Josefina pretendió engañar a los muchachos del ITAM hace unos días. Actuando como una vendedora, quiso adormecer la razón de sus jóvenes oyentes para emancipar de ella a la imaginación y llevarla al nivel de la fantasía y el sueño, para de ahí echarlos al saco de sus palabras dulces. No sabemos si le habrá rendido frutos la jugada y los muchachos del ITAM le compraron sus acciones chatarra. Pero si no, si el efebo madrileño falló en esta ocasión, creo que éste debiera pensar mejor su siguiente jugada en el tablero de los jóvenes. En el siguiente lance de este tipo, ante los efebos, tal vez Solá debiera considerar la posibilidad de disfrazar a Josefina de la Chilindrina.
Josefina metió el choclo feamente con los eventos del ITAM. Demostró que está dispuesta a todo con tal de hacerse de la silla grande, incluyendo aquello de pisotear a la razón y a la dignidad humana tal cual lo hizo en la escuela mencionada. Y la razón no hace concesiones en este sentido, y cada vez que Josefina pretenda moverse de la incomoda telaraña madrileña de su absurdo primario, quedará atrapada en más y más absurdos subsecuentes hasta quedar inmovilizada y rendida a los pies de la verdad. Así, al efebo madrileño debiera quedarle claro que lo mejor en este caso es callarse ya, echar tierra al asunto, o bien aceptar sin ambages la ridícula expresión de los verdaderos sentimientos de la candidata. Por supuesto que en la gran máquina de mentiras del panismo con olor a paella pasada no es posible esperar la rectificación pública, así que lo mejor es darle vueltita a la página, y a la brevedad posible. Y aclaro que he dicho “ridícula”, porque este tipo de errores no es aceptable en alguien que pretende gobernar a un país, y menos en un fabricante de chismes y rumores de comadronas que cobra millones de dólares a cambio de aire.
Pero me he quedado pasmado porque ambos personajes, candidata y efebo madrileño, demuestran que son necios al grado de la terquedad más inaguantable. Son ya como dos chiquillos. Digo esto porque persisten en su obsesión por enredarse a más y mejor. En efecto, Josefina tuvo una muda de piel para tratar de refrescar su imagen luego de los bochornosos eventos del ITAM. El efecto deseado era escapar dejando la vieja piel en la trampa. Desconozco si el efebo madrileño tiró con sus garras de los filos hirsutos de la piel maculada para apresurar la muda, pero debo suponer que así fue. Y es que Josefina acaba de recetarnos otro discurso absurdo para tratar de solventar los daños del ITAM.
Mire usted qué curioso. Nos dice ahora que su intención no era despreciar a los viejos, sino exaltar los valores añadidos en la edad avanzada. Según sus palabras, ahora resulta que en el ITAM más bien se desvivió en elogios para AMLO por haber reunido a un gabinete de hombres y mujeres que, en su opinión, suman alrededor de 1,500 años de edad cuando juntos.
¡Qué ingeniosa señora! Novedoso estilo el de Josefina para lanzar panegíricos y apologías a los viejos. Resulta ahora que se ha convertido a una versión degradada de la vieja escuela socrática para exaltar los más altos valores con la divisa de la ironía chistosa. ¿Así piensa Josefina gestionar la política de educación en México? ¿Acaso piensa instalar a la ironía picaresca, carpera, como método de enseñanza? Aplausos a Josefina.
Si usted no es un panista fundamentalista, ¿le cree a Josefina? ¿Está dispuesto a cambiar su sentido común y su sensatez por la moneda de dudoso cuño que va girando en las palabras de Josefina?
A lo dicho, Josefina no puede escapar de la telaraña que le tejió el efebo madrileño en el ITAM. La telaraña nos habla de lo que ya dijimos en el apunte pasado: la negación de la personalidad moral de los viejos para ubicarlos, no solo en condición de medios, sino de medios ya disfuncionales, de basura, de desechos, y cuya única función en lo social es servir de cargas que reportan enormes costos económicos. Y este posicionamiento no es una novedad, entra perfectamente bien en el cuadro general del neoliberalismo panista. Es solo que la candidata y el efebo madrileño tuvieron un lapsus y se evidenciaron públicamente por su misma ansiedad de votos.
Pero parece que Josefina trae una obsesión con los efebos. Tal vez ella se ha creído que somos unos niños de pecho que nos chupamos el dedo. Y su obsesión parece ser tan grande, tan colosal, que ya rebasa los diques de su sensatez. Y digo esto porque, con sus impredecibles giros de opinión, ella misma se nos muestra como una legítima representante del vacilante espíritu efebo para seguir dándose de golpes ella sola. ¿A quién se parece en esto?
Si en el ITAM se nos mostró como entusiasta y devota partidaria de la efebocracia, del gobierno de los tiernos, ahora en su pueril intento de rectificación se nos deja ver como leal consorte de la meritocracia. Y bueno, es posible que mañana se pronuncie por la gerontocracia, luego por la plutocracia, y así se irá de cambio en cambio hasta llegar a la jornada electoral. Así son los jóvenes, ¿qué quiere usted?
Por lo pronto, honor a quien honor merece. Muy bien por Josefina por pronunciarse el día de hoy por la meritocracia desde su banco en el salón de clases. Además, la manzana que ha puesto en el escritorio del adormilado profesor es buena. Y aunque esta forma de gobierno viene a ser una especie modificada de aristocracia, nada mejor para una sociedad que aquello de ser gobernada por los mejores. Sin embargo, poco nos dura el gusto porque, en el caso específico de Josefina, hay un grave problema de inicio con la meritocracia.
Si nos pusiéramos a construir una completa tabla de valores que normara al arte de la política, pero al verdadero arte de la política, no al sempiterno arte del bandidaje prianista, nos resulta que Josefina no pasa la prueba ni trayendo toneladas de manzanas al salón de clases…y ahora sí que no la pasa ni de panzazo. En efecto, si el gobierno de los mejores es el ideal del momento de Josefina, ella debería renunciar hoy mismo a todas sus aspiraciones hacia la presidencia. Y razones de sobra hay para que Josefina realice este acto de honestidad en aras de hacer posible el gobierno de los mejores.
Si la política es el arte de conocer y hacer posible la felicidad y la paz perpetua para una sociedad, Josefina, en cambio, ha servido voluntariamente a un orden de cosas que ha procurado a nuestra sociedad miseria, infelicidad, discordia y muerte. Los hechos son rotundos a este respecto. No hay análisis factual posible que eche por tierra esta conclusión. Así, pues, si Josefina ha colaborado en la construcción de ese orden que procura de manera deliberada los valores antitéticos de la verdadera política, y si su ideal de hoy está en la meritocracia, no pasa ni de panzazo. ¿Qué espera para retirarse de la contienda?
Un joven que no cumple con sus deberes escolares en tiempo y forma, que hace todo lo contrario a lo que sus maestros le instruyen en el camino del bien, no tiene méritos para ocupar un lugar en el salón de clases así traiga de obsequio diario las más jugosas y rutilantes manzanas. Que le ceda su lugar a un joven de virtudes y con deseos vivos de estudiar y de ser hombre de excelencia. Esa es la meritocracia.
Poco importa si mañana Josefina se pronuncia por la tiranía de los plutócratas o por la gerontocracia para salvar las contradicciones en su discurso y seguir así de cachirul en el salón de clases promoviendo el caos y el desorden mientras el profesor sigue en hondo sopor. El hecho inapelable es que, si no renuncia hoy, en el río de los frecuentes cambios de opinión del mundo de Josefina habrá quedado el precedente de que un día se pronuncio por construir y dirigir una meritocracia sin tener méritos; un sistema de gobierno que, por principio, es la negación rotunda de su cruda realidad como burócrata y de su actuación de rutina en el salón de clases.
Como dije, el político sabe acerca de lo que conviene a la felicidad y a la paz de una sociedad. El comerciante sabe lo que conviene hacer para vender más y mejor. El albañil sabe cómo construir una calle. El burócrata sabe de trámites, papeleos y sellos. Y el ladrón sabe cómo escamotear lo ajeno sin ser descubierto. Así, pues, no se debe confundir política con negocios, albañilería, burocracia y delincuencia. Y aquí reside el gran problema con la política de nuestro tiempo: que ha sido invadida por un enjambre de comerciantes, albañiles, burócratas y ladrones, aventureros inexpertos que no conocen el oficio, y que no pasan ni de panzazo una prueba en el imperio de la verdadera política.
Buen día.