“Todo error es producto de la impaciencia”.<br> <br>

Edgar Alan Poe

“El hecho de que yo no haya visto ‘Django Sin Cadenas’, no quiere decir que no exista”

Louis C.K.

Cuando los gobiernos de los países del mundo observaron que el Coronavirus crecía y causaba múltiples muertes, acordaron reducir sus efectos y propagación, adoptando las medidas de confinamiento y sana distancia.

A diferencia de nuestro país (como bien ha señalado el doctor Hugo López-Gatell), algunos gobiernos incluso han utilizando la fuerza pública, para resguardar a quienes salieran a las calles ociosamente.

Como sea, aquí se toca el tema delicado de una probable violación al derecho al libre tránsito, que se acentúa en una sociedad educada para hacer su regalada gana y romantizar la rebeldía, contra todo tipo de autoridad.

En Sacramento California, el 26 de Abril del 2020, hubo una manifestación contra estas medidas, donde se escucharon opiniones, como: “Tengo problemas con el gobierno, diciendo que no podemos salir, es ilegal, es inconstitucional”, “nunca me puse desinfectante y jamás me lavo las manos”, “si la gente saludable está bien, y la gente en riesgo se enferma, ¿no es cómo debería de ser?”, “Alguien venga a toserme en mi cara”, “no se vacunen no tomen nada”, “adelante América, tóquense la cara, salgan, tengan sexo y no se preocupen por tocar nada, toquen todo y a todos, refuercen su sistema inmune”.

La última opinión es interesante, porque no solo es la expresión de un gringo loco (aburrido porque no puede salir a surfear cuando hay buenas olas en las playas), sino que comparten gobiernos de países altamente desarrollados, como Suecia, que hizo su política de salud pública basada en la cuestionable “inmunidad de rebaño”, implantada por su Ministro de Salud, Anders Tegnell, quien redujo las medidas de confinamiento y sana distancia amparado en la teoría de que, reuniendo personas que hayan sobrevivido al virus, en números elevados, mezclándolas con personas sanas, se generaría una inmunidad que bajaría la curva de la pandemia. Los resultados demostraron lo contrario y ahora están padeciendo las consecuencias, cual país del Tercer Mundo.

¡Qué estupidez! ¡Los suecos tomaron como modelo, reuniones que se hicieron en el pasado, para generar inmunidad contra el sarampión! No es lo mismo: el Cononavirus es un mal que apenas se está conociendo, no hay vacuna, y como dijo el doctor Gatell: “nos hace navegar en un mar desconocido, sin cartas de navegación”.

En México (tomando como referencia a Suecia), comenzaron a realizarse las “fiestas Covid” clandestinas, como una que se planeó para el 23 de mayo en Las Águilas, CdMx, con un costo de 1500$ (que, por supuesto, incluía “chupe” y DJ’s). Fiestas que al ser detectadas, son canceladas por la policía.

En una de estas “fiestas Covid”, se encontró el cuerpo sin vida de Sandra N, en Villa del Jardín, Puebla; al parecer, no por coronavirus, sino por fractura, pero cualquier evento clandestino invita, indirectamente, a lo turbio.

Cual zombies del reventón, en Ecatepec, Estado de México, se han impedido innumerables fiestas clandestinas (incluso durante la fase 3), donde también clausuraron un palenque.

Quién sabe qué tendrá esta entidad, que destaca por su salvajismo. Recordemos que allí, los familiares de víctimas del Covid-19, ingresaron por la fuerza al Hospital de las Américas, agredieron al personal, dijeron que la enfermedad no existía y que los médicos estaban asesinando a los pacientes.

Un reportaje de Reforma, de Alejandro León, mostró que la Central de abasto de Ecatepec estaba abarrotada, donde mujer dijo en testimonio: “A usted le vale si me muero”.

Seré claro: Yo, Rafael Tonatiuh, defiendo el derecho al suicidio. Que se muera quien deseé hacerlo, pero que no se lleve entre las patas a los demás.

En Monterrey, Nuevo León, la gente ha relajado las medidas de confinamiento y abarrota el centro, porque “se aburre”; su inconciencia les impide ver que son un foco de infección ambulante, y si se les pide que no salgan de sus domicilios, no solo es para proteger sus vidas, sino para evitar la propagación del virus.

El Gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón “el Bronco”, como bien publicó el compañero José Jaime Ruiz en SDPNoticias: “le apuesta a la muerte”, pues su Secretario de Salud, Manuel de la O., contempla la compra de más cajas refrigerantes para contener cadáveres y hornos crematorios, en vez de adquirir más ventiladores e insumos para hospitales.

¡Ora sí el “Bronco” se pasó de “Bronco” y dijo que pondría una caja refrigerante en la Macroplaza, como los Autos de Fe en tiempos de la Santa Inquisición! Con gobernantes así de brutos, difícilmente se podrá controlar esta pandemia.

Si una población es salvaje, se requiere de un gobierno sensato que la ponga orden. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, por ejemplo, aún convoca y asiste a mítines a favor de su gestión, y recomienda el uso de cloroquina para combatir la enfermedad (casi casi como Donald Trump, que indicó las gárgaras de Cloralex). Por ello le renunció su Ministro de Salud, Nelson Teich, y también su ministra de Cultura, Regina Duarte, pues la aberración gubernamental ya rebasa los límites de los asuntos sanitarios y se vuelve un problema de salud cultural.

Y así, llegamos al diputado del PES, Carlos Navarrete Aguirre, quien en una reunión de la Comisión de Salud del congreso de Sonora, se le puso al brinco al presidente de la Comisión de Salud, doctor Filemón Ortega Quinto, con palabras dignas del Premio Javier Alatorre: “¡Ya basta! Primero dijeron que 40 días, ora ya van otros 40 días más, ¿cuántos días más va a estar reprimida nuestra gente? Vamos allá afuera compañero Filemón, Lo invito a cualquier municipio a que me diga dónde están los enfermos. Nadie conoce a ningún enfermo. Qué triste la situación que estamos viviendo, siendo engañados, ya es momento de que hagamos algo. Incluso dijeron que tomando té de canela, el virus se moría, en la garganta”.

De entre tanta bestialidad disparada cual ametralladora, basta destacar una sola, para dejar en claro el nivel de ignorancia del legislador: el virus no se mata en la garganta, pues como todo mundo sabe, no es un ser vivo.

La “nueva normalidad” que sobrevendrá a la peste, debería corregir una anormalidad que padecemos todos: La elección de gobernantes educados, cultos y refinados, que a su vez propicien una sociedad educada, culta y refinada, sin ardientes ansias de salir a echar desmadre, con la capacidad de desarrollarse en la quietud de su espacio más íntimo: su propio cuerpo.