Por su peculiar y controvertida trayectoria en la política mexicana, la figura de Alfonso Durazo puede abordarse y cuestionarse desde distintos ángulos y perspectivas: su paso por el PRI y su cercanía con Luis Donaldo Colosio; su actuación como secretario particular de Vicente Fox y luego como titular de Comunicación de ese gobierno; su renuncia a este último puesto en 2004, que en este texto abordamos; su apoyo a las campañas presidenciales de Andrés Manuel López Obrador en 2006, 2012 y 2018; su desempeño como diputado federal y coordinador de la fracción de Morena de 2012 a 2015; su liderazgo en Morena-Sonora de 2015 a 2018; su campaña para senador, el triunfo y la renuncia a la senaduría para convertirse en secretario de Seguridad y Protección Ciudadana; su papel en esta última secretaría y su reciente dimisión.

La carta de 2004 y sus significados.

La carta de renuncia que presentó Alfonso Durazo a Fox el 22 de junio de 2004, más allá de la coyuntura personal, política y administrativa que la animó, es un documento que permite tomar el pulso de lo que se estaba viviendo en México los años previos a la contienda electoral de 2006, pero también de lo que sobrevendría tiempo después en el país. La subjetividad de Durazo se enlaza con la objetividad de los acontecimientos y problemas señalados en la misiva, para arrojar luz sobre ese momento histórico y los inmediatamente posteriores.

Es fácil pensar que se está sobrevalorando el escenario planteado, pero permitámonos documentar la hipótesis. Resulta tentador analizar en su lugar la carta de renuncia al gabinete presidencial hace unos días, pero nos reporta un mayor nutrimento remitirnos al citado acontecimiento de hace 16 años para evaluar un atributo enaltecedor: la congruencia entre principios y acciones que las personas ejercen a lo largo del tiempo. Veamos:

El dilema ético.

Durazo declara que a su renuncia se antepone un dilema ético, es decir, una disyuntiva entre los principios y las acciones a seguir. Se debaten la lealtad al jefe, las convicciones políticas que lo llevaron a aceptar la posición en la presidencia, la resistencia a la posibilidad de quedarse estando en desacuerdo con ciertas maniobras que se están llevando a cabo; la mediocridad de continuar en el cargo y la dignidad de irse. Se decide por esto último sustentando su lealtad al presidente expresándole honestamente lo que piensa: “Parto de la convicción de que la lealtad no está en la coincidencia sino en la honestidad; también de la experiencia que nos dice que siempre se ha podido confiar más en quien expresa abiertamente sus diferencias que en quien las calla”.

Las razones.

La razón principal de la renuncia es el alejamiento por parte del ejecutivo de los valores, principios y compromisos que impulsaron la alternancia; un proyecto basado en un espíritu plural e incluyente que extravió el rumbo. La nueva ética pública que implicaba la alternancia no se estaba consolidado y la prueba de ello era la participación del gobierno federal en el proceso de sucesión presidencial, al pretender decidir desde la presidencia de la república quién no y quién sí debía ser el próximo presidente, reproduciendo “el pecado original del viejo régimen”.

El gobierno actuaba más bajo la lógica histórica del sistema que se buscaba transformar que con la de una etapa de transición. A ese comportamiento no esperado ni deseado por los simpatizantes de la alternancia atribuye Durazo el enrarecimiento del ambiente político nacional, las tensiones políticas “que amenazan a veces con hacerlo estallar”.

La visión cortoplacista, siempre negativa en política pero más en un proceso de transición, es otro de los serios problemas revelados: “Es necesario cerrar el juego de vencidas con la popularidad diaria para superar la visión cortoplacista en la que nos estamos moviendo”.

La democracia en peligro.

El peligro que Durazo ve en lo señalado es una paradoja, la percepción de que “la democracia puede llevarnos a la degeneración del Estado y que es una de las causas fundamentales del deterioro político de nuestras instituciones”. Es decir, si la alternancia resultado de un proceso democrático rompió con el viejo molde de la cultura política del “dedazo” al dar paso a otro partido en la presidencia de la república después de varias décadas, es una grave contradicción reconstruir un esquema supuestamente ya superado, poniendo en peligro la confianza en el proceso democrático del año 2000.

Los vaticinios.

Sin asumirse partidario de una visión apocalíptica, Durazo invita al presidente a reparar en la complejidad de las circunstancias y alerta que “de seguir como vamos, son previsibles tiempos políticamente aún más complejos”. Si no se actúa evitando la descomposición política en la que todas las facciones “tocan tambores de guerra”; si no se intentan dirimir las confrontaciones y sanear el ambiente de confusión y de tensión crecientes, “podríamos terminar por fracturar un ambiente político ya de por sí enrarecido”.

En la misiva hay referencias explícitas a las aspiraciones de Marta Sahagún de convertirse en candidata a la presidencia de la república y a la actitud permisiva que muestra ante ello el presidente, a la cual atribuye las reacciones más agudas contra el gobierno. Por razones históricas los mexicanos no toleran las tentaciones dinásticas y no entenderlo significa un serio riesgo para la sucesión y puede desencadenar la violencia política, asegura.

Dos párrafos de la carta son demoledores:

“Si no hay legalidad, equidad, democracia y arbitraje presidencial imparcial, la disputa electoral del 2006 podría llegar a convertirse en una repetición de las viejas y nocivas rondas de desconfianza sobre los resultados electorales. Y si las elecciones no se resuelven en las urnas, se van a resolver en las calles”.

“Vemos en ese sentido que la contienda electoral del 2006 constituirá la prueba de fuego de la nueva era democrática de nuestro país y, que si no es conducida con apego a los valores y principios de la democracia, la alternancia podría quedar como un mero accidente de nuestra vida política. Ante esa eventualidad, el juicio de la historia sobre este gobierno será implacable”.

Los costos de no haber sabido estar a la altura de la historia.

Si en una frase puede resumirse el espíritu de la carta de renuncia de Alfonso Durazo a su puesto en la presidencia de la república, es que Vicente Fox no supo estar a la altura de la historia. Magnánima tarea la de encabezar la transición después de la alternancia, pero muy poca pieza personal para concretarla, y eso implicó, como está visto, graves consecuencias en la política nacional.

Si bien las críticas sobre la sucesión presidencial estaban centradas en 2004 en la figura de la esposa del presidente, lo que ocurrió después, por todos sabido, dimana de la misma traición al triunfo democrático que por fin se había logrado en las urnas. La intervención de Vicente Fox en la sucesión presidencial; el enrarecimiento del proceso por los ilícitos cometidos y solapados; la campaña de odio hacia el candidato que lideraba las encuestas, Andrés Manuel López Obrador; el fraude electoral y la complicidad de todos los niveles de gobierno y los órganos electorales; la ilegitimidad con que Felipe Calderón llega a la presidencia de la república; la “guerra contra el narcotráfico” declarada por él a los pocos días de haber tomado posesión para intentar contrarrestar esa ilegitimidad y los estragos que eso causó en la descomposición de las instituciones; la devastación ocasionada por la violencia creciente; las fracturas ahora ten difíciles de sanar del tejido social, todo ello hizo que México no diera un paso natural y ascendente en la historia.

La carta de renuncia de Alfonso Durazo fue una advertencia, una dura advertencia que fue ignorada en su momento y que ahora, a la luz de la Cuarta Transformación, cobra relevancia. El momento histórico desaprovechado y perdido por sucumbir a una visión de intereses personales y de grupo de corto plazo, egoístas y fraudulentos, dio lugar a éste que inicia en 2018 y representa el envés de aquél. El escenario actual es muy generoso en el deslinde de actores políticos: por un lado, los que se han subido al tren de la transformación, y por el otro, quienes desesperadamente intentan detenerlo. Juzgue usted.