¿Qué diferencias hay entre la izquierda y la derecha? Que a la izquierda la mueven ideales, y a la derecha, intereses. Otra es que desde la primera se busca el bien para una mayor cantidad de personas, mientras que la segunda ve por el beneficio individual o de pequeños grupos. Aunque nada es puro y tajante y pueden existir matices, combinaciones e intercambios entre elementos de ambas posturas, en general las personas pertenecientes a una u otra tendencia se adscribirán a los principios esgrimidos.

Los ideales son aspiraciones que guían las acciones de los seres humanos. Constituyen una especie de motor que orienta y regula los actos hacia determinadas metas. Debido a que representan anhelos de gran aliento, los ideales pueden o no alcanzarse de manera definitiva o total; se busca la aproximación a ellos, de ahí que demanden un proceso largo e intenso de lucha para conseguirlos o acercarse a su conquista.

Los ideales revolucionarios enmarcados en los principios de la izquierda buscan transformar el estado de cosas, superar los límites de las circunstancias para forjar escenarios que resulten más favorables al mayor número de personas. En el caso de la Cuarta Transformación, se prefirió el camino de la Regeneración al de la Revolución.

Las tres transformaciones anteriores, Independencia, Reforma y Revolución, fueron violentas y en sus escenarios hubo miles de muertos. La Regeneración propuesta por Andrés Manuel López Obrador consiste en un profundo trabajo para reconstituir el tejido social y político del país de una manera pacífica, sin violencia. Con base en ese trabajo de Regeneración, se busca lograr la Cuarta Transformación de México.

Los ideales más importantes de la 4T son: reformar la economía para lograr una menor desigualdad en la distribución de la riqueza, combatir la corrupción, recuperar la integridad de las instituciones democráticas y frenar la impunidad a partir de una correcta aplicación de las leyes y de la justicia.

El sociólogo y escritor Alejandro Rozado nos ofrece otra manera muy clarificadora de comprender el proceso que estamos viviendo. Él habla de que la Cuarta Transformación tiene como misión desarrollar un proyecto moderno de izquierda “en el marco de un capitalismo honesto”, impulsando “el desarrollo con bienestar, libertad, igualdad, justicia, legalidad y transparencia pública, con una ética de fraternidad, de hermandad entre los seres humanos”.

El desafío del paso a la modernidad, dice, es inmenso, porque vivimos en decadencia. Señales de esto último son, entre otros acontecimientos y prácticas, la pandemia, el cambio climático, la sobreexplotación del trabajo y la desigualdad económica y social crecientes. Afortunadamente, asegura, nos encontramos en los estertores de ese declive.

Lorenzo Meyer habla de un “gozne histórico” que hizo posible el triunfo “de una oposición real, sin violencia, a través de las instituciones”.

La Cuarta Transformación tiene un líder en Andrés Manuel López Obrador, pero el movimiento trasciende al personaje. El presidente es el gran luchador y representante de ese cambio histórico pero los ideales que él enarbola no son de su exclusividad, sino que son compartidos por millones de mexicanos. Es por esos ideales que lo seguimos y apoyamos y que podemos optar por denominarnos lopezobradoristas mientras sea AMLO quien encabece el barco de la transformación, pero el personaje puede dejar de ocupar el espacio central del escenario y los ideales, como el argumento de una obra de teatro, se mantendrán y perpetuarán pues muchas mentes y almas son y serán su vehículo y sostén.

Por eso hay garantía de continuidad de la Cuarta Transformación en México.

De ahí que a quienes apoyamos este gobierno siempre nos haya parecido inadmisible e insultante que se hable de un mesías. Ni la connotación de salvador ni la de redentor que el término “mesías” conlleva son calificativos apropiados para la figura de AMLO, porque los mesías actúan como entes superiores, únicos e intransferibles, mientras que López Obrador es un personaje muy importante, central ahora, pero transitorio en el proceso histórico de transformación. Él mismo lo ha dicho y repetido. Eso Enrique Krauze lo sabía cuando lanzó el mote de “el mesías tropical”, pero sus intereses personales le ganaron a la honradez y al rigor intelectual de los que algún día pudo haber hecho gala. O no lo sabía, porque el miedo de perder privilegios, como así fue, lo cegó.

Eso que hemos explicado que ocurre con los ideales, no sucede con los intereses. Lo que define a éstos es el provecho, la utilidad, la ganancia, los bienes, la conveniencia, el lucro; todo ello centrado en personas, familias y grupos reducidos de la sociedad, en donde no están contemplados, por supuesto, los más desprotegidos.

Los intereses están peleados con los grandes ideales, que son los que finalmente unifican a las sociedades y a las conciencias en la búsqueda del bien común.

Por eso la oposición no cuenta con líderes dignos, respetables, probos; porque sus representantes más destacados buscan satisfacer intereses, no realizar ideales, y los intereses no aglutinan mayorías porque siempre son particulares o de pequeños grupos. A esas voces que están furiosamente en contra de la transformación, les es imposible salir de su esfera personal, individual y egoísta. No está en sus parámetros morales y mentales ver por el bien más allá de sus propios círculos.

Entre quienes luchamos por la Cuarta Transformación puede haber diferencias, debate, diálogo, reacomodos; habrá quienes se bajen del barco y otros que decidan abordarlo en cierto momento de la navegación, pero mientras el timón del bajel sea la fuerza de los ideales, no habrá oposición que pueda contra el movimiento.

No pasarán.