así que cuando se cansen de ser objetivizadas, hay una respuesta que será más efectiva que la de sancionar internamente a alguien, esa es la condena pública y colectiva contra su agresor.